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- 01/05/2012 02:00
La Conspiración de Catilina
‘ Those who cannot remember the past are condemned to repeat it’. (‘Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo’).
Considero muy apropiadas a nuestros tiempos la sentencia de George Santayana, el insigne filósofo y educador hispano-estadounidense.
Soy aficionado de la Historia, pasión que adquirí durante mis años institutores, siento particular interés al periodo de la Última República Romana. Muchos de los eventos de ese periodo mantienen vigencia histórica. Hoy me refiero a un evento del periodo conocido como La Conspiración de Catilina.
Lucio Sergio Catilina fue un brillante militar, político y senador de la República Romana del 108 a. C. Su ambición era ser electo cónsul e inicialmente contaba con el apoyo de la aristocracia conservadora. Al retirarle su apoyo la oligarquía, Catilina, junto con otros personajes de la época, que incluían a Cayo Julio César, fundaron un partido político conocido como Di factio popularis, el Partido del Pueblo, que, como expliqué en un artículo anterior, da origen al fenómeno político conocido como ‘populismo’.
Los populares buscaban mayor poder para las Asambleas del Pueblo como medida de control de la oligarquía. Promovían mayores derechos representativos de la ‘plebe’, el pueblo llano, condonación de deudas de los más pobres y mayor acceso a la distribución de terrenos públicos; objetivos loables a primera vista, pero, que en realidad, como lo demuestra la Historia, era un esquema demagógico para la toma del poder político para sus propios beneficios, ya que Catilina era auspiciado y financiado por Craso, el hombre más rico, ambicioso y temido de la Roma Republicana.
Frustrado y sintiéndose ofendido por la oligarquía por bloquear sus ambiciones de poder, Catilina se convierte en un populista exacerbado y dirige una confabulación para la toma a la fuerza del poder, con la participación de militares, senadores y la plebe, que la Historia conoce como ‘La Conspiración de Catilina’. Se rumora que César formaba parte de los conspiradores, pero él siempre lo negó. La Conspiración fracasó, gracias a la activa participación de Marco Tulio Cicerón, uno de los hombres más eruditos de la historia.
Cicerón (Kikero, como lo llamaban los antiguos romanos), fue un gran orador y una de sus piezas más conocidas so n sus discursos en el Senado Romano con que desbarata la Conspiración de Catilina, apropiadamente conocidas como ‘Las Catilinarias’, fueron cuatro. Las conocemos tal cual él las pronunció, gracias al hábito de Cicerón de exigir la transcripción exacta de todas sus intervenciones orales. Para este propósito contaba con un cuerpo de secretarios que transcribían sus intervenciones, dirigido por Tiro, su esclavo, luego liberto. Tiro perfeccionó un sistema de estenografía ideado por los griegos y por ese logro se conoce como el Padre de la Estenografía Moderna.
Catilina, derrotado en el Senado, toma las armas, promueve una rebelión militar, es derrotado y sentenciado a muerte, a pesar de la brillante defensa de César. (Hay un expresivo cuadro en la sala del Senado italiano donde se muestra a Cicerón ante el trono de Júpiter expresando sus Catilinarias y a Catilina, solo en los estrados, apartado por el resto de los Senadores).
Cicerón por sus esfuerzos es declarado por el Senado como Padre de la Patria, cuyo título portó con orgullo y honor hasta su muerte.
De las Catilinarias, la más conocida es la Catilinaria Prima, de la cual me permito transcribir sus primeras frases: ‘¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia tuya?’.
Mis lectores observaran que frecuentemente cierro mis artículos con la frase inicial de la Catilinaria Prima, pues le encuentro muy atinada a los momentos.
BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.