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Curiosamente, ningún habitante de Bocas del Toro que en 1965 tenía 15 años de edad o más, recuerda el evento, quizás por el hecho que ese día celebrábamos nuestra separación de Colombia y la televisión recién había llegado a Bocas del Toro y no era hasta alrededor de las 4:00 pm que se intentaba entrar moviendo las antenas para tener señal desde Panamá en RPC Televisión.
Meses después, en Costa Rica se levantó la leyenda de que el avión había caído en las montañas del Talamanca, y se atribuye a un brujo indígena llamado Porfirio el hecho de que nunca se pudiera encontrar el avión. Hubo también numerosos testimonios de ciudadanos costarricenses de haber visto ese día al TC 48 volando a baja altura, pero fue cuatro horas después de haberse reportado con fuego en el ala y ningún avión puede estar tantas horas en el aire en esa terrible condición. Lo más probable es que los aviones que se vieron en varios lugares de Costa Rica, hayan sido son los aviones norteamericanos que se enviaron a buscar al TC 48. Es más, debido al peso que llevaba el avión y a la pérdida de dos de sus cuatro motores, ninguna publicación institucional pronostica una estadía en el aire tan duradera para un avión tan dañado: ni el manual del fabricante Douglas, ni las tablas de motores del fabricante Pratt&Whitney, ni siquiera la Boeing, actual propietaria de la Douglas. Los mismos predicen que hay que aterrizar o amerizar lo antes posible, colocando los motores que aún funcionan en su máxima potencia, pero por sólo 5 minutos, a partir de los cuales, los motores comenzarán a dañarse y a perderse la posibilidad de controlar un amerizaje seguro de la aeronave. Por eso ambas publicaciones sugieren un amerizaje/aterrizaje de inmediato y no dentro de cuatro horas.
Desde entonces y por más de cincuenta años, los familiares de las víctimas han incursionado en su búsqueda y nunca han encontrado nada. La bitácora de la Torre de Control de Howard y la del barco María Rosa, registraron haber recogido restos flotantes que indicaban que el avión cayó al mar.
El jueves 21 de abril de 1966 el Cadete Ricardo Becerra –hermano de uno de los Cadetes que iba a bordo del TC 48 - viaja a Bocas del Toro. Seria atendido por el Capitán Juan Meléndez de la Guardia Nacional, Jefe de la Zona Militar de Bocas del Toro, y le asigna como guía al Cabo Salazar de la Guardia Nacional, conocedor del área. En Bocas se encontraría con Bravino, Stangalino, Juan Tomichenko y Rubén García. Posteriormente, cambian su búsqueda hacia Costa Rica. Costa Rica, expulso a Tomichenko y Bravino, por haber secuestrado y torturado a indígenas con ataduras y aceite de cebolla, para causar más dolor a las torturas. Posteriormente Tomichenko volvería a Panamá a continuar la búsqueda.
Antes en la Ciudad de Panamá, Becerra se reuniría con Pantaleón de la Guardia, Capitán de la Guardia Nacional, y que era un Radio Aficionado, y que en la parte de atrás de su casa en Betania tenía las antenas donde mantenía sus comunicaciones. Los familiares en Argentina mantuvieron siempre comunicaciones en horas de la noche con el Mayor Pantaleón y así tenían información de lo que acontecía en Panamá con la búsqueda del TC 48.
En 1970 una delegación de la Fuerza Aérea Argentina estuvo en Bocas del Toro para coordinar operaciones de búsqueda de los restos del TC 48 en territorio panameño, ya que según el testimonio del Vicecomodoro Leónidas Loza, que tuvo en sus manos el informe oficial del accidente, el TC 48 estaría regresando a Panamá desde casi la frontera con Costa Rica. Otra evidencia que sugiere que el avión argentino cayó en aguas bocatoreñas, proviene del que en ese entonces era el cadete Roberto Briend, que viajaba en el otro avión (el T 43): en el año 2015, al cumplirse el cincuentenario de la desaparición del avión, el hoy Comodoro Briend regresó a Bocas del Toro para rendirle tributo a sus compañeros, arrojando ofrendas florales mar adentro. Vino a Panamá, no a Costa Rica.
Cincuenta y nueve años después, seguimos en la búsqueda del Tango Charlie de la Fuerza Aérea Argentina en Bocas del Toro.