• 25/07/2009 02:00

Títeres y titiriteros o falta identidad de grupo

“Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino”, decía el poeta de Nuestra América, José Martí, hace más de un siglo aludiendo a la clara...

“Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino”, decía el poeta de Nuestra América, José Martí, hace más de un siglo aludiendo a la clara identidad histórico-cultural que cabía a todo(a) latinoamericano(a) frente al avance del imperio yanqui por someternos cual nuevas colonias, ya menos por la fuerza y más por la cultura, de manera que al mantener sentimientos y creencias debilitantes de la unidad latinoamericana el dominio sobre nuestros pueblos tuviera una fácil y expedita resolución.

En ese sentido, es común ver cómo los integrantes de grupos subordinados o que no tienen poder real dentro de nuestro Continente, país o comunidad muestran complacencia frente a los ataques que sujetos con poder pertenecientes a otros grupos hacen contra sus propios pares, es decir, sus propios compañeros(as) de grupo, con tal de saldar cuentas que tienen pendientes con esos pares. Ni hablar de aquéllos que se convierten en látigos humanos de sus propios colegas, siendo parte de los mismos emprendimientos económicos o políticos.

La historia marca estas conductas como traiciones a su propios grupos sociales, de las cuales hay copiosos ejemplos: Indígenas que se aliaron al conquistador español contra el emperador azteca o inca; negros esclavos americanos que prefirieron luchar contra las milicias de Simón Bolívar o de Abraham Lincoln; el detestable papel desempeñado por los negros “mogollones” especializados en perseguir a negros “cimarrones” escapados de los colonizadores en Panamá y Colón; miembros de partidos que votaron con candidatas y candidatos contrarios al escogido por las mayorías copartidarias en elecciones internas, en fin, casos y casos reveladores de una falta absoluta de identidad de su grupo natural y que avalan el resquebrajamiento de la necesaria cohesión social para superar cualquier tipo de crisis. Esto solamente sería medianamente aceptable y como excepcionalidad, en la medida en que no se hizo por tener diferencias internas con sus homólogos(as), sino por razones comprensibles de principio o de supervivencia.

Lo característico es que quienes incurren en estos comportamientos son los miembros de los grupos con poco o nulo poder político y económico, con lo cual conspiran contra sus propios principios y a la postre, contra la cohesión social imprescindible para poder romper con el círculo vicioso de sometimiento que experimentan frente a otros sujetos de poder. Es más, cuando lo han hecho tales grupos poderosos entre sí, esto se ha dado de tal manera que estuvo dirigido a preservar la cohesión del grupo y no lo contrario.

Así, nunca vi a ningún miembro de cierta respetable y poderosa comunidad de inmigrantes del medio oriente ni aplaudir, ni reprobar públicamente las acciones de uno de sus pares, como las del señor Figali. Tampoco, he sabido de condena pública alguna de la CAPAC al fomento del “sicariato” por parte de empresas de su sector económico, al margen de que éstas pertenezcan o no formalmente a su gremio. Menos aún, de juicios impulsados por presidentes electos contra presidentes salientes de un gobierno por actos de corrupción en los cuales éstos han incurrido por comisión y por omisión.

Es decir, se trata de una conducta de identidad de grupo, que en materia de aplicación de justicia equivale a repetir la idea muy sugestiva de la Licenciada Angélica Maitín, de que seguimos asistiendo a la pesca de las sardinitas y no a la de los peces gordos.

Lo que sí vemos con frecuencia es el comportamiento inverso por parte de líderes populares de todo tipo: que si los del Suntracs acusando a “sicarios” y sus vínculos con actores de cierto arraigo popular con más virulencia que a los que contratan a tales personajes. Que si los de la CGTP acusando públicamente a dirigentes sindicales de otras federaciones sindicales miembros de la junta directiva de la C.S.S., cuando es cosa que tiene mecanismos de debate y decisión en el seno de Conato. Que si los del Frente de Acción Magisterial y los de la Coordinadora de Unidad Magisterial sacándose los trapos en los medios de comunicación social, procurando erigirse cada quien con mayor cuota de protagonismo.

Ciertamente, el protagonismo que involucra el ataque a los pares de su mismo grupo social principal revela falta de identidad de grupo; a la postre, conspira contra la propia cohesión social y con ello reproduce el círculo del sometimiento ante los verdaderos poderosos. ¿Es eso lo que buscan los que dicen representar a los sectores populares? Apliquemos la máxima que nos enseñó Martí, para no seguir desgastando esfuerzos contra títeres, eximiendo a los titiriteros.

*Consultor en Sociología.pinnock2117@yahoo.com

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