“Poner el cuerpo” es una expresión utilizada recientemente en los movimientos feministas y los estudios de género para hacer referencia a la presencia, el compromiso y la lucha encarnada de las mujeres movilizadas. Supone pasar del cuerpo de las mujeres como objeto, al cuerpo como sujeto. Del cuerpo violentado al cuerpo que enfrenta y resiste la violencia. Del cuerpo apropiado y explotado al cuerpo que lucha y se defiende. Del cuerpo que sufre y soporta en silencio, al cuerpo que habla y demanda, con su presencia en las calles y los movimientos sociales.

Es salir de las redes y de las casas, marchar, tomar las calles y ponerse al frente de la defensa de la vida con el cuerpo. En esas marchas, el cuerpo deja de ser individual y vulnerado para convertirse en cuerpo colectivo, un cuerpo político femenino en defensa de los derechos e intereses de todos y todas.

Este concepto se inspira en la propuesta de la feminista indígena maya Lorena Cabnal, quien acuñó el término “cuerpo-territorio”. El cuerpo, dice ella, es el primer territorio de lucha y el primero que debe ser recuperado. Recuperarlo para resistir, pero también para transformar las relaciones de poder y los mandatos que lo han controlado históricamente.

Es uno de esos conceptos que vienen a poner nombre a la experiencia de la gente, a nombrar los hechos sociales que nos envuelven, y que también nos ayudan a interpretarlos. Es ahí donde se encuentran la academia y el activismo, sirviéndose mutuamente: para nombrar, para interpretar, para transformar.

En Panamá, un amplio y diverso grupo de mujeres está “poniendo el cuerpo” frente a la amenaza que, afirman, supone el actual gobierno para la soberanía del país y la vida de la gente. Lo hacen a través del Movimiento de Mujeres por la Soberanía, la Justicia Social, los Derechos Humanos y la Paz, que publicó un manifiesto y organizó una gran marcha nacional el pasado 25 de mayo. Se trata de un movimiento compuesto por mujeres diversas, cuya potencia radica precisamente en esa diversidad. En su manifiesto revelan que son varias las causas que las mueven: marchan contra el memorándum que firmó el Gobierno de Panamá con EE.UU., contra la Ley 462 que modifica el modelo de la seguridad social, contra la reapertura de la mina, contra la construcción del embalse en el río Indio o contra el recorte de políticas públicas para la igualdad de género; es decir, marchan y ponen el cuerpo para defender la soberanía, la justicia social y la sostenibilidad de la vida. Poner el cuerpo es también enfrentarse a la represión, la persecución y la criminalización de la protesta social en Panamá, como respuesta del gobierno y sus fuerzas de seguridad. Lo resume muy bien la periodista Roxana Muñoz en un artículo publicado recientemente en la revista Ellas, Por qué marchan las mujeres este domingo 25 de mayo en Panamá (24/5/2025), donde recoge el testimonio de algunas de sus voceras. “Las marchas son cuerpos que se hacen visibles” afirma la activista Marcela Arce en dicho artículo. Marchar es, en efecto, poner el cuerpo.

Este movimiento de mujeres toma la calle para hacer política, cuando esta se encuentra secuestrada por quienes no velan por los intereses de todos y todas, cuando no parecen escuchar a la gente. Organizadas y diversas ocupan un espacio para convertirse en agentes políticos, y responder así a su falta de voz en los espacios de toma de decisión en las instituciones.

Y ahí está la “potencia feminista”, otro concepto, de la politóloga Verónica Gago, que nos sirve para hablar de un poder que no es el institucional, donde las mujeres están infrarrepresentadas, sino de otro poder con una gran capacidad de actuar defendiendo la vida, poniéndola en el centro; frente a la concentración y la acumulación, frente al extractivismo y la violencia. Se refiere a la potencia del movimiento feminista en la región latinoamericana para “cambiarlo todo”, como hemos visto que ha venido ocurriendo en los últimos años. La potencia feminista para cambiarlo todo significa no solo luchar contra la desigualdad y violencia de género, sino también contra todas las estructuras de poder, sociales, políticas y económicas, que afectan a varios sectores de la población panameña. Se trata de una potencia y una energía que conecta muchos colectivos y luchas sociales en el país.

Las mujeres ponen el cuerpo por todas y por todos en Panamá, y en las calles se encuentran con otros cuerpos que encarnan la protesta social: indígenas, campesinos, trabajadores, educadores o estudiantes. Juntos construyen un movimiento coral y polifónico con la capacidad y la potencia de unir sus voces en un solo mensaje: soberanía, justicia social y sostenibilidad para Panamá.

*La autora es antropóloga e investigadora del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales, Cieps
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