• 04/04/2020 00:00

Se fue un ejemplar hombre de familia

Gracioso Cabezas, “Negro”. Su tez clara no acompañaba ese apodo con el que sus amigos y admiradoras desde joven lo señalaban. Pocos sabían su nombre.

Gracioso Cabezas, “Negro”. Su tez clara no acompañaba ese apodo con el que sus amigos y admiradoras desde joven lo señalaban. Pocos sabían su nombre. Del cual él se sentía orgulloso, al igual que el de su hermano LUCILO. Mi abuelo era muy “sabio” bautizando a sus hijos varones. A mis siete u ocho años, le dije, en una de esas largas conversaciones que me encantaba tener con él, deslumbrado por su sapiencia, cerca de su Cantina el Encanto, y los multifamiliares en calle M Calidonia; que por qué no se cambiaba el nombre. Ese día me dio un consejo: “Sobrino, mi nombre me ha dado muchos beneficios; gracias a tu abuelo Calixto, y tú debes aprender a ganar dinero limpiamente, sin trampas, apuesta que tienes un tío que tiene ese nombre y nadie te lo creerá”. Y así fue.

Tío Negro era un hombre sin igual, de carisma, que todos lo buscaban. Amigos, familiares. Laboró durante 38 años en la base militar de Howard y pese a ello, nunca dejó (contrario a muchos otros) de poner a su PANAMÁ primero, y en especial a su querido pueblo de La Candelaria y su provincia, Los Santos. Por décadas vivió en un humilde cuarto en la Eloy Alfaro, cerca del Mercado Público. De allí se trasladó a Villa Catalina, Juan Díaz, en donde se convirtió en un dirigente comunitario, creyente en el trabajo solidario hacia los demás. Ya en sus últimos años el glaucoma lo dejó totalmente ciego, y pese a eso, el Ángel que le acompañó toda una vida, su esposa Enilda Cerrud, nunca lo abandonó. A él nunca se le escuchó quejarse por su situación, y en medio de ello por vez primera, para el año 2007, junto a mi familia, lo llevamos a EE. UU., un viaje inolvidable, en el que tía Eni le describía con detalles increíbles todo el ambiente, y él respondía como si sus ojos viesen a través de los de ella.

Fuiste para mí y toda tu familia un Maestro, un guía, un ejemplo a seguir. Gracias, tía Eni, por cuidar de él. Tú ayudaste a construir ese hombre de alto espíritu, y donde él esté, al igual que nosotros, te lo agradecerá toda la vida.

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