• 19/08/2023 15:20

En defensa de los gatos en situación de calle

“A pesar de todo lo [...] mencionado, somos optimistas. El cambio es posible. ¿Quién más se suma?”

Conocido es el papel que los gatos han tenido a lo largo de la historia. En el Antiguo Egipto cumplían una función en el control de plagas dañinas para las personas y con su servicio se conservaban los granos, por lo cual fueron elevados a deidad protectora. Aún hoy, los gatos forman parte de espacios públicos, tales como Disneyland, en donde unos 300 gatos tienen vivienda, alimentación y atención veterinaria desde los tiempos de Walt Disney, o la ciudad de New York que recientemente ha emprendido una campaña para favorecer el papel de los gatos callejeros en la eliminación de las ratas proliferadas en la ciudad. Conocidas también son las historias de los gatos cuidadores de barcos, teatros, tiendas y muchos otros espacios. Incluso marcas comerciales importantes resaltan sus valores a través de la adopción de animales.

Los gatos y perros en situación de calle no llegan allí por magia, sino porque los humanos les han fallado como sociedad. En Panamá, llama la atención que hay empresas y condominios que contratan a compañías de exterminación de plagas para “llevarse” a gatos de sus espacios aledaños. Hace unos meses, un número plural de ciudadanos se movilizaron para denunciar a una empresa de seguridad que estaba realizando operaciones contra una colonia controlada de gatos en El Cangrejo en conjunto con una “exterminadora de plagas”.

Una colonia controlada significa que los gatos han sido esterilizados y desparasitados y que los alimentadores están pendientes de la llegada de gatos nuevos, a fin de atraparlos, esterilizarlos y liberarlos o ponerlos en adopción responsable. “Atrapar-Esterilizar-Devolver” es un método reconocido internacionalmente para el manejo humanitario de gatos en situación de calle, a través del cual se evita su reproducción descontrolada. Con esto, se rompe el ciclo de sufrimiento de los animales y, para el que lo desee considerar así, el ciclo de miseria de la sociedad humana. Qué ironía que haya sido una empresa de seguridad, cuya propuesta de valor debería estar basada en la confianza y la garantía de un servicio acorde con los riesgos que suponen los altos niveles de delincuencia en las áreas urbanas, así como del uso proporcional de la fuerza.

¿Qué riesgo imponía una colonia controlada de gatos y parte del paisaje cultural-urbano para los vecinos de El Cangrejo? ¿Cuál es el costo social? ¿Por qué no pedir primero apoyo a algún grupo de protección animal o bienestar municipal, mismos que existen en Panamá? Son preguntas que vienen a la mente, al ver la acción tomada y que revelan mucho más.

Este tema también da pie para discutir sobre aquello que la sociedad explícita y tácitamente considera descartable. Por ejemplo, desde la perspectiva del contexto social, la violencia se expresa cotidianamente y se ejerce sobre “el otro” vulnerable, generalmente sin voz y dependiente del amparo humano. ¿Sobre quiénes generalmente? Las mujeres, la niñez y adolescentes, personas con discapacidad, adultos mayores y ancianos, y también sobre los animales domésticos, ya sea en casa o en la calle.

La violencia es un problema de salud pública por su capacidad de instalarse en las formas de relación entre las personas y en la sociedad. Rompe el tejido social de formas insondables. A pesar de una ley contra la crueldad animal, en Panamá casos atroces han ido en constante aumento sin mayores consecuencias para los perpetradores. De allí que para contrarrestar la crueldad animal y la violencia en general, se requiere involucrar a muchos actores en todos los niveles de la sociedad.

Desde la perspectiva de responsabilidad social, las empresas no pueden dejar pasar las oportunidades de oro para proyectarse en su vecindario de forma coherente con su misión y acción a través de su trato al mundo animal. Qué extraordinario hubiese sido que en el caso de la empresa de seguridad, varones en su mayoría, apelaran a la solidaridad para apoyar un número de esterilizaciones, contribuir con alimento o atención veterinaria y la valentía de contribuir a sostener la vida. ¿Por qué no? Más aún, que ésta fuera la conducta para toda una sociedad.

Quien se pregunte sobre los temas emergentes en las agendas de aspirantes a puestos de elección en los Gobiernos locales para los próximos comicios, tendría que considerar el de los servicios dirigidos a los animales domésticos o de compañía, porque forman parte de la responsabilidad que le compete a las unidades de Bienestar Animal que deben existir en cada municipio y deben ser foco de atención en los corregimientos. El abordaje de este tema en las agendas -o su ausencia en las mismas- es algo a exigir a las autoridades hoy por hoy, puesto que la denuncia de situaciones atroces con los animales domésticos se multiplica en el conjunto de las formas de violencia en general.

Parece ingenuo decir lo anterior en este país, siempre convulso por alguna urgencia, pero actualmente en Panamá la desprendida tarea de cuidado de animales de calle ya está formando parte de la conciencia ciudadana. Cada vez más personas a nivel nacional, de manera individual o colectiva, se organizan para las jornadas de esterilización, adopción, casas de albergue temporal, rescate de gatos y perros que sufren la agresión humana o el abandono. Esto es público y notorio al revisar cualquier red social. Se trabaja con las uñas y 24/7.

Acciones como éstas, conducentes a la convivencia pacífica en nuestra cotidianidad, suponen una evolución social hacia un mundo más justo, más digno, más solidario y más próspero para cada uno de nosotros. Ello es así, porque somos ciudadanos que nos relacionamos unos con otros, con el entorno y con otros seres vivos que sienten y sufren. Es el respeto por la vida misma, multiespecie e interdependiente en sus manifestaciones.

A pesar de todo lo antes mencionado, somos optimistas. El cambio es posible. ¿Quién más se suma?

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