• 28/02/2024 00:00

Aporte de las ‘chivas gallineras’ en el desarrollo peninsular

Las conocidas “chivas gallineras”, constituyeron una excelente y pintoresca solución de transporte, convirtiéndose además, en una tradición del siglo XX. A inicios de la década de los años 40, en las regiones peninsulares, especialmente en la del Canjagua, se comenzaron a transformar los nuevos camiones de origen norteamericano, marcas Chevrolet, Ford y Dodge, con plataformas o chasis traseros largos, en un autobús rústico, gracias a las hábiles manos de los carpinteros, dando lugar a la llamada “chiva gallinera”, original y propia de la región.

La inspiración para construir este ingenioso medio de transporte, data de “las chivas” que comenzaron a popularizarse en la ciudad capital panameña en la década de los años 30 del siglo pasado y que según testimonios, la idea fue copiada de la República de Jamaica, a tal punto que uno de los principales constructores de estas “chivas”, fue un jamaiquino de apellido Trokman. Las rutas más famosas de estas “chivas”, trasladaban pasajeros al Hospital Santo Tomás, desde los barrios de El Chorrillo, El Marañón y Río Abajo, entre otros.

La aparición de las “chivas gallineras”, permitió y ofreció a los usuarios campesinos en la península y luego en casi todas las provincias del país, trasladarse junto a sus productos para ofrecerlos de forma directa, en la capital de la República, la ciudad de Panamá. En el caso de la provincia de Los Santos, permitió reemplazar los ocho días de viaje en los vapores El Tableño o El Canajagua y algunos otros, para trasladarse desde los puertos de Ménsabe y Guararé, básicamente, a la capital llevando consigo, gallinas, huevos, puercos, chivos y cuanto animal doméstico o productos había, como, miel virgen, cocadas, pan de maíz, chiricanos y otros productos bien aceptados en la capital, en un término mucho menor de 8 horas, aproximadamente.

Las gallineras santeñas se construían con características propias, pues, a la cabina del vehículo (de fábrica), se le cortaba la “lata” del respaldo y se integraba literalmente al resto de la estructura, convirtiéndose en una sola, de tal forma que los pasajeros podían interactuar con el conductor desde sus asientos, los cuales consistían en bancas de madera a las que posteriormente se les fueron adaptando, almohadones o colchonetas y luego tapizándolas, para mayor comodidad del viajero. Eran dos filas de asientos, frente a frente, lo que resultaba muy divertido, porque les permitía conversar, participar con cuentos y chistes; mitigando así las incomodidades del largo camino.

También contaban con cuatro puertas, las dos delanteras de fábrica y en la estructura adaptada, una del lado derecho, que permitía el ingreso de los pasajeros y otra en la parte posterior, que facilitaba la carga y descarga. Los colores primarios que sus dueños elegían para darles un colorido distintivo, iban del amarillo intenso, verde, rojo y azul, los cuales eran combinados entre los cuadros de zinc y la madera, que las caracterisaban. Para protegerse de las lluvias, afuera de las ventanas, unas cortinas largas impermeables (enrrolladas), que cuando llovía, eran desplegadas para proteger a los pasajeros.

Las chivas capitalinas, en cambio, eran más sencillas y menos decoradas, de forma redondeada a base de madera y zinc, con una sola puerta de entrada y salida en la parte adaptada, para evitar “el juega vivo” de algunos pasajeros, de bajarse sin pagar el pasaje. La chiva peninsular era más cuadrada y se utilizaba mucha más madera que zinc; era notable la diferencia estructural y su decoración.

Una de las “chivas gallineras” más antigua que destacó por su originalidad y cuya base de operaciones era la ciudad de Las Tablas, fue La Estrella de oriente, de don Chepe Díaz y familia.

La competencia fue apareciendo, la cual comenzó a hacer mella en el tema de las condiciones de atención a los pasajeros; dando lugar a la aparición de la “chiva” propiedad de don Adán Carrasco, cuya base era el corregimiento de Las Cocobolas, la que cito solo como ejemplo, pues surgieron muchas en diferentes pueblos.

Estos viajes a la capital, se hacían de noche, de tal forma que los animales y las personas no fueran maltratados por el sol, disminuyendo un poco la incomodidad por las pésimas condiciones de la carretera. En horas de la tarde, estas “chivas gallineras”, salían a recoger sus cargas y entre las siete u ocho de la noche partían de sus bases, generalmente con una sola parada en los llanos de Coclé, en donde entre los retoños de chumico y marañones, los pasajeros en grupos, hacían sus necesidades fisiológicas o comían algún refrigerio, llegando a su destino a las 4 o 5 de la madrugada.

Surgieron diferentes opciones, a diferentes costos en el transporte, unas chivas, ofrecían mejores jaulas para trasladar las gallinas, evitando así el maltrato de las diferentes especies y evitando las consecuentes pérdidas de animales y otras, ofrecían mejores condiciones para trasladar puercos y chivos, con jaulas más apropiadas para este tipo de animales. De esa manera, la “chiva gallinera” se convirtió en el más efectivo y popular medio de transporte para viajar a la capital o al interior del país, porque resultaba mucho más económico para estudiantes y personas de bajos recursos, aunque no llevaran animales consigo. Por solo B/ 1.00 o hasta menos, este medio de transporte permitía viajar ida o vuelta a la ciudad capital.

Sin duda, las “chivas Gallineras” representan no solo una parte de nuestra tradición vehicular, sino un elemento fundamental muy importante de nuestra historia patria en el desarrollo económico y social, de las provincias de Herrera y Los Santos.

El autor es escritor
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