• 30/06/2023 00:00

De Brest-Litovsk al Grupo Wagner

“Lo que [...] sigue en cuidados intensivos es la paz mundial”

El tres de marzo de 1918, en plena Primera Guerra Mundial, la Rusia bolchevique se vio urgida a firmar lo que su dirigente de ese momento, Vladimir Uliánov (Lenin), llamó “la asquerosa paz de Brest-Litovsk”, en la frontera con Polonia, un tratado de paz que además de Rusia, suscribían el Imperio alemán, Austria, Hungría, Bulgaria y el hasta entonces Imperio otomano.

Lo traigo a colación a raíz de la reciente sublevación contra el ejército ruso del Grupo Mercenario Wagner, un ejército privado de 25 mil unidades, propiedad de la oligarquía rusa y encabezado por Yevgueni Prigozhin, un empresario que, de acuerdo con un cable de la agencia EFE del sábado 24 de este mes, es además un exdelincuente, fundador de una fábrica de “trolls”, mercenario y sometido a varias sanciones internacionales.

La sublevación terminó este sábado, 24 horas después de iniciada, con un acuerdo entre Moscú y el Grupo Wagner con la mediación de Bielorrusia, con el cierre de la causa penal por sublevación militar iniciada el viernes contra Prigozhin, quien ahora “irá a Bielorrusia”; tampoco se procesará a ninguno de los miembros del grupo privado, una parte del cual que se negó a marchar con Prigozhin y que podrá firmar contratos con el ministerio de Defensa de Rusia, Dmitri Peskov, vocero del Kremlin, aseguró que los esfuerzos mediadores de Lukashenko cumplieron el “objetivo supremo de evitar el derramamiento de sangre y la confrontación interna”. Hasta aquí los hechos.

A igual que la paz de Brest-Litovsk, el incidente con el Grupo Wagner se registra en medio de una confrontación bélica, que obliga a los dirigentes rusos a optar por el mal menor. En el primero de los casos, la Rusia soviética debió ceder parte de su territorio y retirar del mismo a su ejército. En el actual incidente, la sublevación del Grupo Wagner se registra en instantes en que la principal tarea de Rusia está en una guerra que escapa a las fronteras de Ucrania. Ucrania se ha convertido en el escenario de una guerra de Occidente contra Rusia, y en cuyo desarrollo, la sublevación dirigida por Prigozhin asistía como un frente, primero de distracción militar, y segundo como una gran plataforma para la ya conocida campaña de desinformación que rodea ese conflicto.

Se entiende entonces por qué la administración que encabeza Vladimir Putin buscó ante todo un acuerdo político que limita las acciones del Grupo Wagner, lo circunscribe a sus posiciones originales y a cambio ofrece no procesar a Prigozhin ni a sus hombres. Es evidente que el propósito final era detener la apertura de otro frente de guerra, además del de Ucrania, donde las tropas rusas han logrado detener la contraofensiva que inició Kiev desde la semana pasada.

En el contexto general del conflicto, el acuerdo con el Grupo Wagner frena las expectativas generales de occidente contra Rusia, 24 meses después de iniciada una guerra que, por Moscú, se ha limitado a zonas específicas de Ucrania y a la contención de su ejército. A esas alturas es un hecho consumado que Moscú no aspira a la conquista de Ucrania. Su incursión proponía y es lo logrado hasta ahora, conforme la información internacional, detener las agresiones de Kiev contra los territorios de Donetsk y Dombás desde 2014 hasta 2022.

Salvo el enorme crédito y armas otorgados a Kiev por la Unión Europea y Estados Unidos, ninguna de las premisas básicas bajo la cual occidente ha declarado su apoyo a Ucrania parecen haber dado resultado. Ni el aislamiento político anunciado, ni la quiebra de la economía, y la guerra solo sobrevive por el apoyo sostenido de Occidente a Ucrania, en una evidente decisión de impedir una victoria militar de Rusia.

Narendra Modi, primer ministro de la India, por ejemplo, ha visitado recientemente Washington, donde el presidente Joe Biden lo ha recibido con grandes honores. La India no ha dejado de comprar el petróleo ruso, pese a las sanciones estadounidenses contra Moscú, las relaciones de este último país con Arabia Saudita y la mayoría de las naciones africanas prosperan en un ambiente de entendimiento y fluidez. Igualmente con los países de la OPEP y los Brics. Turquía, pese a integrar la OTAN, mantiene relaciones amistosas con Moscú y ha condenado la sublevación de Prigozhin.

Lo que sí sigue en cuidados intensivos es la paz mundial. Uno y otro evento militar, presiones y amenazas. Pese a que China presentó, hace un par de meses, 12 puntos para la paz en Ucrania, y que Rusia también ha expresado su disposición a conversar, Occidente no lo ha considerado siquiera, y la Unión Europea y Estados Unidos incrementan sus créditos y armamentos a Kiev. Tal parece que la de Ucrania será una guerra prolongada... hasta que a algunas de las partes se les agote el arsenal... político o militar. (JBV)

Periodista
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