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- 17/04/2023 17:26
Darién y la posición geográfica de Panamá
La clave parece residir en la capacidad de los panameños por entender y valorar el enorme potencial de la tan celebrada posición geográfica de Panamá, y que, valorada en gran medida por observadores extranjeros: España, primero, Colombia después, Francia y Estados Unidos más tarde, terminaron por concentrase en los beneficios generados por el Canal de Panamá, sobre todo después del 31 de diciembre de 1999,cuando, a tenor de los tratados Torrijos-Carter pasaron en su totalidad a control del istmo.
¿Se puede avanzar a otros estadios? Hasta hora la ruta que supone el istmo cubre con progresos significativos el tránsito comercial y poblacional de norte a sur: el Canal, la vía Transístmica, el Ferrocarril, la autopista Alberto Motta. Pero mucho antes de la etapa colonial, Panamá fue una ruta de Este a Oeste, tan señalada por los Aztecas e Incas, como hoy lo es la de norte a sur, valorada por la geopolítica contemporánea. En crónicas presentes en la obra Azteca, de Gary Jenins aparece, por ejemplo, Darién como la meca de la medicina naturalista, hasta donde llega Mixtli, su personaje principal para conocer los avances en ese campo y atender la miopía progresiva que le negaba su práctica más apreciada: leer; y en otras, como área codiciada por el imperio Inca. Así, en la validación de la importación de la ruta fluyen numerosos y excelentes argumentos.
Pero su explotación total se observa con retraso. Omar Jaén Suarez, en su obra más reciente, Reflexiones sobre Panamá y su destino afirma, y con sobrada razón, que existe un déficit lamentable: Hemos perdido mucho, demasiado tiempo. Primero, por nuestra capacidad soberana de decidir sobre la base del interés nacional real y no porque extranjeros con recursos extraordinarios (…) deciden sobre lo que debemos hacer . Una apreciación justa si se considera que, la posibilidad de apertura de una ruta oeste-este ha estado clausurada por décadas, bajo argumentos tan vencidos como la supuesta fiebre aftosa en el ganado estacionado en la frontera con Colombia, o la ya desaparecida ola de violencia dada la pasada presencia guerrillera, esta {ultima reemplazada por una actividad delincuencial que tiene su expresión cumbre en el tráfico ilegal de personas, y que Panamá ha tenido que encarar con cuantiosos recursos, pese a la publicitada ayuda internacional. La que parece seguir pesando, mucho más que las antes citadas, es la visión geopolítica norteamericana, que en no pocas ocasiones señala el área como la extensión de la frontera sur de ese país. O la tan persistente información sobre la presencia de abundantes hidrocarburos. La que si se presenta como un hecho real es la necesidad de que cualquier proyecto que allí se ponga en marcha incluya a los grupos humanos indígenas que por décadas han residido en esa zona.
Darién no solo es uno de los pulmones mas importantes del planeta, es una mina de recursos económicos y humanos, que debe poner a tono al país con el desarrollo de la región.
“…hemos perdido la oportunidad de oro de desenclavar el Darién y desarrollar su población …” así como “…la capacidad de convertirnos en un verdadero cruce de caminos para sacar provecho, al 100%, de nuestra posición geográfica”, enfatiza Jaén Suárez.
Amén de los conceptos vertidos con anterioridad ¿a qué se debe la pérdida que argumenta el escritor? Como se ha señalado al inicio de este escrito, y recuperando también señalamientos de Jaén Suárez al respecto, el taponamiento del Darién no radica solo en la exuberante selva que desde hace por lo menos dos años ha llamado la atención de organismos y publicaciones extranjeras por los miles de migrantes que la atraviesan. “…también hay que destaponar cerebros… tal cual se sugirió durante la presentación de libro del ilustre historiador.
En una entrevista concedida al periodista Carlos Atencio, de La Estrella de Panamá, y que aparece en la obra ya citada, el diplomático, geógrafo e historiador Jaén Suarez sostiene entre otras cosas que Si el próximo gobierno tiene un auténtico líder, este tomará la bandera de abrir el Tapón del Darién y darle a Panamá el 50% de su capacidad de uso de su posición geográfica .
Ha hecho falta lideres con imaginación y determinación, para entender, como sostenía el ya desaparecido abogado Eduardo Morgan, o como lo ha apuntado en innumerables escritos el sobresaliente economista Nicolás Ardito Barletta, que las perspectivas del país están a condición de su servicio al mundo, de la forma como se vinculan esos servicios a las urgencias del globo y de la región. Son los caminos modernos que transitan los países, los que abren sus posibilidades de desarrollo y las comunicaciones. Baste recordar ejemplos como el tren Transiberiano que conecta a Rusia, Mongolia y China, o de la experiencia norteamericana al impulsar una red de trenes en su territorio, que desempeñó y mantiene un rol decisivo en el desarrollo de esos países.
Históricamente Panamá ha estado mas ligado a Suramérica, que, a América Central, pero irónicamente el llamado Tapón del Darién limita el curso de esa relación, a pesar de que desde que se inició el siglo XXI, desde Colombia innumerables empresarios han apostado por acortar esa distancia. Ha sido el propio Jaén Suárez quien preguntaba la noche de la presentación de su libro ¿Cuánto comercio podría fluir por una ruta como esa, al conectarse los amplios mercados de la región? Sobre los 522 mil 760 kilómetros de superficie de Centroamérica, crece una población de mas de 60 millones de habitantes, en tanto que en Suramérica ronda los 450 millones.
Pero no es solo un tema de formulación sino de liderazgo para coincidir con la afirmación de Jaén Suarez, Falta liderazgo para emprender las obras estratégicas que eleven la capacidad productiva de la posición geográfica del país.
Belisario Porras -sostiene el escritor citado- tenía esas cualidades de liderazgo que no se han visto casi en ningún otro líder panameño, salvo Omar Torrijos en su gestión con Estados Unidos con su resultado asombroso, los tratados Torrijos-Carter, que eliminaron la colonia extranjera llamada zona del Canal en 1979 y transfirieron el Canal a Panamá en 1999.
Hay en esa apreciación una dimensión histórica exacta, necesaria, oportuna, si se toman en cuenta los procesos globalizadores por los que transcurre el planeta, y la expansión de los mercados regionales que van buscando nichos en nuevos escenarios. Desde los años noventa, cuando la Unión Europea comenzó a respaldar los procesos integracionistas de América Central, hasta las propuestas colombianas que comienzan a jalonar a principios de este siglo, existe receptividad y urgencia para propuesta como estas. Lo único ausente es, lo que Omar Jaén llama el liderazgo que encabece la decisión.
Entre ellas, la que se hizo empezando este siglo, sobre una ruta que conecte a ciudad de Panamá con alguna de Colombia; quizás Medellín la que por su desarrollo estaría más cercana al Istmo. Miles de panameños visitan anualmente la tierra paisa vía aérea, otro tanto por la vía marítima. La apertura de la ruta a través de Darién no solo incrementaría el flujo comercial, sino que daría valor agregado a la posición del país, y permitiría mayores controles de seguridad que los que aporta hoy día a través de su Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), y mayores controles a la desaforada migración que empujan por allí las mafias que organizan las tratas de personas. Creo que estamos en el momento de escuchar a las voces que en ambos países estiman que llegó la hora de destaponar el tapón, y también las mentes que la siguen observando como un muro infranqueable. También el del recuentro entre dos pueblos que desde principios del siglo XX mantienen distante una relación que es más estrecha de lo que parece.