• 19/09/2021 00:00

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“Los pillos, regulares y políticos, tienen a su disposición nuestra ubicación, nuestros gustos, nuestra imagen y saben bien dónde encontrarnos”

La situación está difícil. Nuestro país se debate entre los problemas que ha creado la pandemia, y las secuelas que los mismos dejarán para siempre en nuestra sociedad. Solo Dios sabe qué nos depara el futuro, pero debemos tratar de planificar de manera positiva, optimista, ya que en nuestra mente están todos nuestros problemas, y también todas las soluciones.

El sufrimiento es uno de los mayores maestros que tenemos en el curso obligatorio de aprendizaje, en la carrera permanente de la Vida. Es curioso que cuando nos graduamos, al avanzar de curso, morimos. Somos estudiantes siempre. Podemos tener buenas notas, notas promedio, o simplemente mantenernos en el pase hasta que nuestra carrera termine. Nuestros resultados dependen de qué tanto aprendemos de las lecciones que imparte la cotidianidad.

Una vida cómoda, si bien es a lo que todos aspiramos, no nos enseña nada nuevo. Incluso, esa comodidad puede ser más bien una limitante en nuestro proceso de crecimiento personal, pues si estamos a gusto con nuestras circunstancias, sería casi antinatural tratar de cambiar la situación. Del modo opuesto, si identificamos carencias en nuestro entorno, ya sean materiales, espirituales o intelectuales, estamos programados para ubicarlas en nuestra carpeta mental de metas por cumplir.

Y allí es donde entra en el curso el maestro sufrimiento. Del tamaño que tenga nuestra meta, será el esfuerzo proporcional que debemos aportar para conseguirla. Entre mayor sea el esfuerzo, mayor será el sufrimiento que tendremos que soportar para llegar hasta donde nos hemos planteado hacerlo.

Debemos considerar también que todos somos diferentes. Sin importar la enorme cantidad de tiempo y recursos que empleen los poderes para promover la tan cacareada igualdad, es una falacia. La falacia de la igualdad busca acomodar las mentes en una línea de ensamble para producir sociedades estandarizadas, en las cuales las personas pierdan la capacidad de pensar por sí mismas, la habilidad de analizar, y el anhelado clímax de los Gobiernos, la manada de seguidores que jamás se queja. El mayor éxito de la falacia de la igualdad será igualar la capacidad de aquellos que están intelectualmente sobre el promedio, con aquel casi primate que solo busca la satisfacción inmediata de sus antojos, resultado reciente de una involución social. Si bien este tipo de personas no tiene demasiado tiempo de habitar el planeta, sus huestes tienen una tasa de crecimiento de espanto. No solo nacen, sino que se hacen.

Volviendo sobre lo escrito, no puedo evitar pensar si acaso no está ya establecida la línea de ensamble. Con demasiada frecuencia podemos percibir que las pantallas de televisión y de aparatos inteligentes nos han acostumbrado a eventos y situaciones que hace apenas unas cuantas décadas habrían resultado intolerables para el común de la sociedad. Crímenes horripilantes, drogas, pandillerismo, injusticia rampante, hurtos al erario, en fin, una lista enorme de fallas sociales que ahora vemos como normales, en vez de pronunciarnos en su contra.

Somos personas sin sueños. Albergamos apetencias, y muy momentáneas. Somos una sociedad insustancial, apenas primitiva, contrastada con la gran cantidad de tecnología que tenemos al alcance de nuestros dedos.

El brillo tecnológico nos ha vuelto miopes de la realidad, y ya no sabemos qué es real, ni qué es virtual. A través de las redes sociales se generan escándalos, se le da seguimiento al artista de moda, y hasta se ponen y se quitan Gobiernos. Estando tan sometidos a la inmediatez virtual, olvidamos que la vida real son procesos, y que los mismos requieren acciones y tiempo para realizarse. Pero estamos muy cómodos en la inacción.

¿Esfuerzo? No lo necesito. El ministerio de sabiduría dice que todos somos iguales, así que no necesito sudar para tener. ¿Sufrimiento? ¿Pa' qué? Nuestros líderes nos dan dinero por ser como somos. Nos pagan para que no cambie nuestro actuar. Eso debería resultarnos al menos sospechoso, pero no.

Entendamos que los Gobiernos no quieren que nada cambie. Esa población de crecimiento viral de insensibles primitivos, que creen que, porque tienen Google, son inteligentes, constituyen precisamente el ejército no pensante que los mantiene en poder. “Dale “like” y serás de los nuestros”.

Al ritmo del ruido más vulgar, la población entrega toda la información personal y familiar de manera gratuita a las redes sociales, que luego solo deben utilizar un algoritmo para “adivinar” los pensamientos de la gente. No es adivinar si usted mismo da la respuesta.

¿Cómo se llama tu perrito? ¿Cuál es tu color favorito? Son preguntas muy inocentes como para tener propósitos ocultos. Sin notarlo, le estamos dando datos a la red.

Haz este cuestionario de 15 minutos para saber qué clase de papá eres… y no te olvides de darle “like”.

Los pillos, regulares y políticos, tienen a su disposición nuestra ubicación, nuestros gustos, nuestra imagen y saben bien dónde encontrarnos. Pronto surgirán encuestas preguntando por quién votaríamos, si las elecciones fueran hoy. Abrimos nuestra mente a perfectos desconocidos, que terminan sabiendo más de nosotros que nosotros mismos, prediciendo nuestras reacciones.

Usted está sentado mientras lee esto, amigo lector. Ahora se pregunta si es parte del 50 % de aquellos que sí estaban sentados, o acaricia la posibilidad de que haya tenido un éxito mayor mi predicción.

“La acción más pequeña es mejor que la intención más grande”, reza el refrán. Estamos llenos de intenciones, pero no actuamos. Y así nos va. Dale “like” a este artículo.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil.
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