• 03/04/2016 03:00

El Gobierno y sus problemas

El presidente Juan Carlos Varela se enfrenta a problemas que pueden alterar el humor social

El presidente Juan Carlos Varela se enfrenta a problemas que pueden alterar el humor social. La inseguridad en el país, por ejemplo, representa un duro fracaso para su administración, al igual que los posibles efectos que la crisis del agua tenga sobre la economía. ¿Podemos señalar que está llegando a su fin el estado de gracia para Varela? Sobran indicios de que la popularidad del mandatario entró en merma y que su Gobierno afronta una variedad de conflictos que no le permiten retener la complacencia mayoritaria de la opinión pública.

Nadie quisiera que el presidente llegara al final con una gestión troncada, al punto que nos haga recordar la frase de Winston Churchill de los años de la guerra, que su Gobierno asistiría al final de su comienzo. No entendemos las razones para que Varela no haya explotado su voluntad de mando y capacidad de empujar la econo mía con firmeza pero también con previsibilidad.

Algo debió pasarle en el camino que el guión se modificó. Los problemas que más angustian a la sociedad no esperan y cada día se acumulan y pasan factura al Gobierno. El tema de inseguridad hizo crisis el año pasado cuando ocurrieron ocho insólitos robos en bancos privados y oficiales. Y recientemente la ola de asesinatos a doquier le revuelve las tripas y el alma a la población. A ese horror se agrega un elemento muy grave: las autoridades parecen impotentes para hacer frente al flagelo y, una y otra vez, hurgan alrededor de recetas conocidas cuya instrumentación llevaría mucho tiempo, aunque tampoco podemos resguardarnos en el imperio de los milagros.

Está también la incidencia siempre perversa de las insuperables rencillas políticas. Varela suele mostrarse impávido ante la forma en que sus ministros y viceministros actúan y complican aún más las cosas. Esa forma pasiva de gobernar, ese aislamiento con la realidad vacila en la calidad de su gestión y da luces a imaginar que así será hasta el final. Trató de salvar hasta lo último a la viceministra del ‘Gucci ', pero le fue imposible ante la presión de la opinión pública. A veces se le ve íngrimo, aunque los analistas sienten que a él le va mejor sólo que acompañado. Las conjeturas, en verdad, de poco sirven a esta altura y asoma bien claro que no hay fronteras cuando el azote proviene de adentro y de los más cercanos.

Varela sabe, mientras tanto, que no ha quedado colocado en un buen lugar. Debiera tener objetivos más claros para reactivar su gestión y salir adelante de los problemas y conflictos de interés que golpean las puertas de Palacio. Lamentablemente, no vemos que haya tomado conciencia de que sin una respuesta rápida y concreta podría empezar a pagar mucho más que monedas de costo político. Pero es el momento lo que cuenta, porque más que nunca requiere del consenso de la sociedad, pues no lo tiene y su Gobierno enfrenta meses decisivos para el despegue o el empantanamiento del país.

Otro frente que amenaza aquel sostén refiere a la crisis del agua. Varela supone que está a resguardo, ya que el problema no ha castigado todavía al ciudadano común. Es, en realidad, una verdad relativa: desde hace meses que la Autoridad del Canal de Panamá declaró la cuenca hidrográfica en estado de emergencia y la semana pasada alteró su ritmo de pasabarcos. Igualmente, el sector agropecuario está ante la incertidumbre de una prolongada sequía. No podría decirse que la crisis del agua es responsabilidad de este Gobierno, pero flota la impresión de excesos y desaciertos en el poder, y también de una línea de intrigas y de falta de una visión estratégica.

Y si sumamos a estas dos crisis puntuales el rosario de problemas que afligen al país, llámese corrupción, justicia selectiva, falta de transparencia y carencia de una visión de largo plazo para solucionar la educación y la salud, ciertamente nos sobrevendría una resaca de Semana Santa que ninguna ayuda divina podría resolver. Porque lo que todavía no sufre día a día la sociedad podría llegar de repente, si todas estas crisis golpean, al final, sobre el crecimiento económico: uno a tres puntos menos del PIB, en ese nivel estaría la afectación, si la tasa de desempleo se dispara. Aquellos felices días del triunfo y del debut podrían pasar a ser una nostalgia para el Gobierno.

Todavía tiene 38 meses por delante, pero los problemas que le afectan debe resolverlos ya.

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