El Canciller Javier Martínez-Acha indicó que Bolivia tiene que tomar una decisión sobre la petición de Méndez, quien goza de protección temporal

- 19/05/2025 23:00
En los últimos tiempos he advertido, complacido, debo confesarlo, que el tema de destaponar América, Panamá y el Darién ha tomado fuerza hasta en La Estrella de Panamá. Como geógrafo tengo más de dos décadas de encabezar una campaña para sensibilizar tanto en Panamá como en Colombia sobre un tema crucial para nuestro presente y porvenir.
En 2009 publiqué un artículo titulado “El tapón del Darién... ¡Del mito a la realidad!”, en el que postulaba un tema que repetí, actualizado, en febrero de 2014. Regresé en diciembre de 2023, con una propuesta que titulé “Estrategia para destaponar ordenadamente el Darién” y en marzo de este año destaqué la “Urgencia de destaponar Panamá y Darién”.
Mientras, en varios artículos sobre ordenamiento territorial y migraciones publicados finalmente en mi libro Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1900 a 2022 (repetido en la segunda edición, de 2024) insistí en un asunto que había sido relegado por los líderes de opinión y por los responsables políticos panameños desde hace décadas. Desde la primera edición de mi libro donde aparecía el último artículo, he notado cada vez más personas, ahora mayoritarias, que coinciden conmigo y la situación que debió, como muchas otras cuestiones, resolverse en Panamá desde finales del siglo pasado. Ha habido, así, un cambio de actitud y de opinión cada vez más favorable.
Los líderes colombianos más lúcidos mencionan un tema vital para el desarrollo de nuestros dos países y de toda América, el tapón del Darién localizado en una frontera terrestre de 266 kilómetros entre el Caribe y el Pacífico. Los vendedores de miedo se lo habían apropiado y creado una atmósfera de rechazo a la necesaria y urgente comunicación terrestre entre Panamá y Colombia, entre Alaska y la Tierra del Fuego. Se han tejido tantos mitos y fantasías que hasta se ha olvidado de dónde proviene el temor primordial en el istmo: el rechazo de Colombia y lo colombiano por parte de los fundadores de la República en 1903. Los próceres, quienes eran casi por mitad comerciantes de origen cartagenero, vivieron bajo el terror de la reconquista e impusieron una visión de su patria ancestral muy negativa. Se presentó injustamente el período colombiano como causa de todos los males y se persiguió, hasta la década de 1930, al que discrepara de la tesis oficial.
Después de proponerse el proyecto de la carretera Panamericana desde una conferencia interamericana de 1923, repetido en 1925, 1929 y 1939 y recibir el firme apoyo de Estados Unidos, fue bloqueado por su Departamento de Agricultura en 1978 para detener la propagación de la fiebre aftosa, controlada ahora a ambos lados de la frontera panameño-colombiana. Luego, fue el terror de la narcoguerrilla y de la delincuencia común que ha sido explotado por diversos grupos de interés, ganaderos temerosos y políticos inescrupulosos principalmente que lograron cesar en 1997 el transbordador marítimo entre Colón y Cartagena inaugurado en 1994. Se reanudó el interés en terminar la carretera Panamericana y para destaponar el Darién en 1992, solamente para ser detenido por preocupaciones ambientales más bien ideológicas. La oposición a la emigración irregular desde Sudamérica por el tapón del Darién (que tuvo un millón de personas entre 2022 y 2024), desconoce que la falta de carreteras y verdaderos poblados formales favorece el tránsito ilegal.
El argumento repetido era que destaponar Darién por carretera o ferrocarril favorecería la llegada de multitudes de maleantes a Panamá, cuando todos sabemos que los capos llegan en primera clase comercial o en aviones privados, mientras que los colombianos decentes y trabajadores, que son una gran mayoría, también lo hacen por vía aérea.
Los dirigentes panameños desde hace ya muchos años, en vez de ejercer su responsabilidad de liderazgo al orientar a la población y hacer su tarea con valentía y visión, han tomado el camino fácil de plegarse a la encuesta de opinión manipulada por la burda propaganda xenofóbica anticolombiana, por los ambientalistas irracionales y con agendas políticas personales, por los timoratos de toda laya y por el recuerdo lejano de 1903.
Una carretera y/o ferrocarril entre Panamá (2 millones de habitantes) y su gran centro portuario internacional, y Medellín (4,5 millones), corazón económico de Colombia (53 millones), por 750 kilómetros, parecería una mejor inversión financiera que otros proyectos por tierra. Cortamos la carretera Panamericana de 18.000 kilómetros por sólo 58 kilómetros en el lado panameño del tapón del Darién (53 kilómetros en Colombia). ¡Genial!
La tozudez de algunos y la apatía o debilidad de los gobernantes han logrado durante demasiado tiempo paralizar una obra vial que tiene ya más de 50 años de atraso, para destaponar el Darién. Obra que traería enormes beneficios para todo el continente, para toda la región y, naturalmente, para Panamá.
Reitero que cualquiera que conozca, aunque fuera someramente degeografía, sabe que la mejor manera de controlar un territorio fronterizo es mediante el establecimiento de lugares poblados y vías de comunicación formales. Las autoridades competentes tuvieran acceso fácilmente a ellos. El territorio aislado propicia la deforestación, fenómeno que sigue extendiéndose por ganaderos inescrupulosos que aprovechan la ausencia de autoridades que no pueden acceder al área por falta de carreteras y de lugares poblados verdaderos. Finalmente, una buena vía de comunicación por tierra con el vecino colombiano debería favorecer una necesaria relación amistosa, política, económica y humana, elemento básico para nuestra seguridad, nuestra paz y nuestra prosperidad. Además, cumpliríamos, al fin, con nuestro destino histórico acorde con nuestra posición geográfica de unir más América y la región bolivariana.