• 13/04/2024 23:00

Cuidar el agua es cuidar la humanidad

El agua es vida, privatizarla es atentar contra esa vida, luchar por ella es situarse en una posición progresista, humana y solidaria

El principal recurso de Panamá no es el Canal, ni las minas de cobre, ni el banano. Además de su recurso humano, el principal recurso natural de Panamá es el agua dulce.

Como lo ha demostrado la reciente sequía, sin el agua dulce el Canal no podría aportar la millonaria anualidad que da al fisco, tampoco garantizar la sobrevivencia de su población. Y cuando la actual cuenca presente sus primeras grietas, con seguridad nuestros estrategas apelarán a otros ríos para nuevos embalses, que además de la vía interoceánica, garanticen el recurso humano.

Como sostuvo un día el ya desaparecido dirigente Rubén Darío Sousa, el agua es para Panamá, lo que es el petróleo para Venezuela, el cobre para Chile o el estaño para Bolivia. Tanto vale y como tenemos tanta, no la valoramos en su justa dimensión.

Centenares de ríos desembocan en la vertiente del Caribe y otro tanto en el Pacífico, curiosamente, sin embargo, aunque quizás esté cuantificado, el valor del agua en Panamá se mide por el servicio que prestan instituciones como el Instituto de Acueductos y Alcantarillados, por los galones que pone en el tránsito de cada barco por el Canal.

Hasta hace pocos años ese valor no estaba incorporado a los costos de cada tránsito. Entiendo que el descuido fue corregido durante la actual administración que encabeza el doctor Ricaurte Vásquez.

Llamo la atención sobre el valor del agua porque varios documentos de entendidos en la materia advierten o señalan el agua como uno de los recursos que podría determinar las guerras del futuro, un subrayado que reclama mayor atención dado los desafíos que enfrentará la humanidad considerando los cambios climáticos que se avecinan.

Creo que esa guerra ya empezó considerando las formas de privatización conque va siendo tratado este recurso. En lugar de la preservación de ríos, de controlar la contaminación que se observa en distintas áreas del planeta, algunos “emprendedores” han optado por embotellar y venderla.

En lugar de políticas públicas que comprometan a los estados con la potabilización del líquido, varias son las empresas que han optado por esta práctica que para muchos resulta mejor, por la contaminación de ríos antes citadas.

El problema es que el agua, en especial el agua dulce, no es cualquier producto, ni apareció cuando el hombre plantó sus pies sobre la tierra. Ha existido mucho antes, y no hay civilización alguna que no haya crecido a orillas de un río, porque el agua es piedra angular de la vida en sociedad. Nadie puede vivir sin ella, y apuntar hacia la privatización del recurso podría significar una línea divisoria entre la vida y la muerte de millones de personas.

Lo digo porque hace ya algunos años en Europa se debate el tema, y en algunos tratados de Libre Comercio comenzó a aparecer desde principios del siglo XXI. El agua es vida, privatizarla es atentar contra esa vida, luchar por ella es situarse en una posición progresista, humana y solidaria.

El autor es periodista
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