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- 19/01/2013 01:00
Constituyentes y constituciones
Consta, a quienes han seguido mis escritos, que a lo largo de los años me he ocupado de las reformas a la Constitución Política vigente y siempre he insistido en que el tema se ha desenfocado y convertido en una especie de callejón sin salidas viables ni positivas.
Luego del ensayo de la ‘comisión de los notables’, que concluyó con un texto que duplicaba al vigente, desconocido por más del 80% del país, e imposible de someter a una consideración analítica y sosegada por la proximidad de las elecciones, parecía que el asunto ‘dormiría’ hasta después de los comicios. Pero nuevas y distintas voces, sin coordinación entre ellas, han vuelto a agitar el tema para promover la aberración llamada ‘la Constituyente Paralela’, un adefesio jurídico infelizmente insertado por las reformas del año 2004.
Nuestro país, original en tantas cosas, ha tenido, hasta ahora, dos ‘Asambleas Constituyentes’ y cuatro o cinco constituciones, según cuan purista o flexible sea la interpretación de las circunstancias en las cuales se dieron. La primera ‘Constituyente’ fue la de 1904 y produjo la primera Constitución, producto natural del nacimiento de la república. Fue reformada en 10 ocasiones durante los 37 años de su vigencia.
La segunda Constitución, la de 1941, impulsada por el doctor Arnulfo Arias, después de su victoria electoral del año anterior, no nació de una Constituyente, sino que fue aprobada por la Asamblea Nacional y luego ratificada por un referendo. Rigió hasta 1945, cuando se instaló la Segunda Asamblea Nacional Constituyente, de las llamadas ‘originarias’, que asumió todos los poderes: designó presidente a Enrique A. Jiménez, que ejerció hasta 1948, cuando se celebraron nuevas elecciones presidenciales y se autodesignó y prorrogó como Asamblea Nacional para el mismo lapso.
Esas son las dos únicas Asambleas Constituyentes, convocadas como tales, que hemos tenido en Panamá. En 1972, el gobierno militar había creado una ‘comisión de reformas revolucionarias a la Constitución de 1946’, para que fueron sometidas a la recién creada Asamblea Nacional de Representantes de Corregimiento. Sobre la marcha y de hecho, la transformaron a ‘asamblea constituyente’, y de ella nació el texto original de la que todavía se conoce como ‘la Constitución de 1972’, aunque de su texto original no queden rastros, después de los cambios sustanciales hechos mediante el Acto Constitucional de 1983. Por este, según afirmó el fallecido constitucionalista, doctor César A. Quintero, ‘nació una nueva Constitución’.
En resumen, ‘la Constituyente’ que ahora se propone, originaria o paralela, vendría a ser la tercera. La primera era necesaria para estructurar la nueva república; la de 1945 fue convocada como la vía política para poner término al gobierno de Ricardo Adolfo de la Guardia, quien pretendía ejercerlo hasta febrero de 1947, basado en que la Constitución de 1941 había extendido a siete años el mandato presidencial. ¿Qué justificaría, con la urgencia que se demanda, la tercera, paralela o de la clase que sea?
El mandato de Martinelli concluye el 30 de junio de 2014 y aunque lo deseara o intentara extenderlo esa fecha es inalterable. El pueblo rechazaría cualquier intento de prolongación de su mandato. Por otra parte, aún concediendo, en gracia de discusión, que la Constitución necesita de cambios importantes, la sensatez aconseja que, partiendo del proyecto elaborado por ‘los notables’, se abra un espacio para la consulta y la construcción de los consensos sobre las reformas específicas que el país, no unos cuantos, estime oportunas y convenientes.
Ante todos los que quieran escucharme o leerme seguiré sosteniendo que ante la proximidad de las próximas elecciones insistir en promover una constituyente, de la clase que sea, aparte de inoportuna encierra un peligro de alteración del calendario electoral y agitaría las aguas para que armen sus anzuelos los ‘pescadores en río revuelto’.
CANDIDATO PRESIDENCIAL INDEPENDIENTE