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- 21/07/2011 02:00
Periodismo basura
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.
El escándalo generado en Gran Bretaña por Rupert Murdoch, un odiado y temido magnate de medios de comunicación de origen australiano y nacionalizado estadounidense, se ha convertido en un abismo que está tragándose con vértigo sorprendente a todos sus protagonistas. Hasta el momento hay 10 detenidos, algunos liberados bajo fianza, además del suicidio de uno de los periodistas que destapó esta telenovela negra.
No se trata únicamente de una crisis mediática de una de las empresas de comunicación más grandes del mundo. Es una crisis de gran calado en la que periodistas, políticos y la famosa Scotland Yard, están en el banquillo de los acusados. La crisis amenaza con dar al traste con el gobierno de coalición encabezado por David Cameron, un íntimo amigo de Murdoch, el igual que en su momento lo fueron sus antecesores desde Margaret Tatcher hasta Tony Blair.
El concubinato mediático entre el poder político y Murdoch, quien aterrizó en Londres en 1969 para hacerse con el 40% de la prensa gráfica nacional y una poderosa cadena de televisión satelital, era tal que sus medios hicieron abierta campaña en favor de Tatcher y los políticos conservadores. Más tarde cambió de bando y apoyó a los laboristas con Blair a la cabeza.
El ahora ex jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson, quien presentó su renuncia el domingo, al igual que su segundo en el mando, dijo que no transmitió toda la información a Cameron sobre el espionaje telefónico y el hackeo de correos, porque consideraba que estaba ‘demasiado asociado’ con algunos de los sospechosos.
Como no era de su círculo de amigos, el antecesor de Cameron, Gordon Brown fue perseguido por Murdoch. Espías y criminales pagados hackearon la cuenta de banco de Brown, la historia clínica de su familia y hurgaron en la enfermedad de uno de sus hijos.
El escándalo estalló hace un mes al confirmarse denuncias hechas desde el 2002 contra el dominical News of de World (Now), con un tiraje de cuatro millones de ejemplares, y convertido en el azote de celebridades, políticos, personas secuestradas, familiares de soldados muertos en Afganistán e Irak, víctimas de los atentados terroristas del 2005 en Londres y ciudadanos comunes. Nadie se escapaba. Ni los miembros de la realeza.
El espionaje telefónico y cibernético resultó en el modo de operar para obtener primicias pasando por encima de la ley. La información que obtenían también era utilizada para frenar represalias contra el diario bajo la amenaza de publicar asuntos privados de los involucrados.
Ese periodismo tóxico lo trasladó Murdoch a Estados Unidos. La cadena de televisión Fox News, con su sensacionalismo demagógico de derecha disfrazado de noticia, es responsable de la radicalización de la política estadounidense, la erosión del debate nacional y el sabotaje de toda racionalidad.
El FBI investiga si el grupo Murdoch también realizó escuchas ilegales de víctimas de los atentados del 11—S, como hizo con personajes públicos británicos. Una mala noticia para Fox y el Partido Republicano, cuando falta menos de un año y medio para los comicios en los que el presidente Barack Obama buscará la reelección. Fox ha sido un portavoz del Partido Conservador, con feroces críticas al mandatario.
Ahora Murdoch ha perdido el colchón de seguridad que tenía con los políticos británicos a los que chantajeaba sin piedad. En plena emergencia cerró Now, retiró sus intensiones de comprar por $12,500 millones el resto de la cadena BSkyB, de la cual ya posee el 39% de las acciones, aceptó la renuncia de su principal aliada al frente de su imperio mediático, pidió perdón a las víctimas del espionaje telefónico y cibernético y para eludir responsabilidades compareció ante el Parlamento británico.
Quizá es muy temprano para hacer comparaciones, pero puede anticiparse que Londres vive en estos días su propia ‘primavera británica’. Es decir, el momento en que la clase política, siguiendo el ejemplo de las revueltas árabes, se deshizo del viejo orden para volverse en contra de un veterano dictador como Murdoch. De lo que no caben dudas es de que al quedar al desnudo las prácticas torcidas de este inescrupuloso magnate de la prensa, se ha producido un efecto catártico entre los políticos británicos que ahora actúan como si se hubieran liberado de un monstruo.