• 11/02/2024 00:00

En la Corte (ya no) se venden fallos

Hoy, Panamá tiene una Corte Suprema extraordinariamente confiable. Y Laurentino Cortizo ha sido un co- responsable de ese logro. La otra responsabilidad lo es las credenciales y ética de sus miembros actuales

“En la Corte se venden fallos” (Ex magistrado Harry Díaz). Cuando se dieron tales declaraciones del altísimo funcionario judicial, esa institución de justicia tenía ya tan mala fama que sus declaraciones sorprendieron, pero no tanto como para armar un revuelo público. En otro país la institución hubiese sido asaltada por manifestantes

A unos 100 días de que tengamos un presidente (a) recién electo, en el palacio del Terraplén ya se alistan maletas. Como todo mandatario saliente la gente le hará objeto de muchísimas más críticas que de reconocimientos. “Gobernar ya no es un buen negocio casi en ningún país”, por mejores intenciones con las que se ingrese a gobernar.

En las infecciones generalizadas sufridas en los últimos gobiernos, las instituciones del Estado han padecido de enfermedades graves, una de ellas, considerada la piedra angular, el pueblo serio la considera con metástasis. No obstante una de ellas ha sido robustecida como si hubiese recibido una intravenosa de multivitaminas. Que la Corte Suprema de Justicia tenga hoy una imagen fuerte, es justo y necesario reconocerlo a Laurentino Cortizo y su decisión de elegir con pinzas a los varios magistrados (as) que deja al país como un gran legado, aunque la mayoría del pueblo no sepa aún reconocerlo.

Mi edad y experiencia me hizo testigo de las épocas más oscurantistas de los poderes del Estado. Unos pocos años más tarde del supuesto accidente aéreo de Omar, y a partir del mando de facto del último y tristemente célebre militar que con sus actos funestos provocó la masacre terrible de la invasión militar de USA, Panamá vivió tal nivel de miedo, que ese militar logró amaestrar la propia Corte Suprema y el Ministerio Público, como me consta. Aún recuerdo - ya enfrentando silenciosamente a dicho jefe formal al que jamás respeté- el regocijo interno que sentía cuando en casos sonoros del palacio de justicia leía “los informes de minoría” suscritos por los dos magistrados que no le obedecían sino a las normas legales: Rodrigo Molina y Camilo Pérez. Peor aún era el caso del Procurador General que mudó su despacho al Departamento Nacional de Investigaciones, donde el jefe de tal institución- entonces criminal- , un mayor, le dictaba lo que debía hacer.

Lo explicado antes, y luego del monstruoso crimen de mi amigo el doctor Hugo Spadafora, fue el detonante anímico -como le consta a la amiga Lic. Yolanda Pulice, entonces magistrada electoral-, a la única que me atreví a dejarle vislumbrar mis acciones temerarias de junio y julio de 1987, que nos llevaron a retar al jefe militar desatando las más grandes protestas masivas de nuestra historia. También las insólitas operaciones militares que produjeron una invasión militar a nuestra residencia en la madrugada del 27 de julio de dicho año. Solo la mano directa de Dios nos salvó la vida cuando con la supervisión de un fiscal amanuense 300 soldados tipo comandos nos llenó en la oscuridad con gases y balas vivas, a los cincuenta seres, la mayoría adolescentes, infantes y mujeres que fuimos despertados por los estruendos mortíferos. En mi caso condenado a cinco años de prisión “por atentar contra la personalidad interna del Estado”. La audiencia duró 27 minutos con una fiscal embarazada que miraba hacia el suelo. Y un abogado defensor nombrado en la comandancia, es decir por el dedo de mi torturador. Hechos desconocidos ahora por el 80 % de la actual generación promedio.

Hoy, Panamá tiene una Corte Suprema extraordinariamente confiable. Y Laurentino Cortizo ha sido un co- responsable de ese logro. La otra responsabilidad lo es las credenciales y ética de sus miembros actuales.

El autor es abogado, coronel retirado
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