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- 26/05/2022 00:00
La biblioteca 'Eusebio A. Morales' del Instituto Nacional, donde se forjan los patriotas
Cuando escuchamos hace algunas semanas la noticia de que en la biblioteca del Instituto Nacional “Eusebio A. Morales” se habían perdido o extraviado los libros, no le presté mucha atención, porque pensé que era una noticia falsa, como muchas que pululan en nuestro medio. Días más tarde nos percatamos que no había nada de incierto en la información; la verdad nos causó estupor y tristeza.
De forma más serena reflexionamos y nos hicimos la siguiente pregunta ¿qué podíamos esperar en un país donde por décadas ha prevalecido una política de aculturación? Una nación que le da más prioridad a los casinos y bares, que a las bibliotecas públicas, sin que medie una política de Estado destinada a formar jóvenes bajo principios morales, históricos y patrióticos, como lo enseñara el prócer Eusebio A. Morales al decir en su momento que: “Un país sin ideales, no es una nación, no es un Estado, es un girón geográfico sin personalidad moral, cuyo destino es desaparecer y extinguirse para siempre. Cultivemos el sentimiento de la nacionalidad para que de él nazcan los ideales propios que le sirvan de estrella polar”.
La biblioteca del “Glorioso Nido de Águilas” no era una más, en su sala de estudio se cultivaron grandes hombres y mujeres de la patria, quienes por medio de la lectura y la práctica obtuvieron la conciencia necesaria para llevar a cabo las transformaciones que necesitaba el país. Muchos de los libros allí contenidos representaban obras clásicas de la literatura universal y nacional, los cuales sin mediar mayor explicación desaparecieron de la noche a la mañana. ¿Fue casual este hecho? No podemos asegurar nada, pero nos llama la atención que haya sido en el Instituto Nacional el plantel de este suceso, sobre todo, cuando sus estudiantes han demostrado espíritu de rebeldía en distintas luchas en este país. Ímpetu, que por cierto, se ha ido cercenando con el paso de los años por los gobiernos de turno, con el afán de silenciar las protestas estudiantiles que desde los inicios de la República han pasado a erigirse en la “conciencia crítica de la nación”.
Esta acción política de pretender controlar a los estudiantes no es algo nuevo, desde antes de la reforma de Córdoba ya se habían mostrado esas desviaciones propias de regímenes autoritarios y con la epidermis blanda a la crítica social. En este tono lo expresó Miguel Unamuno al sentenciar que: “Cosa triste esa juventud respetuosa, aduladora del poder. Cosa triste en verdad esa juventud incapaz de la ira y de la irreverencia a la autoridad y la ley; Cosa triste en verdad esa juventud incapaz de conspirar contra el poder: el poder es una cadena de servilismo palaciego”.
Para este 2022, los estudiantes del Instituto Nacional, celebrarán en el mes de septiembre “La semana del libro”, pero sin libros. Pienso que para esos días en forma de protesta ante la política del “olvido y sigamos adelante”, se lleven a efecto actividades de donación de textos y rescate de la biblioteca. Similar se puede hacer homenaje público a una pléyade de escritores que hicieron Patria y no se sirvieron de ella, me refiero a compatriotas, cuyas obras constituyen un legado para el país.
Los institutores pueden declamar en su “Aula Máxima” las poesías de Amelia Denis de Icaza, en especial, su poema al “Cerro Ancón”, que proyecta una denuncia y enojo por la creación de la Zona del Canal.
Los poemas “Patria” de Ricardo Miró y “Canto a la Bandera” de Gaspar Octavio Hernández, que fortalecieron el sentido patriótico, minado por la presencia colonial estadounidense en Panamá. Poner en escena “Incidente de Cumbia” del poeta Demetrio Korsi, que en sus versos profundiza en los sentimientos del hombre de pueblo, aquel de raza indígena, negra y mestiza.
Que se organicen círculos de lectura de obras connotadas de autores panameños como: Justo Arosemena, Eusebio A, Morales, José Dolores Moscote, Rogelio Sinán, Joaquín Beleño, Domingo H. Turner, Reina Torres de Araúz, Carlos Francisco Changmarín, Dora Pérez de Zárate, Diógenes de la Rosa, Esther María Osses, Diana Morán, José de Jesús Martínez, Ricaurte Soler, Marco A. Gandasegui, Raúl Leis, entre muchos otros, cuyas páginas no están inmersas en posiciones entreguistas e irradian el sentido de panameñidad. Estamos claros, que nada de esto pondrá de vuelta los libros al plantel, pero será un llamado de atención nacional, de que con libros o sin ellos, la cultura, el saber y el patriotismo no perecerán jamás en el plantel.