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- 11/03/2013 01:00
Abuso del poder y su remedio
La situación política del país nos obliga a los ciudadanos conscientes a expresar las razones por las cuales avistamos un horizonte borrascoso para nuestra nación. No lo hago con el ánimo de alarmar, me guía el propósito de plantear correctivos y evitar el retroceso del país. Estimo que es mi responsabilidad ciudadana.
Si revisamos nuestra historia de manera objetiva, podemos asegurar que el presidente Ricardo Martinelli es el inquilino del Palacio de las Garzas que ha acumulado más poder político y económico. Incluso ha superado, en esos dos parámetros, a Omar Torrijos, Rubén D. Paredes y a Manuel A. Noriega.
Ninguno de ellos logró dominar la Corte Suprema de Justicia, la Asamblea Nacional, el Ministerio Público, la Contraloría General de la República, la Policía Nacional, la Dirección General de Ingresos, la Fiscalía Electoral y muchos medios de comunicación, de manera casi absoluta, descarada y cínica como lo ha hecho este presidente, tampoco tuvieron el nivel de participación en grandes negocios como él.
Entre todos ellos tampoco manejaron la cantidad de recursos estatales que él maneja y menos de la manera tan ausente de las buenas y sanas prácticas, por no decir gansteril, para tratar de doblegar medios y comunicadores. Ningún mandatario tuvo la osadía de hacerse dueño, con aviesas intenciones, de cadenas de radio, televisión y periódicos.
Ninguno de los mandatarios anteriores usó tanto poder ni dinero para controlar la Asamblea Nacional como lo ha hecho Martinelli. Su partido ganó muy pocas curules de diputado; sus alcaldes y representantes fueron exiguos; sin embargo, al final de la jornada, en base a la compra de conciencias, tiene dominadas todas esas instancias.
Ningún mandatario trató de destruir la democracia dividiendo y petardeando en gran escala a los partidos que les adversaron. Ninguno logró comprar o engullirse partidos políticos enteros como él. (En el 68 se proscribieron por un golpe de Estado, pero una vez logrados los Tratados del Canal, se legalizaron y fortalecieron).
En ninguna época pasada se abuso de los sobreprecios, las contrataciones directas, los contratos llave en mano y el aumento del déficit como ahora, lo que les ha permitido amasar enormes fortunas mal habida.
En la época democrática no hubo mandatario que, como Martinelli, haya confrontado tan virulentamente a la sociedad civil y los medios de comunicación ni que haya experimentado tanto roce con la Iglesia Católica, así como con el Tribunal Electoral, que se fortalecía después de cada elección con su revisión, para la posterior modificación del Código Electoral si procedía. Martinelli abolió esta tradición.
También rehusó suscribir el Pacto Ético Electoral propuesto por la Iglesia, previendo que se puedan desbordar los ánimos en el venidero proceso electoral. Preocupa que, precisamente, un individuo que ha utilizado el poder presidencial en exceso, que ha mostrado una muy baja escala de valores éticos, ciudadanos y políticos, se niegue a brindar su apoyo para que las elecciones sean pacíficas. Esta es una señal de sus antidemocráticas intenciones.
Es sintomático que nadie haya escuchado al presidente expresar que va a presidir unas elecciones honestas, transparentes, pacíficas y que se va a respetar el resultado electoral. Yo no lo escuchado y eso provoca desconfianza y temor.
Tengo la impresión de que no existe esa intención. Como antídoto, remedio y disuasivo ante este peligro, es necesario que todos los sectores verdaderamente opositores a este régimen nefasto, unamos fuerzas para derrotar la alianza CD-MOLIRENA. Una vez obtenido el triunfo, debemos gestar una nueva Constitución que imposibilite la incursión de futuros Martinelli.
Requerimos, con urgencia, un nuevo Contrato Social después de esta experiencia con un presidente que violó todas las normas y llegó a esa alta magistratura con el único objetivo de adormilar a esta sociedad con dádivas, mientras llenaba sus arcas y las de sus socios, que ya se aprestan, con otro inquilino de palacio, a partir del 2014, a seguir dilapidando y depredando las riquezas que le pertenecen al pueblo panameño.
Necesitamos una nueva Constitución que renueve las características de la Asamblea Nacional con diputados que no manejen recursos del Estado ni se reelijan. Que descentralice la acción gubernamental y que los representantes y alcaldes solo se reelijan una vez y que todos los magistrados, procuradores y dignatarios del Órgano Judicial se escojan por sus méritos, sin injerencias del Ejecutivo.
Una Constitución Nacional que sea garante de la distribución equitativa de las abundantes riquezas del país y que no permita que se repita el latrocinio y dilapidación de esos recursos, producto de los abusos de poder del actual régimen.
En fin, un nuevo pacto que preserve la institucionalidad, mediante una real y efectiva separación de los órganos del Estado, que salvaguarde los recursos públicos y devuelva la transparencia y la decencia al ejercicio del poder público.
EXPRESIDENTE DEL PRD.