Ante la compleja situación social y política que atraviesa nuestro país la Conferencia Episcopal Panameña, el Comité Ecuménico y el Comité Interreligioso,...

La crisis económica de 1932 golpea a Panamá y el consulado peruano en Colón se convierte en el punto de encuentro de los peruanos que deseaban ser repatriados. El cónsul Hernán del Solar empieza el año con el retorno de los hermanos Ferreyra sin imaginar que ello daría nacimiento a una serie de anécdotas gastronómicas.
Los hermanos Luis y Fortunato Ferreyra abordaron junto con otro peruano, Daniel Calderón, el vapor “Perené” de la Compañía Peruana de Vapores (CPV) gracias al apoyo del capitán Petersen responsable del buque. Los Ferreyra eran “bartender” y Calderón, exempleado de la CPV del área contable, era un aficionado a la cocina. Para Petersen la opción fue obvia, cada uno pudo viajar hasta El Callao, pero pagando su pasaje trabajando como parte de la tripulación (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú,Caja 8-39-B,of.06,doc.10006,1932). Para Petersen, el viaje de estos especialistas culinarios, que aunque amateur, fue un suceso favorable porque le permitió brindar a sus pasajeros una mesa con sabrosos platillos marinos y cócteles propios de los mejores restaurantes del istmo algo inusual en buques cargueros donde el sabor no era un requisito que acompañase siempre a los alimentos. El “chupe de camarones” (sopa) entre los primeros y el “chilcano de pisco” entre los segundos fueron las anotaciones que Petersen recogió de los comentarios de todos los que disfrutaron de aquella particular travesía. Concluido el viaje, el capitán les ofreció un contrato, pero nuestros protagonistas no eran hombres de mar y declinaron la oferta para quedarse en tierra. Los Ferreyra consiguieron empleo en el entonces “Hotel Francia Inglaterra”, uno de cuyos accesos daba a la actual Plaza Mayor de Lima, siempre visitado por las personalidades de la época.
En febrero de aquel año, el consulado peruano en Nueva Orleans repatría con dirección a Panamá a Froylán Meza en el vapor “Contessa” de la Standard Fruit Company ayudado por el cónsul Óscar Vásquez Benavides (MRE,Caja 8-39-B,of.15,doc.10116,1932). Meza era natural de Huacho y chef de cocina que había intentado ganarse la vida, sin éxito, en los Estados Unidos. Acompañado de su esposa y de su hija llegó al despacho del cónsul Del Solar para pedirle apoyo para el tramo Panamá-El Callao, ya que estaban en indigencia. Del Solar intenta embarcarlos en el “Lagarto” de la Pacific Steam Navigation, pero como Lima no aprobó a tiempo la compra del pasaje los cambió al buque “Amasis” de la Hapag-Lloyd donde aceptaron a Meza como parte de la tripulación trabajando como cocinero para cubrir los pasajes de su familia. Meza terminó deleitando a todos con platillos de la culinaria tradicional de la costa norte del Perú como el “pato a la chiclayana” y el arroz con pato. Lo anecdótico fue que cuando llegó finalmente la autorización del ministerio para emplear hasta $40 en la repatriación, Meza ya estaba en aguas ecuatorianas en ruta hacia el país de los incas (MRE,Caja 8-39-B,of.19,1932).
Producto de una campaña antiperuana, el doctor Teófilo Santillana y los profesores Julio Mayta y Francisco Chunga debieron salir de Colombia y fueron expulsados hacia Panamá en octubre (MRE,Caja 8-39-B,of.53,doc.10087,1932). Allí el cónsul Juan Picón —que había asumido en su cargo el 1° de agosto de 1932 en reemplazo de Del Solar— les prestó ayuda para que pudiesen retornar al Perú. Los tres embarcaron en el “Urubamba” donde los profesores Mayta y Chunga emplearon su tiempo libre para escribir una breve historia gastronómica de los platos que la nave ofrecería en su travesía mientras que Santillana, aficionado al dibujo, ilustró la carta del menú de alimentos del buque (MRE,Caja 8-39-B.of.77,doc.10111,1932).
En noviembre de 1932, la moneda peruana experimentó una devaluación respecto al dólar lo que evaporó el presupuesto operativo con que se contaba para las tareas de repatriación afectando a todos los consulados incas en el mundo. En esa coyuntura Lima se vio en la necesidad de informar al consulado en Colón que no había dinero para repatriar al peruano Julio Pastor (MRE,Caja 8-39-B,of.86,1932). Finalmente, Picón logró embarcarlo en el vapor “Sesostris” de la Hapag-Lloyd como parte de la tripulación viviendo una situación similar a la de Meza.
El siguiente esfuerzo de repatriación acontecería en 1933. El 15 de setiembre de ese año Enrique Vallarino —que había sido cónsul peruano en Ciudad de Panamá en 1919— fue nombrado cónsul honorario en Colón. Vallarino era panameño nacido en Lima, sus padres Juan Vallarino y Josefa Miró-Quesada habían vivido en el Perú como diplomáticos y Enrique obtiene la nacionalidad panameña por decreto firmado por el presidente Porras en enero de 1919 (MRE,Caja 8-39-B,of.23,h.8896,1933). Catorce años después tuvo la tarea de repatriar veintitrés peruanos en el buque “Rímac” (MRE,Caja 8-39-B,of.93,1933) donde también se produjeron amenas anécdotas culinarias con platos del folklore andino hechos por los pasajeros.
Las repatriaciones de aquellos años, como una expresión de migración inversa, evidencian, por la forma cómo se llevaron a cabo, aportes culinarios concretos bidireccionales que contribuyeron a reforzar la imagen de una gastronomía peruana diversa y en constante evolución.