Crisis mental

Sin duda, la pandemia nos atrapó con una economía desecha, después de cinco años de terremotos innecesarios.

Estrenando a un Gobierno que nos dijo que se había programado toda su vida para ello. Hasta pensé que su agenda estaría tan cargada que quizás el tiempo no daría espacio.

Al llegar la pandemia nos puso en carreritas. Ya habíamos pedido préstamos para dinamizar y ahora para curar. Varios billones. Número que me espeluca el alma.

En eso llevamos casi un año. Vamos, por lo que veo, rumbo al tercer cierre y esperando la vacuna; que, por los rumores científicos, cada día se debilita ante las potentes cepas.

Sin visión de país y con la misión de echarle mano a todo lo que se pueda empeñar, es nuestro enfoque económico. Ya les debemos a todos los que prestan. Ya somos hasta riesgo para los agiotistas del BM y el FMI. Las evaluaciones de calificación nos ponen en rojo candela.

En medio de la agonía. Escándalos superados por los posteriores. Crímenes. Corrupción. Se nos asoma un futuro oscuro y un Gobierno cuyo ego y fantasías de éxitos le nubla el pensar y le hace errático el actuar.

La adulación y su abuso. La pérdida de objetivos y el aplaudir constante, como método de entrenamiento, parecen ser los requisitos mínimos para trabajar en el Estado.

Creo que el presidente aún puede corregir, porque en verdad no solo le está yendo mal a su equipo. El país está devastado.

Este barco necesita una hoja de ruta. Una mejor tripulación. Buscar aguas mansas. Usar una brújula o mejor un GPS. Encontrar puerto seguro. Entienda, señor capitán. En su barco vamos todos.