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- 13/08/2021 00:00
Cuento sobre inmigrantes
Luego que negociaciones centroamericanas rechazaron el paso de los migrantes por sus países, grupos de aborígenes organizados presentaron facturas a España, Francia e Inglaterra, por haber comprado esclavos en África para explotarlos en América de la peor forma.
Se comprende entonces por qué, a casi a tres años de la pandemia, llegaron los primeros 50 mil inmigrantes al puerto de Guantánamo. Dice que “Mista” Biden había logrado convencer al Senado para convertir los 170 kilómetros cuadrados del mejor refugio de huracanes en el caribe en un proyecto capitalista parecido al de la Zona Libre de Colón de Panamá, Hong Kong o Singapur, por considerarlos más viables, estratégicos y necesarios que un penal para peligrosos delincuentes de EE. UU. y hasta mejor que el muro propuesto por “Mista” Donald Trump.
Allí, en la estratégica bahía arrendada a perpetuidad con derecho o no por los gringos, los inmigrantes que aceptaban capacitarse en Colombia podrían soñar después de tomarse un plato de sopita caliente todas las noches antes de acostarse. El emporio comercial tendría casi todas las facilidades de un país libre asociado y sería uno de los territorios más pequeños del mundo.
Cuentan los que saben que los administradores de Guantánamo no han observado nunca la necesidad de crecer territorialmente y eso viene desde 1894, cuando los gringos arrendaron a perpetuidad toda la bahía cubana, luego de independizar a Cuba tras derrotar a España. Y, no solo por esa razón tomaron más terreno, sino que Guantánamo está muy cerca de Santiago de Cuba, de manera que un ingeniero del canal, que participó en la mesa del proyecto, mentó que, aun siendo la base solo tres veces más grande que el distrito de San Miguelito, era suficiente para albergar hasta dos millones de personas.
El cuento fuerte tiene sus raíces en Panamá, por donde los comerciantes de gran parte del mundo pasaron sus riquezas e incluso no se pelean árabes con israelitas, también incluyen como causa válida el pánico en los refugiados al pasar por Darién, ya que los indios gunas (“hablar entre nosotros”), explicablemente se crisparon y a todo el que hablaba español con acento cubano o “patuá” los inmovilizaban en cepos al borde de hormigueros muy adentro de la selva y en la cima de la cordillera del Capo, como cobrándose la orden de exterminio total para los gunas dada por España. Dicen que a muchos “cubiches” blancos y negros los encontraban comidos de lobitos de cerro y cangrejos de tierra.