• 19/01/2021 00:00

¡Dejen de mandar y gobiernen!

“Si el país se une […] en torno a un proyecto para salir del atolladero […], al Gobierno no le quedará más remedio que sumarse. Una nación la componen gobernantes y gobernados. Es de todos”

Debidamente autorizado, tomo el título de este escrito, del final del último artículo del amigo Marcel Salamín sobre manejo de la pandemia en el que concluye: “¡Dejen de mandar y vuelvan a gobernar!”

Si preguntas a los empresarios por los planes de recuperación económica, dirán que hace rato se los han entregado detalladamente al Gobierno. No les paran bolas, porque dicen que tienen todo listo y nadie debe interferir en lo que ellos hacen. Igual sucede con representantes políticos que han acudido a hablar con el presidente Cortizo. Todo queda en palabras. Nadie presta atención. Los sindicatos podrán decir lo mismo. Pareciera que el único plan que tienen es, que no tienen uno.

Tras el discurso presidencial del 2 de enero, hubo reacciones coincidentes. La pregunta en el ambiente es: “¿hacia dónde nos llevan?”. Llamó la atención que una de las últimas voces que se ha levantado es la del arzobispo Ulloa. Mostró preocupación por el vacío mensaje del mandatario.

Todos coinciden en que en el país hay una carencia de liderazgo, lo que alimenta la desconfianza e incertidumbre existente, que se multiplica diariamente aguijoneada por la gestión de la pandemia del coronavirus, actualmente fuera de control.

El Gobierno, en reacción, actúa a la defensiva y descalifica a quienes lo critican. En forma simplista afirma que los comentarios del arzobispo son porque no reciben lo que Varela le daba a la Iglesia. Consideran que los políticos tienen agendas ocultas y solo piensan en 2024. Que los sindicalistas todo lo que quieren enredar y que los empresarios solo piensan en sus negocios.

Vivimos en un país donde los gobernantes no escuchan. Se limitan a mandar. Y eso, no lo hacen bien. Nunca se aclaró la salida de la ministra Turner, muy bien vista por la población y, mucho menos, las razones de la sorpresiva renuncia del canciller Ferrer, que ahora se suma el director del Idaan. Un día dicen que se permiten playas abiertas, al día siguiente lo desmienten.

Las cuestionables compras y contratos extraños los silencian sin dar explicaciones. “¡Se hizo y punto! No jodan más. Nadie tiene derecho de dudar de nuestra honestidad”, es la tácita respuesta. Los únicos honestos y transparentes, son ellos. Ni hablar de la Asam blea Nacional. ¡Cállense! Eso es tabú.

El momento es para pasar la página y, temporalmente, dejar a un lado la inercia e incongruencia de quienes están enconchados en su efímero poder. Se hace necesario que los ciudadanos nos empoderemos y lancemos una propuesta a la nación para que echemos hacia delante.

Lo peor que puede pasar es que el presidente Cortizo fracase; así lo debe entender. Esa no es la idea, aunque algunos de su partido parecieran abanicarla. Si el país se une en un corto tiempo en torno a un proyecto para salir del atolladero en que nos encontramos, al Gobierno no le quedará más remedio que sumarse. Una nación la componen gobernantes y gobernados. Es de todos.

Hay dos temas que nos están matando a diario. El estado de la salud y la crisis económica. Ambos requieren urgente atención, no dentro de muchos meses al terminar el Diálogo Cerrando Brechas, porque, proyectado a un año, no solucionará nada de lo que padecemos en este momento.

Sin entrar a discutir quién tiene la culpa, se hace necesario que gente independiente y técnica, relacionada con la medicina y la economía, sugiera ideas y propuestas concretas, que, quizás, están fuera del alcance de los atribulados funcionarios que manejan la pandemia. Las muertes y contagios siguen disparándose y la cuarentena está demostrando que no sirve. Se ha relajado, sobre todo por mal ejemplo de algunos funcionarios.

Además de la pérdida de familias enteras por la COVID-19, la disminución radical de ingresos de la población está llegando a sus límites, haciendo peligrar la integridad de las familias, base social de nuestra nación, particularmente la clase media. Se pierden empleos a diario y los negocios no cesan de cerrar. Aquella familia que dependía de dos salarios, ambos suspendidos, dejará de pagar hipoteca, escuela de los hijos, letras de sus autos, luz y agua. ¿Y después qué? ¿Podrá esa familia de cuatro, vivir con un bono de $120 o una bolsa de comida? Si bien las moratorias paliarán temporalmente la crisis, esa familia está a punto de colapsar, sino lo ha hecho ya. Hasta requerirá atender su salud mental.

Es tiempo de gobernar, de escuchar, de promover consensos. Ya, no se puede esperar más. La gente sin ambulancias ni espacio en hospitales y sin médicos ni enfermeras, y familias empobrecidas, no pueden aguantar más. El futuro de la República está en peligro.

Urge que dejen de mandar y regresen a gobernar.

Analista político.
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