• 27/05/2024 00:00

El poder: los que se van y los que vienen

Hay suficientes indicios de que muchas figuras (y figuritas) públicas comparten conductas humanas en las que el manejo del poder les embriaga [...]

La mayoría de los observadores y la ciudadanía tiene los ojos puestos en los que están por asumir el control de las cosas del Estado desde el palacio presidencial y la Asamblea Legislativa. Más adelante se irán dando los movimientos en los partidos políticos a fin de renovar sus liderazgos. Para eso habrá tiempo y dará mucho que analizar y discutir. Pero no debemos examinar y no dejar a un lado las ejecutorias y los personajes que están por dejar el algunas semanas sus puestos, elegidos o designados y el “poder” que de alguna manera, o no, ejercieron.

No necesariamente para buscar o señalar delitos, sino para entender que los individuos, mujeres y hombres, además de traer a sus posiciones de responsabilidad una supuesta buena preparación profesional, también llegan con sus taras. enajenaciones y desequilibrios que las tenemos todos en alguna medida. Eso, al igual que la falta de una buena preparación profesional, también afecta el avance de los asuntos del Estado y en consecuencia la salud general de la población y su desarrollo.

Algunos conceptos de esta columna fueron publicados hace algún tiempo, con el fin de llamar la atención a las nuevas autoridades sobre el verdadero objetivo de gobernar y el uso del poder que manejan. Teorizaba que la gestión de un individuo en posiciones de mando dura muy poco. Puede ser positiva o negativa, dependiendo de cómo utiliza el poder que se le concede. La gestión de la bancada independiente que sale a fin de mes de junio, liderado por el diputado Juan Diego Vásquez, es ejemplo positivo de esto.

Cuando no respetamos la cuota de poder, cuando no entendemos que es temporal, puede suceder - como generalmente sucede - que abusamos de su manejo y como señala el famoso dicho, corrompe absolutamente. Casi siempre se puede emplear para hacer el bien, pero por algún raro impulso que tiene que ver con las más bajas motivaciones humanas, la gran mayoría obra en detrimento del bienestar de aquellos que sus influencias afecta directa e indirectamente. Ustedes ya conocen ejemplos de esta afirmación.

A lo largo del tiempo la historia nos ha dejado innumerables ejemplos en donde el sufrimiento de muchas personas ha durado demasiado tiempo a merced de abusadores que han sido férreos y tenaces. Pero por otro lado, y no tan a la ligera como pudiera parecer, el poder caricaturiza. Algunas de los libros, películas, obras de teatro, parodias, comedia y caricaturas creadas en el devenir de los tiempos, hacen mofa, ridiculizan a personajes que en algún momento creyeron que los pueblos y el mundo no pudieran existir sin ellos.

A diferencia del tiempo de los medios impresos y la televisión, la inmediatez y alcance de los medios digitales y las redes sociales, han ayudado a desenmascarar o caricaturizar a estos personajes en posiciones de “poder”. Rodeados de guardaespaldas, autos de lujo comprados con dinero del Estado, discursos vacíos y engañosos eso, sin entrar a los asuntos de la conducción del Estado en términos financieros y administrativos, dibuja a muchos en el Ejecutivo y la Asamblea tal como son en realidad. Los expone jocosamente y eso sirvió, en gran medida, para que la sociedad los ubicará en el lugar que se merecen. Esto fue más evidente cuando nos tomamos el tiempo de estudiar las pasadas ofertas electoreras, a todos los niveles y compararlas con los resultados finales.

Hay suficientes indicios de que muchas figuras (y figuritas) públicas comparten conductas humanas en las que el manejo del poder les embriaga, se les sube a la cabeza y en algún momento terminan retratados. Sus carencias emocionales pone en evidencia sus debilidades narcisistas ensalzados por la caterva de aduladores que los rodea. Esto los lleva a creerse inmunes ante cualquier situación.

A escasos cinco semanas del inicio del nuevo quinquenio de gobierno, hay que observar con cuidado los movimientos politiqueros, particularmente en la Asamblea de Diputados. Ya son tres administraciones, quince años, en que venimos con estos sobresaltos de abuso del poder, corrupción e impunidad desde el Ejecutivo hasta los corregimiento. Entonces tenemos la obligación de seguir vigilantes, señalar a los abusadores de poder y reírnos de sus vanidades y presunciones.

La historia está llena de capítulos de poder que, después de pasar el escrutinio histórico, escasamente enaltecen el legado del personaje. El reconocimiento supremo y relativamente objetivo es el que otorga la valoración histórica, muchos años después de una gestión. Mientras tanto, y durante su presencia pública, les conviene entender que lo importante es servir, servir al pueblo con dignidad y respeto. Hacerlo con humildad y decencia, con pasión y con el único propósito de mejorar la condición humana de toda la sociedad.

El autor es comunicador social
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