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- 03/09/2023 00:00
El derecho a la vía
La semana pasada abordé este tema y expliqué sobre la falta de planificación vial y el peligro en que se ha convertido caminar por las aceras y calles de Panamá. Solo aventúrese a cruzar una avenida por la línea peatonal y descubra en su propio pellejo lo que los peatones tienen que maniobrar para poder pasar. En otros países más civilizados, caminar es un modo seguro de transportación, con derechos y deberes al igual que los conductores de vehículos, pero con más facilidades y recursos.
La tesis de los que caminan responsablemente es que los peatones tienen el derecho a la vía. Repito, en los países civilizados, el peatón cruza calles y avenidas utilizando métodos y procedimientos universalmente aceptados en las normas y los reglamentos de tránsito. El problema es que aquí en Panamá los conductores son agresivos, temerarios, irresponsables, imprudentes, maleducados, inconsiderados, alocados y acelerados, solo por dar una lista corta de adjetivos que identifican este tipo de elementos. Salvo muy raras excepciones, los conductores piensan que son dueños de la calle y que sus vehículos siempre tienen derecho a la vía. Y eso no es así, especialmente cuando los peatones hacen su parte y cumplen las reglas del tránsito.
La verdad es que en Panamá casi nadie respeta el Reglamento de Tránsito Vehicular, expedido por el Ministerio de Gobierno en 2006. Si no fuera por miedo a una boleta o temor a una colisión, la mayoría de los conductores no haría ni el alto donde debe hacerlo. Las reglas de tránsito pareciera que fueron hechas para los bobos. Nada más observe la cantidad de carros que debajo de una luz roja se colocan sobre la misma línea peatonal, en demostración de que “¡aquí mando yo!”. Ni hablar de las motonetas que pasan sopladas esquivando autos y peatones, como si tuvieran derechos especiales. Y los policías de Tránsito ven, pero no hacen nada.
Igualmente ocurre con los “scooters” eléctricos que se han tomado las aceras, al punto que los caminantes ahora deben abrir espacio para que pasen despepitados. Cada día más los peatones han quedado a la merced de estos intempestivos motorizados, sin posibilidad de quejarse, porque, al hacerse una costumbre, ya se asume que es permitido.
Por supuesto que también existen muchos peatones ignorantes que no tienen educación vial y cruzan las calles por donde les da la gana, bajándose de las aceras sin tomar precauciones y haciendo caso omiso a los semáforos peatonales. Con lo cual, queda a la Autoridad Nacional de Tránsito fiscalizar mejor las calles y avenidas del país. En Calidonia y Santa Ama, por ejemplo, abundan los comercios y buhoneros adueñados de las aceras y servidumbres. En San Francisco ya no hay aceras, porque se han convertido en estacionamientos públicos. En Betania se roban las tapas de alcantarillas y las aceras son un peligro. En San Felipe sobran los vehículos oficiales estacionados en lugares prohibidos. La mayoría de aceras carece de señalización, líneas de seguridad y rampas para discapacitados. En vía Santa Elena las aceras están deterioradas y tienen maleza que impiden el paso. En la carretera Panamericana los pasos elevados son inutilizables y están sucios, cubiertos por anuncios comerciales que bloquean la visibilidad y convertidos en entornos y ambientes perfectos para maleantes. Y las aceras en todo el país necesitan iluminación adecuada.
Frente a este triste escenario, a nadie debería sorprender las estadísticas de la Dirección de Operaciones del Tránsito que contabilizaron durante el año pasado la cifra de 794 atropellos, sumando así más de 300 víctimas fatales. Para poder cambiar esta situación, urge, cuanto antes, destacar la figura del peatón, definida en el Reglamento de Tránsito como la persona que transita a pie, pero que goza de derechos de vía que le han sido concedidos.
Debemos tener claro que si los peatones están obligados a caminar por aceras, veredas y pasos elevados, estructuras tipificadas en el Reglamento de Tránsito, entonces las autoridades están obligadas a construir y habilitar estas estructuras para su correspondiente utilización. Todo peatón esperaría que para su movilización haya aceras, esquinas e intersecciones de calles y avenidas con sus respectivas líneas de seguridad, semáforos peatonales y pasos elevados. Estamos seguros de que ninguna autoridad aprobaría el uso de una calle o avenida sin su respectiva capa de tierra, piedra, asfalto o concreto, o sin su debida señalización o semáforos. Pero dada la cantidad de calles y avenidas en Panamá que no cuentan con su adecuada red de aceras y veredas, y sobre todo por el número desproporcionado de atropellos, nos da la sospecha de que los peatones han pasado a ser ciudadanos de segunda categoría. Y eso no debería ser, dado que más del 80 % de la población es de a pie.