• 20/03/2024 00:00

Historias, recuentos y retos de argumentos

La ceremonia de entrega de los premios cinematográficos Óscar de este año, correspondiente a su edición 96 tuvo como eje central el enfrentamiento de dos grandes y míticos directores, quienes fueron nominados para llevar a casa la mayoría de las distinciones. Christopher Nolan con Oppenheimer y Martín Scorsese con Los asesinos de la luna, se enfrentaron con relatos ligados a momentos que cambiaron la historia de Estados Unidos.

Los argumentos de ambas cintas son muy específicos. En la primera se cuenta las peripecias que vivió el hombre que dirigió el equipo científico encargado de crear la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. En la segunda, se expone cómo se despojó a una población, Osage, de las tierras en que habitaban, donde había brotado petróleo. Se procedió mediante un meticuloso ardid, basado en asesinatos y envenenamientos a determinadas figuras indígenas.

Nolan desarrolla no una narración de la serie de acontecimientos que precedieron la construcción del aparato que llevó la energía nuclear a la realidad bélica, sino que al igual que en cintas anteriores, como Memento, Insomnia, e incluso la trilogía de Batman, se introduce en las condiciones morales de sus personajes, tanto individual como en términos grupales, tal es el caso de Dunkerke y esta última ganadora del Óscar.

Mientras que Scorsese, quizás como ningún otro director se ha involucrado tanto en el submundo criminal como él, en casi todas sus cintas porque aborda las relaciones y perfiles de bandas (Godfellas), así como la violencia en las grandes ciudades estadounidenses (Taxi driver). Además, ha incursionado en temas sobre los problemas de identidad en la comunidad italoestadounidense y conflictos del catolicismo (La última tentación de Cristo).

En ambas cintas Oppenheimer y Los asesinos de la luna, sus directores debieron trabajar sobre un argumento en que el contexto de los problemas está sobre la mesa de intrincadas discusiones acerca de las perspectivas que motivan las acciones. En el filme sobre la Segunda Guerra Mundial son los consorcios financieros y la estructura militar, los que determinan la ruta, bajo la mirada escrutadora y silenciosa de hombres como Einstein.

En el caso de los pueblos que se establecieron en regiones que eran necesarias para el desarrollo tecnológico, los grandes núcleos financieros, no tuvieron impedimentos para posesionarse de los recursos naturales y levantar un enorme capital económico, en desmedro de los poblados. Así se construyen las primeras líneas del ferrocarril y surgen las inmensas empresas mineras y pozos petrolíferos.

Ambos directores se caracterizan por trabajar alrededor de la identidad profunda de sus personajes y, sobre todo, en la dimensión de la coherencia del relato. En Oppenheimer, cada una de las figuras del submundo civil-militar que presiona al consultor para concluir el proyecto. En el otro problema, el tío (Robert De Niro) es el eje de aviesos financistas que buscan cambiar los acontecimientos, sin frenos ni gestos de arrepentimiento.

Nolan y Scorsese han sabido, gracias a los guiones del propio Nolan y en el segundo caso de Eric Roth y del mismo Scorsese, insertarse en momentos de tensión y conflictos. La base de las obras en que descansan ambos relatos le da mucho sentido documental al resultado. Pero lo más importante es la consistencia narrativa apegada a la realidad sobre la que descansan ambas realizaciones.

Hay una lectura que la audiencia puede extraer de Oppenheimer y Los asesinos de la luna: en las circunstancias que se convierten en hitos para la humanidad, siempre hay un plano público y otro privado y es en este último donde surgen los factores que han de ser determinantes para aquello que se convierte en realidad. Los protagonistas verdaderos van a asumir su papel y pueden terminar envueltos en pesadillas o remordimientos dolorosos.

La capacidad de ambos cineastas y una vasta carrera fílmica les ha permitido brindarnos esta inmersión en los aspectos recónditos de acontecimientos aparentemente conocidos y que el cine devela.

El autor es periodista
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