La nutricionista Vanessa Leone contrasta los beneficios, mitos y realidades del alimento
- 12/01/2017 01:01
Venezuela, hoy depauperada, sigue siendo noticia
El Vaticano tiene en tiempos recientes la mala costumbre de equivocarse demasiado cuando le da por interceder en materia política. No se sabe si por ingenuidad y buena fe trasnochada o por tratar de conciliar lo inconciliable. El Vaticano no entiende que llega un momento en que la buena voluntad no es suficiente, que más bien sale sobrando. Y es que a estas alturas -estas bajuras-, el Vaticano, sobre la abstrusa situación de Venezuela puede pedir misa. Literalmente. De hecho, ya lo hizo antes y como consecuencia indujo a bajar la presión y a regalarle tiempo precioso al régimen. Pero ya no hay nada que ‘dialogar' entre el séquito de serviles del dictador Maduro y la oposición, dividida tras su incapacidad de enfrentar coherentemente al régimen.
Venezuela es a todas luces un caos, el triste espectáculo de un Estado fallido. Con una caricatura de gobierno incapaz de solucionar los problemas más elementales del pueblo; la violencia creciente (segundo país más violento de América Latina); la escasez de alimentos y de medicinas; la inflación más aberrante de la bolita del mundo amén; una moneda absolutamente devaluada que no sirve para un carajo y por tanto salarios de hambre para los más preparados profesionales (un médico, por ejemplo, en cualquier entidad estatal gana 41.00 dólares al mes; cabe señalar que en años recientes se han ido del país unos 15,000 médicos). Y, además, montones de gente empezando sin remedio a comer de la basura… Sí, de la basura. Porque el hambre en Venezuela se ha hecho viral. Averigüe bien y verá. Hay fotos, reportajes, entrevistas… Si bien Somalia y Etiopía siempre han sido países depauperados en que la gente muere de hambre, en la Venezuela de hoy, una de las grandes potencias petroleras del mundo, existe ya el inicio degradante de tal indignidad. ¡Una vergüenza! Para no hablar de un irrespeto flagrante del régimen por la institucionalidad y la Constitución misma de la que tanto se jactan las autoridades. Y un ejército sumiso cuyo armamento está siendo reforzado mediante compras hiper-millonarias hechas a Rusia y China. Nunca se ha estado más lejos de ser una democracia.
¿Y qué decir de los presos políticos? Al igual que en Cuba, dictadura a la que el régimen venezolano abiertamente imita en prácticamente todo lo malo (quienes saben, señalan que la inteligencia cubana está muy presente en Venezuela y a menudo dicta pautas), se cercenan los derechos humanos, sobre todo la libertad de expresión, de reunión, de manifestación. Véase el caso, entre otros, de Leopoldo López, admirado líder valiente y pacífico -emblemático- al que el régimen teme ver libre en la calle. Hay en estos momentos más de 100 presos políticos injustamente encarcelados sobre quienes, al igual que en Cuba, el Vaticano de forma pusilánime calla. Y el Panamá de Varela también. Como dirían los niños: no dicen ni pío. ¿Por qué será?
Y ahora, para colmo de males, todo parece indicar que el régimen de Maduro prepara la embestida final: eliminar el Parlamento antes de que éste vuelva a coger vuelo en alas de la oposición, a tener influencia en el pueblo al otra vez esgrimir con altivez y patriotismo la palabra y al ejercer nuevamente el sagrado derecho de protestar en las calles.
¿Esa miseria ha sido fraguada por la maldad de los ‘empresarios de derecha'? ¿Por esa ‘apátrida' oposición que con una inmensa mayoría de votos ganó la Asamblea Nacional de Diputados a la que ahora Maduro quiere defenestrar manipulando una vez más al llamado Tribunal Supremo de Justicia? ¿Y todo con el maquiavélico apoyo del ‘Imperio yanqui', sólo porque así dixit el dictador que habla con pajaritos? Hay que ser muy estúpido para creerse semejantes sandeces. Basta meterse a las redes sociales, hablar con los venezolanos de a pie, con los que alguna vez pertenecieron a la clase media; o darse una vueltecita por Apure, Guárico y Delta Amacuro, los tres estados con la mayor pobreza extrema del país. Pero igual se ve desesperación y disgusto extremos de la gente en Maracaibo y Caracas, para solo hablar de dos ciudades importantes, en donde la plata no alcanza para nada.
En todos los países del mundo el pueblo ha tenido que decidirse por enfrentar en las calles la represión para expresar sus necesidades, sus verdades, sus exigencias. Con buenos o malos resultados. Ojalá no fuera así. Lo hicimos en Panamá frente a la dictadura militar de Noriega. Se ha hecho últimamente en Guatemala, en Brasil y en Argentina, en donde a la corrupción de regímenes de derecha y de izquierda se le ha empezado a poner coto. Empieza a suceder en México. Para bien o para mal, como están ahora las cosas, ¿por qué tendría que ser diferente en Venezuela?
ESCRITOR