- 25/01/2021 00:00
La confianza: batalla perdida
No hay forma de salir de esta. De la sospecha: la justificada y la malintencionada. No pretendo defender los desaciertos del Gobierno y hay que reconocer que hay gente realmente preocupada porque las cosas sean justas y se hagan bien. También hay otros que solo aprovechan un desliz para atacar sin misericordia. Algunos párrafos de esta entrega los publiqué hace algunos años. Cambié algunos renglones; una que otra palabra, porque en realidad, poco cambia para bien.
Si en efecto, personas que no son del primer grupo de las vacunas contra la COVID-19 la recibieron, es un hecho inmoral. Pero, sospechábamos que algo así ocurriría. Y en medio de la tensión colectiva por la pandemia, ese hecho se incorporará como una nueva línea de los señalamientos de juegavivo y corrupción a la cual estamos acostumbrados.
El nigeriano Tunde Jaiyebo resumió en un artículo, publicado en el Nigerian Tribune, que: “Cuando hay confianza, existe la libertad de confiar y depender de esa persona”. Este señalamiento es perfectamente aplicable a los que nos han gobernado en las últimas décadas y, ante todo, en los sistemas de Gobierno que deben sostener la confianza como uno de sus más importantes propósitos. Pero no la hay.
En los países en vías de desarrollo, aún a inicios de este nuevo siglo, la impunidad de los que delinquen, para beneficio personal y de los suyos, es alarmante y desconsolador. Y el sistema no parece poder corregirse por sí solo y la violencia, en aras de esa corrección, no debe ser la solución. Pero, igualmente, ¿hay alguien que piensa que esto va a terminar bien? Con “terminar bien”, me refiero a que, en algún momento, de ahora a unos 50 años, podremos mirar a alguien que se mueve en los círculos de poder y los subcírculos y no dudar sobre su honestidad.
Ya sé; hay muchas personas que ni directa ni indirectamente han cometido actos de corrupción o atentado contra la cosa pública, pero no actúan o se sienten impedidas de actuar y denunciar porque un señalado, o una mencionada, es la sobrina del compadre del hermano, por ejemplo. ¿Qué nos queda? ¿Cuándo podremos recuperar la confianza en los que nos lideran?
A como dé lugar, debemos esforzarnos por provocar las correcciones desde los pocos escenarios medianamente impolutos que quedan; la academia, por ejemplo, y desde allí, fortalecer conductas humanas que han perdido valor, han sido desvirtuadas o han cobrado significado alejado de su razón para conveniencia de los que delinquen.
La confianza y la ética de un pandillero son muy diferentes a lo que en esencia debiera ser en el contexto de garantizar una sociedad más balaceada y estable, pero existen. Igualmente, en los círculos económicos y de poder. Entre esos, como hemos visto en los casos que han sido expuestos al escrutinio público y legal, la ética es un asunto que manejan para su beneficio de grupo social y la confianza tiene matices multieconómicos y sociales.
Jaiyebo cita a Stephen Covey, señalando que: “La confianza es el pegamento de la vida. Es el ingrediente más esencial en la comunicación efectiva. Es el principio fundamental que mantiene todas las relaciones”.
Fred Hilmer, académico australiano, abogado y hombre de negocios, señaló que: “El liderazgo requiere de cinco ingredientes: cerebro, energía, determinación, confianza y ética. Los retos de hoy se centran en las dos últimas: confianza y ética”. En este país, la ética se la exigimos al otro, criticamos indignados sin mirarnos al espejo.
Lo de las vacunas inmerecidas era previsible y después de tantos eventos puntuales, como los ventiladores o el hospital modular, cuesta entender cómo no lo previeron, incluso conociendo del actuar de enemigos políticos o gratuitos de su gestión. La desconfianza ya es mayor que el reto de mantener protegida a la población para garantizar el control de la pandemia.
Estoy seguro de que tarde o temprano la batalla contra la COVID-19 se ganará, pero recuperar la confianza, es una causa perdida.