• 30/04/2014 02:00

¿Para qué una revolución educativa?

‘Hay que reconstruir una agenda educativa consensuada para responder a procesos de globalización

Un artículo sobre la necesidad de promover una reforma educativa en Panamá, publicó en este diario la arquitecta Mariela Sagel. En su escrito, la ex ministra de Gobierno y Justicia, promotora cultural y preocupada por estos afanes, ha considerado prudente que en el país se den pasos para una transformación de las políticas en este campo, por considerar que desde los años 70 no se superan los descalabros en las acciones.

Es cierto, que tenemos ya más de 40 años de una permanente disputa entre los educadores y los funcionarios gubernamentales encargados de este ramo de la gestión pública; este sector resulta fundamental como indicador del rumbo que toma la sociedad. Es como un círculo de mutua dependencia y por tanto, lo primero que surge como interrogante es ¿en qué dirección encaminamos el país?

Para algunos, por ejemplo, y siguiendo a Oppenheimer, un modelo adecuado es Singapur. El país asiático ha considerado convertirse en un área de exportación y prestación de servicios hacia afuera y su crecimiento lo explica. Pero no puede Panamá copiar modelos y experiencias de moda, porque en cada uno de ellos, existe una cultura y una historia que explica la razón de los pasos seguidos.

Cualquier propuesta para modificar los paradigmas y sobre ellos asentar una política de educación, requiere en primer lugar, hacer un balance o diagnóstico, que la República necesita desde el momento en que se asumió la administración del Canal de Panamá y cambiaron las condiciones básicas de la sociedad y su administración política.

¿Hacia dónde debe dirigirse esta nave nacional; seguirá siendo útil el proyecto de servicios en detrimento de una pauperización en la agricultura y la industria? La reducción en la producción de los principales productos de consumo del país en beneficio de la importación y la venta de las industrias a capitales extranjeros por los empresarios, brindan un panorama de las opciones de determinados grupos económicos.

A pesar de diferentes mesas de diálogos que procuran establecer una ruta-país, no hemos tenido todavía la capacidad de utilizar estos insumos para construir un plan que concilie los diferentes intereses que existen en el paisaje actual. Si esto es así, ¿cómo vamos a definir una visión de la propuesta adecuada al futuro de la educación?

Hay que ser conscientes de que arrastramos contradicciones y exigencias derivadas de diversos factores históricos, sociales asociados a dramáticos incidentes que han surgido en el siglo XX y que han afectado al conjunto de la nación. Ellos presentan un saldo y, de alguna manera, explican el porqué del perfil nacional, mezcla de un poco de todo, pero en esencia mucho de nada.

Se presenta la coyuntura de que el pensamiento posmoderno adquiere una complejidad y diversidad y no contamos con las capacidades ni herramientas para comprender tal realidad y la perspectiva histórica que permitiría conocer hacia dónde podemos ir. Esto produce muchas lagunas que se reflejan en los procesos educativos y la formación del recurso humano.

Algunos hablan de crear condiciones para fortalecer la ciencia y la tecnología como posibilidad. El profesor Luis Cubillas de la Universidad de Panamá, afirma que se requieren por lo menos 100 doctores en Química en el país. ¿Cómo lo logramos; los jóvenes están entretenidos con los chismes de sus celulares, videojuegos, Justin Bieber, los tatuajes y las uñas de colores? Además, los educadores no aterrizan.

Hay que reconstruir una agenda educativa consensuada para responder a procesos de globalización, búsqueda de calidad y excelencia que permitan construir proyectos, aprovechar nuestras ventajas potenciales y consolidar un país con mayor solidaridad, soberanía y oportunidades integrales.

PERIODISTA

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