• 05/07/2010 02:00

Transformaciones curriculares: El fracaso

Parece que los impulsadores de cambios en materia educacional, insisten (¿por ignorancia?) en soslayar las enseñanzas históricas y hasta...

Parece que los impulsadores de cambios en materia educacional, insisten (¿por ignorancia?) en soslayar las enseñanzas históricas y hasta bíblicas, al respecto del componente social que garantiza que se lleven a cabo los cambios en la dirección e intensidad correctas.

En los años que siguieron a la segunda guerra mundial, el Banco Mundial representando a las clases sociales de categoría mundial, llegó a la conclusión de que en países subdesarrollados, como el nuestro, la única posibilidad de impulsar con éxito el proceso de modernización capitalista, para lo que había abundantes recursos, era desplazando a las oligarquías terratenientes del poder del Estado, a favor de grupos con mentalidad y práctica netamente modernizadoras. Era esa clase social conservadora el obstáculo político más urgente de franquear en aquella época (aunque aquí parece estar repitiéndose la historia).

En Panamá, en los años sesenta, los liberales modernistas (Samudio, Ardito Barletta y otros que fueron parte de gobiernos liberales) fracasaron en ese intento. Solo el gobierno militar del general Torrijos vino a cumplir con esa tarea, que funcionó solo mientras él estuvo en vida. Es así que se entiende el respaldo de asistencia financiera de parte de representantes de esa clase con intereses globalizadores, como David Rockefeller y otros, hacia este régimen político desde el año 1969. Sin duda, en los años setenta se alcanzó un vertiginoso proceso modernizador, solo negado por quienes fueron desplazados del poder político en aquellos momentos, los sectores oligárquicos.

La moraleja histórica es que un proceso de reformas solo puede ser impulsado y ejecutado con efectividad por quienes son portadores de las nuevas o modernas ideas y comportamientos. Como quien dice, vino nuevo en odres viejos, no funciona.

En el plano educativo, mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre transformación curricular, tanto a nivel de la Universidad de Panamá como del Ministerio de Educación. En ambos casos, se repite el mismo error político de los liberales de los años sesenta, esto es, pretender que las medidas ‘reformadoras’ alcancen resultados exitosos sin que los actores docentes y administrativos se hayan reformado primero; o bien, sin que las transformaciones curriculares tan publicitadas por los medios de prensa sean lideradas por una nueva especie de funcionarios(as) y educadores(as) portadores(as) de una nueva clase de procesos e institucionalidad educativa; de una nueva cultura de la enseñanza—aprendizaje.

Me resulta irónico conocer de primeras fuentes, que docentes que están en el meollo de las carreras y centros escolares en pleno proceso de reformas, sigan enseñando lo mismo que enseñaban antes de tal transformación curricular, con las mismas deficiencias observadas, donde no hay los mencionados ‘cambios’. A menos que se piense que por sí solos el uso de tecnologías audiovisuales e informáticas o el aumento de horas de inglés y matemática, en detrimento de las del área humanística, son sinónimos de superación de los profundos problemas por los que atraviesa nuestra educación en el nivel de media y universidad.

Además, si no se han resuelto los problemas esenciales que nacen en los primeros años de la educación básica (comprensión de lo leído) y no en la media, poco efectivas resultarán esas transformaciones, salvo para derrochar recursos tan escasos en las entidades de educación públicas—oficiales.

Es decir, aún en el caso de que se estuviera interviniendo en el nivel escolar donde se originan los problemas medulares, no hay evidencias científicas de que las reformas las llevan a cabo quienes son agentes naturales de las mismas o por lo menos, han sido previamente ‘reformados’ en la nueva cultura requerida para obtener los efectos necesarios y deseados por la sociedad panameña. A menos que se piense, también equivocadamente, que con cursitos de verano y de ‘perfeccionamiento’ se transforman mentalidades y modos de actuar de los que impartimos clases en los centros educativos. Vino nuevo en odres viejos...

*SOCIÓLOGO, CONSULTOR EN AMBIENTE, EDUCACIÓN Y SALUD.

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