• 16/12/2014 01:00

La cumbre de Panamá

"Si la invitación a Cuba pretende... un cambio en el tratamiento que se le ha dispensado"

La invitación del Gobierno de Panamá para que Cuba participe en la próxima Cumbre de las Américas ha generado un sinnúmero de reacciones y una interesante controversia que valdría la pena analizar. Por un lado, las presiones de algunos países del Alba que, como Venezuela, Nicaragua y Ecuador, condicionan su participación a este encuentro regional a la invitación de Cuba. Por el otro lado, las voces disidentes que promueven mantener la exclusión de la isla, alegando que el Gobierno de Cuba es antidemocrático, que no cumple con los parámetros de la OEA y viola los derechos humanos y las libertades fundamentales de sus ciudadanos.

La controversia está planteada. Cuba ya decidió asistir y, con ello, se puede anticipar una nutrida participación del resto de los países del Alba. Del otro lado, el secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, dijo que es preferible concentrarse en los temas de fondo de la Cumbre que en el eterno debate sobre quiénes vienen y quiénes no. Así las cosas, todo parece indicar que la Cumbre de Panamá podría convertirse en una ocasión histórica, en la medida en que ambos, Obama y Raúl, decidan participar. Y, por los vientos que soplan, esa probabilidad se acerca cada día más a una posibilidad, puesto que hay fuertes rumores que indican que Obama ha decidido venir. De ser así, sería la última oportunidad que tendría de participar en calidad de presidente.

El mensaje del Gobierno de Washington, que aspira a que la cumbre sea ‘incluyente’, les brinda una oportunidad de oro para que se profundicen las conversaciones que ya adelantan, especialmente desde que Raúl Castro asumiera la Presidencia de Cuba y que, en el mejor de los casos, se pueda dar inicio, finalmente, a un verdadero diálogo y discusión de la agenda bilateral entre ambos países. Si la invitación a Cuba pretende o sugiere un cambio en el tratamiento que se le ha dispensado al mantenerla aislada de la gran mayoría de los foros democráticos regionales como la OEA, entonces habría que preguntarse si el Gobierno de Castro estaría dispuesto a iniciar una suerte de apertura política en el país, que permita a los ciudadanos gozar de las libertades y de los derechos humanos que hasta ahora les han negado.

Y es que pareciera ser que no les queda de otra. El liderazgo gubernamental cubano no puede esconder la difícil situación económica a la que se enfrenta. Tiene que buscar la forma de encontrar puntos de coincidencia para lograr que le quiten el embargo que, por tantos años, le ha servido de excusa y justificación para esconder las realidades de un sistema político, económico y social agotado y que, en estos 50 años, le ha causado más dolor que satisfacción a sus conciudadanos. Para nadie es un secreto que la isla prácticamente depende de la ayuda económica que recibe por cuenta de Venezuela. Pero la realidad es que la precaria situación de la empobrecida Venezuela de hoy no le permitirá, en el corto plazo, mantener esa fuente de financiamiento de una chequera que otrora fue tan generosa, pero que ya muchos presagian que pronto se agotará.

Si la reincorporación de Cuba al foro de los países miembros del sistema interamericano y su participación en la Cumbre de Panamá se puede interpretar como un esfuerzo encaminado a lograr la apertura y democratización de la isla con todo lo que esa acción conlleva, entonces estaríamos frente a un hecho inédito y a todas luces histórico. De lo contrario, habría que preguntarse: ¿A qué viene Raúl?

ECONOMISTA

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