• 02/10/2024 00:00

Cuando engorda la burocracia, se faja

El estudioso alemán considera [...] a la burocracia ‘como un tipo de poder que se ejerce desde el Estado, y que está llamado, desde el punto de vista técnico, a lograr el grado más alto de eficiencia...’

El politólogo Max Weber tuvo en su vida varios méritos. Economista alemán a quien algunos le adjudican haber creado la sociología, se preocupó en dar una explicación y sentar las bases teóricas de un sistema más amplio que aquellos que habían sido concebidos por Karl Marx. Le tocó interpretar un mundo que surgía en el contexto de la revolución industrial y al fenecer el siglo XIX.

Weber tenía la postura, según los estudiosos de su pensamiento, de que “la economía política no tiene que orientarse por ideales eudemónicos (la felicidad como bien supremo) ni por principios éticos (justicia) ni por intereses de clase de los que se desprenden juicios a favor o en contra de determinados modos de producción (caso del marxismo)”. Sus aportes no se quedaron en aspectos conceptuales; hizo una radiografía de los aparatos corporativos.

En su haber investigativo, a él se le concede la paternidad del concepto ‘burocracia’, que en principio orienta el trabajo de las entidades públicas y privadas. En su origen etimológico esta palabra proviene del sustantivo francés bureaucratie, de allí “bureau”, escritorio y por extensión oficina y “cratia”, que viene del griego y este de la raíz que significa poder y fuerza. Es entonces una fortaleza que surge de los conglomerados con una estructura vertical.

El estudioso alemán considera entonces, a la burocracia “como un tipo de poder que se ejerce desde el Estado, y que está llamado, desde el punto de vista técnico, a lograr el grado más alto de eficiencia, en tanto es el medio formal y racional capaz de aportar mecanismos eficaces de control de la gestión administrativa”.

En Panamá, que somos tan pragmáticos y que seguimos los patrones impuestos por sistemas occidentales en boga, hemos ido más allá de toda idea conceptual y se ha llegado al extremo de que si la burocracia aumentara en sus dimensiones estructurales, habría que tomar medidas y empezar a fajar a sus agentes. Un diario de la localidad ha divulgado que, en investigación realizada, se encontró que 46 funcionarios se sometieron a operaciones bariátricas.

Al parecer fue una política de Estado, por cuanto las intervenciones quirúrgicas que buscaban reducir el grosor del área estomacal de los beneficiados correspondió a una decisión de altas autoridades del Órgano Ejecutivo. Según los datos recabados, el Ministerio de la Presidencia autorizó en la administración que terminó su vigencia en junio de 2024, la suma de 711.288.64 para pagar tales tratamientos. Un médico realizó la mayoría de las operaciones.

Aquí se suma una nueva palabra para los legos: “bariatría”. Según los entendidos, “hay diferentes tipos de cirugía bariátrica, y todas cambian el funcionamiento del sistema digestivo. Algunos tipos achican el estómago y reducen su capacidad para contener alimentos, de manera que la persona se siente satisfecha más rápido y come menos”, de acuerdo con el Diccionario del Cáncer.

Lo que era un secreto en un principio, así como el conocer la identidad de quienes se dejaron abrir el estómago para achicar la configuración del cuerpo, llenó a muchos de curiosidad más bien morbosa y empezaron a salir los nombres. No eran personas que estaban en algún riesgo de morbilidad o mortalidad, sino altos funcionarios e individuos (de ambos sexos) allegados a la cúspide del poder político.

Es un escándalo, pues no se sabe quiénes concibieron tal medida y el porqué un solo doctor se armó del escalpelo para intervenir la ‘caja de los alimentos’, como suelen decir los narradores boxísticos y los intestinos. Este es un procedimiento de alto riesgo y hasta el momento no se ha sabido de ningún caso de empeoramiento de las condiciones de los sujetos que pasaron por el quirófano.

Esta experiencia demuestra que cuando engorda la burocracia, no basta fajarla, sino que es necesario meter cuchillo a sus representantes más conspicuos. Weber nunca concibió esta ingeniosa aplicación a sus teorías.

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