• 17/02/2023 00:00

El custodio de los mares panameños

“[...] es deber de todos, exigir que los mares de nuestro país, […], sean respetados por parte de los dignatarios de la Autoridad Marítima de Panamá y de todo agente económico o político, vuelvan a ser limpios, productivos y seguros para todos”

El mar abarca dos tercios de la superficie terrestre. Es comúnmente dicho que el planeta Tierra, debería ser llamado agua ante la incidencia extraordinaria de tal líquido en su superficie, por ello los océanos son fuente de vida, allí se originó tal fenómeno, incidiendo continuamente en la vida humana, no importan cuán ligada esta se encuentre de la superficie terrestre que nos da soporte, sitio de construcción de infraestructuras y, para efectos de este artículo, un sitio seguro para contemplar la maravilla que es el mar.

Ningún otro sitio más privilegiado para hacer aquello que en Panamá. La delgadez de su istmo permite que, en ciertos sitios, estés a minutos de contemplar un océano u otro. Como sabemos, tal Istmo, fue forjado por la naturaleza, hace apenas diez millones de años, comparado con los cuatro mil quinientos que tiene el Globo, siendo el territorio de nuestro país una especie de experimento de la geografía para unir dos masas continentales en un solo continente americano, con lo que esto ha significado para la ecología, la economía, la historia y la política de la humanidad.

Panamá mismo, ya como país, logró fama mundial al ser la ruta interoceánica de los conquistadores, su separación de la hermana República de Colombia, a través de una hábil conjura de la cual aquella fue clave. Los tumultos políticos del Siglo XX, muy a diferencia del siglo anterior, nos han dado en la actualidad, un poderoso Canal de Panamá, un registro marítimo con la mayor cantidad de abanderamientos y una posición importante en la Organización Marítima Internacional. A lo interno del Estado panameño, la institución que tuviese el privilegio de enarbolar la Estrategia Marítima Nacional, debería ser una de excelencia, transparencia sin par y al servicio de todos, una entidad donde la confianza brotara y la promoción de la más alta tecnología al servicio del ambiente marino que tanto le ha dado a la sociedad, nos diera mares limpios, seguros, donde se navegue sin mayor preocupación que las tareas encomendadas, pero en lugar de todo esto, nos hemos quedado con la versión actual de la Autoridad Marítima de Panamá.

Una entidad con una estructura ya vetusta, comparada con sus necesidades, una Junta Directiva que no dirige nada, sino que se encuentra sometida a su administrador general, que, según la Ley, debería es estar a su servicio, que toma sus decisiones dentro del más celoso secreto, violando el debido proceso legal en cada momento, sin preocupación alguna por la puntual publicación de sus actas, o de sus decisiones, cuando son estas de interés general.

Su funcionariado, trabajador, pero temeroso de ser transparentes, como exige esta era de los derechos, o hasta de ser justos. No es poco frecuente que un funcionario, ante una decisión injusta, baje la cabeza, se encoja de hombros y apele a un poder superior, un poder normalmente que se mueve por las vías de hecho, que mueve los hilos de toda la maquinaria AMP.

Una entidad dirigida para luchar contra la transparencia, que ha hecho de la contratación directa excepcional según la Ley, la generalidad. Selectivos, por supuesto en quienes son contratados, aprovechando un descarrilamiento de la contaminación sin precedentes, donde los responsables gozan de un ilegítimo anonimato, e incluso protección desmedida, pues no es raro que el propio administrador general salga en su defensa, sin abrir procesos internos o tener la mínima consideración legal.

En AMP, rige el principio apócrifo de que al que contamina, se le defiende y el que paga es el erario. Los requisitos establecidos en sus formularios y órdenes, como la edad del buque tomando referencia desde la puesta de la quilla, se aplica de manera selectiva, fomentando un tráfico de buques contrario a los estándares de excelencia, siempre discursivos del titular de la institución, y obligatorios a nivel mundial.

El legado se ve a simple vista: mares contaminados, desguazaderos sin instalaciones idóneas, todo un parque de buques hundidos, semihundidos, varados y en fin, haciendo peligrosas las aguas panameñas, suciedad sin responsable, pero sí pagada por el Estado, tráfico de búnker y, ante la evidente debilidad gubernamental, así como el reciente interés de potencias políticas en trasladar sus arenas de batalla a los pacíficos mares panameños sin miramientos al Pacto de Neutralidad.

¿Lo anterior puede cambiarse tan fácil como reemplazando al actual administrador general? No lo creo, si bien pienso que no hemos llegado a ver lo peor de lo que es capaz, las siguientes administraciones podrían ser peores con tal ejemplo. Se necesita una reflexión y debate público sobre buen Gobierno y derecho, pero también una decidida impronta por parte de la industria marítima nacional, la cual hoy día comprende una nueva generación de panameños dispuestos al adecentamiento del entorno en el que se mueven.

Al final del día, es deber de todos, exigir que los mares de nuestro país, que son vitales para el panameño y que a la vez sirven al mundo, sean respetados por parte de los dignatarios de la Autoridad Marítima de Panamá y de todo agente económico o político, vuelvan a ser limpios, productivos y seguros para todos.

Abogado
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