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- 08/05/2022 00:00
Al borde de una crisis alimentaria
Vamos para tres meses de una guerra completamente absurda en Ucrania. La vida en ese país se ha puesto patas arriba. El comercio mundial con Rusia se está deteniendo. Como resultado, el suministro de alimentos del mundo está en riesgo.
A estas alturas del calendario en el Almanaque Bristol, los agricultores ucranianos deberían estar aplicando nitrógeno en sus campos de trigo, recibiendo semillas de maíz y girasol, y disfrutando de la primavera en sus granjas. En cambio, están ayudando a sus compatriotas en la zona de guerra, albergando a las familias que huyen de las bombas y luchando por mantener sus granjas a flote. Si no tienen éxito, advierten los expertos, no solo muchos ucranianos pasarán hambre, sino también cientos de millones en todo el mundo, lo que quizás desencadene la mayor crisis alimentaria desde la Segunda Guerra Mundial y la Primavera Árabe de 2012.
Ucrania y Rusia juntas producen casi el 30% del trigo comercializado en el mundo y el 12% de sus calorías. Sin ellos, el aumento de los precios de los alimentos y la escasez desencadenará una ola de inestabilidad. La guerra prácticamente ha cerrado las exportaciones de cereales de ambos países. Y dado que las dos naciones (junto con el aliado sancionado de Rusia, Bielorrusia) también suministran grandes cantidades de fertilizantes, la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin afectará a todos los agricultores del mundo este año y en el futuro previsible.
Adquirir, transportar y aplicar fertilizantes se ha convertido en un desafío en esta temporada de cultivo en todo el hemisferio norte. El índice mundial de precios de los alimentos de las Naciones Unidas ya ha alcanzado un máximo histórico (https://news.un.org/en/story/2022/04/1115852). Mientras los ideólogos chocan y juegan a la guerra, la inseguridad alimentaria se está degenerando rápidamente en una crisis.
Desafortunadamente, como dice el refrán, todavía no hemos visto nada. David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, recientemente explicó cómo esta crisis en la seguridad alimentaria amenaza con desestabilizar países de todo el mundo (https://www.npr.org/transcripts/1093380274#:~:text=are%20you%20seeing%3F-,DAVID%20BEASLEY,-%3A%20Well%2C%20you%27re%20seeing): “Esto es una catástrofe. Porque adivina dónde están los agricultores ucranianos en este momento. Están en primera fila luchando por la libertad de su país. Va a tener un impacto en todo el mundo, lo que podría conducir no solo al hambre, sino también a la desestabilización de las naciones y la migración masiva. Cuando las personas no tienen comida, cuando no pueden alimentar a su niña o a su niño pequeño, van a hacer lo que sea necesario. Eso incluye salir de casa”.
No es que los sistemas alimentarios mundiales funcionaran a la perfección antes de que la guerra de Rusia en Ucrania amenazara con destruir una gran parte del suministro mundial de alimentos. El cambio climático ya era un problema siniestro. Y además el sistema de la agroindustria global es responsable de las enfermedades no transmisibles que se correlacionan con los patrones dietéticos cambiantes.
Hay tantas ideas en conflicto en torno a los temas de la alimentación, la seguridad alimentaria y la salud que, a menos que se tenga una mente educada en estos temas, la cabeza nos daría vueltas. Pero el conflicto por sí mismo ya es tóxico y ha enredado aún más la solución a los problemas anteriores. Rusia, que trata desesperadamente de demostrar un punto ideológico al mundo occidental, no solo ha causado dolor y muertes en todo el mundo sino que ha originado un desfase monstruoso en los temas fundamentales de alimentación.
No olvidemos que los expertos llevan décadas advirtiendo que los sistemas alimentarios modernos, exacerbados por las acciones de las grandes empresas multinacionales de alimentos que han priorizado las ganancias sobre la salud humana y la sostenibilidad global, aportan alrededor del 20% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y, según algunas medidas, constituyen hasta un tercio. También señalan una aparente paradoja de aumento de la obesidad, que se ha triplicado a alrededor del 20% de la población adulta mundial desde 1975, y aumento de la desnutrición, que puede ocurrir tanto en personas con sobrepeso como en personas con bajo peso (https://www.smithsonianmag.com/smart-news/syndemic-little-known-buzzword-describes-our-troubled-times-180971381/).
Desafortunadamente, la ira hace que las personas se muevan en una dirección negativa, y hoy hay mucho por lo que estar enojado en la guerra de Putin en Ucrania. En este momento, sin embargo, realmente no tenemos tiempo para la ira desenfocada. Tampoco necesitamos discursos ni jergas que justifican sistemas alimentarios que enferman a la población. Lo que necesitamos son formuladores de ideas buenas, empresas responsables, ONG serias y activistas comprometidos, que estén listos no solo para buscar soluciones a disputas conflictivas sobre políticas alimentarias sino colaborar y resolver problemas que afectan a la humanidad. De lo contrario, nuestra creciente crisis de inseguridad alimentaria se convertirá en un desastre mundial.