• 04/11/2023 00:00

Fragilidad democrática

Nuestra frágil democracia se enfrenta a un peligro real de ser engañada por líderes mesiánicos [...]

“Cuando no se cree en nada, se puede creer en todo”.

Son tiempos de cambio, lo que podemos denominar “cambio de ciclo”, se está gestando un nuevo orden mundial y los distintos actores de este nuevo entorno multipolar buscan afianzar sus posiciones. El impacto que esta reconfiguración tiene y tendrá en nuestras vidas se está comenzando a sentir.

Las democracias son por su naturaleza frágiles, el progreso en lo que se refiere a la política, la ética e incluso la propia civilización corre siempre el riesgo de perderse. Lo que han logrado las luchas de varias generaciones se puede perder en un abrir y cerrar de ojos (Jhon Gray).

En los últimos años hemos visto cómo el debate ha sido ocupado por la demagogia; los charlatanes ven oportunidades de liderar la escena política, nos engañan sin el menor pudor sacando partido a nuestra desesperación, porque estamos al límite.

Nuestro país no es ajeno a estos vientos de cambio, vivimos abrumados por el ruido de una multiplicidad de relatos, diferentes versiones no contrastadas de nuestro entorno político y social.

En este nuevo mundo donde la virtualidad nos ofrece infinitas realidades en apariencia veraces (lo que en el norte denominan verdades alternativas), nos encontramos con que “todo el mundo opina de todos los temas, todo el tiempo”.

En tiempos de cambios profundos, callar sobre temas que desconocemos, no es visto como señal de prudencia, se percibe como indiferencia o incluso aquiescencia. Como leí recientemente en un diario internacional, “En el mundo de la opinión exprés, el silencio está mal visto”.

Hoy más que ayer la desinformación tiene un papel crucial, las redes sociales cada vez más juegan un papel protagónico en la forma en que las personas se relacionan con su entorno, en especial los jóvenes. Publicaciones incendiarias en las redes sociales abaratan el discurso y dificultan el progreso.

La profundidad de nuestra crisis es el combustible de una sociedad que puede verse tentada a asomarse al abismo. De todos depende recuperar los valores que impidan la aparición de esos líderes mesiánicos que se multiplican en un mundo convulsionado como el que nos ha tocado vivir.

La sociedad en su conjunto tiene la urgente tarea de reflexionar y acordar un nuevo orden fundacional que nos permita enfrentar los grandes retos que amenazan con resquebrajar nuestro frágil orden social. Es prioritario reafirmar nuestro compromiso con políticas públicas que promuevan mejores condiciones de vida para todas las personas, en el respeto a los derechos humanos.

Cada día más gente tiene una opinión negativa del Estado, piensa que opera de una manera ineficiente, aleatoria y casi siempre injusta. Esta sensación se ha profundizado en los últimos años por diversas circunstancias. Nuestra frágil democracia se enfrenta a un peligro real de ser engañada por líderes mesiánicos que ofrezcan liberación, bajo la premisa de que todo funciona mal y es necesario una intervención liberadora, como es el caso de Milei en Argentina.

Recordemos las palabras del político y filósofo Antonio Gramsci: “El viejo mundo está muriendo y el nuevo tarda en llegar. En ese claroscuro nacen los monstruos”.

Docente universitario
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