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- 19/04/2009 02:00
Ayuno y fe en la Iglesia
Aunque la Cuaresma y la Semana Santa ya pasaron, me llama la atención la forma en que algunos se quejan de “tener que guardar” durante los días sagrados, y apelan a viejos argumentos (¿en qué parte de la Biblia dice que no hay que comer carne, que hay que comer pescado, etc..?) Para comentar una norma, su sentido o razón de ser, su oportunidad y su valor hay que informarse y verla en su contexto.
En primer lugar, debemos estar claros sobre nuestro sentido de pertenencia. Se puede ser cristiano ortodoxo, evangélico, católico, anglicano.. y eso significa obedecer las normas disciplinarias de los ortodoxos, evangélicos, católicos o anglicanos, respectivamente. Es como ser jugador de fútbol y pertenecer al Real Madrid. Entonces debes estar bajo la disciplina del Real Madrid y si no te gusta, pues no estás más en el equipo. Así es.
Pero es muy común que la gente quiera pertenecer a una iglesia, cualquiera, sin obedecer sus normas. Judíos que no quieren vivir bajo el judaísmo (pero quieren formar parte de la comunidad religiosa), evangélicos que quieren pertenecer a su Iglesia pero no respetar sus normas, católicos que quieren serlo y no serlo (rechazan las normas que les dan identidad).
Es necesario comprender —y me voy a referir específicamente al caso de la fe cristiana— que aunque el cristianismo es la religión del Libro, es también mucho más. Es una fe con tradiciones (al menos en las confesiones ortodoxas y católicorromanas), es una fe con disciplina religiosa y con liturgia.. Estas cosas las determina la Iglesia respectiva, no la Biblia.
Así, la Iglesia determinó desde antiguo que se debía ayunar. De todas formas la Biblia lo apoya. En el Antiguo Testamento se ayunaba. Jesús nunca condenó el ayuno. Solo dijo que no era lo propio “mientras el novio estuviera con los invitados” (“¿Pueden los invitados a una boda ayunar mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que el novio les será arrebatado, entonces ayunarán”. Jesús se refería al tiempo en que ya no estuviera físicamente entre los Apóstoles, entonces la Iglesia debía ayunar. Además, el dio el ejemplo: ayunó mientras estuvo en el desierto).
En la Iglesia hay muchas personas que no tienen que abstenerse o ayunar: ni los niños, ni los ancianos, ni los enfermos, ni los pobres. De hecho no se abstiene nadie antes de los 14 años, ni se ayuna antes de los 21. Tampoco se abstiene ni se ayuna después de los 60. El ayuno, lo mismo que la abstinencia, tiene un sentido penitencial. No se come carne precisamente porque es un plato básico, y reprimirse de él es una forma de ofrecer a Dios un sacrificio corporal como penitencia. Por supuesto, serviría de poco si, en cambio, me atiborro con un pastel que me gusta. La idea es vivir la privación como una entrega a Dios. Y sin rechazar el sacrificio de la “carne” hay otras formas de penitencia que son para todo tiempo: “destruir las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, y dejar libres a los quebrantados” (Isaías 58).