• 02/08/2025 00:00

Una historia prebélica ístmica

En 1932 arribaron desde Perú cuatro cajones de agua mineral “Chuquitanta”, pero debido a un error de papeleo la carga estuvo un año inmovilizada en Colón

Esta es la curiosa historia de un embarque de agua mineral en un carguero noruego que devino en colombiano y se vio involucrado en un tratado marítimo que implicó la compra de una isla donde el Reich instaló un hotel al que nadie llegaba.

En 1932, el Perú envió cuatro cajones de agua mineral “Chuquitanta” en el carguero noruego “Zweret” como muestras comerciales para abrir mercados en Panamá y Centroamérica, pero debido a un error de papeleo del agente de la “Panama Railroad Company” la carga llevaba un año inmovilizada en Colón (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 8-39-B,of.85,1933). La cancillería peruana recordó a sus cónsules en Panamá y Cristóbal que debían actuar proactivamente para apoyar a comerciantes y empresarios incas (MRE, Caja 8-39-B,of.18,1932) e indicó que, de lograrse la recuperación del agua mineral y dado el tiempo transcurrido, ésta sea repartida gratuitamente y se conserve una pequeña muestra para exhibición en cada consulado (MRE, Caja 8-39-B,of.64,1933).

Así las cosas, el cónsul peruano Juan Ignacio Elguera, con instrucciones para asumir su nuevo puesto consular en Cuba, entregó el caso a García Bedoya, jefe de la Legación peruana en Ciudad de Panamá, mientras que José León reasumía la conducción temporal del consulado en Colón (MRE, Caja 8-39-B,of.88,1933) hasta el arribo del nuevo titular, el señor Enrique Vallarino.

Vallarino había sido cónsul honorario peruano en Colón en 1919 y fue designado nuevamente cónsul en 1933 cuando se desempeñaba como vicecónsul honorario de Argentina en Ciudad de Panamá (MRE, Caja 8-39-B,of.23,1933). Vallarino era panameño y le corresponderá a él y a León la preparación de los subsiguientes informes.

En el afán de resolver el problema del desaduanaje del agua mineral (que se solucionaría con el pago de $33 por sobreestadía de la carga en almacén; MRE, Caja 8-39-B,of.85,1933), ellos se encontraron circunstancialmente con la noticia de que, en noviembre de 1933, Colombia había comprado el carguero “Zweret” para enlazar los puertos del Caribe colombiano con los del Pacífico colombiano. El comprador fue Hans Elliot que era germano —y luego se supo que era integrante de la Kriegmarine— y que inscribió el buque bajo bandera panameña. Era una embarcación de 437 toneladas con veintidós tripulantes —casi todos marineros europeos— que transportaba usualmente petróleo y que fue rebautizada como “Istmo”. Vallarino indicaría más tarde que ese barco recogió armamento en alta mar de origen japonés frente al puerto de Buenaventura, situación que sorprendió a las autoridades estadounidenses del Canal y preocupó a las peruanas que tenían un clima prebélico de extrema tensión con Bogotá (MRE, Caja 8-39-B,of.111,1933).

En enero de 1934, Vallarino y León informaron a Lima que el secretario de Gobierno y Justicia de Panamá y el capitán Hans Elliot habían firmado un acuerdo a nombre de la recientemente creada “Compañía de Navegación y Tierras S.A.” (MRE, Caja 8-39-B,of.9,doc.9,1934) donde la referida empresa haría la labor de correo marítimo entre Panamá, David, Remedios, Puerto Armuelles y Coiba con los siguientes itinerarios: Panamá-Pedregal-Puerto Armuelles cuatro veces al mes (ruta 1); Panamá-Colón-Remedios dos veces al mes (ruta 2); y Panamá-Coiba una vez al mes (ruta 3). La compañía se comprometía también al transporte de presos y sentenciados hacia y desde la colonia penal de Coiba.

Además de transportar gratuitamente la correspondencia oficial, la compañía se obliga a prestar sus naves ante cualquier emergencia o desastre natural. Por su parte, Panamá aportaría $200 mensuales a la compañía como subsidio; $3 por cada preso destinado a Coiba; $3 por cada tonelada de carga que se transporte por orden del Gobierno; $8 por pasajes en primera y $4 por pasajes en segunda para cubrir los desplazamientos de funcionarios gubernamentales destinados a Remedios, Pedregal y Puerto Armuelles. En contrapartida a estas tarifas, consideradas baratas en esa época, se concedió a la compañía “la exoneración de tributos de atraque en los puertos de la República”. En esos mismos días, el ingeniero alemán L. Clauss compró la isla Orange Keys en el Atlántico, distante 20 millas de Cristóbal lo que preocupó a los Estados Unidos que ordenó a las autoridades del Canal que extiendan su radio de vigilancia aérea hasta dicha isla donde, según afirmaban, se había construido un hotel, pero que, al parecer, nadie visitaba. En el clima prebélico europeo que se respiraba en aquellos días, las teorías conspirativas estaban a la orden del día lo que hace posible inferir que estos acontecimientos fuesen vistos como movimientos del Reich para causar zozobra en el continente latinoamericano. Si bien Vallarino terminará funciones en mayo de 1935, el asunto del misterioso hotel es nuevamente mencionado en 1942 por Oscar Pinedo, cónsul peruano en Colón, para señalar que la isla fue ocupada por un destacamento estadounidense. Se cerró así una página de historia diplomática donde un caso fortuito terminó conectado con otro de mayor repercusión geopolítica.

*El autor es exembajador de Perú en Panamá, Honduras y Guatemala
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