• 07/06/2009 02:00

La trascendencia del ser humano

La comprobada finitud del ser humano que empieza a vivir —pero también a morir— desde que nace, obliga a reflexionar al ser humano, cons...

La comprobada finitud del ser humano que empieza a vivir —pero también a morir— desde que nace, obliga a reflexionar al ser humano, consciente de su propia existencia, del mundo que le rodea y de la armonía de los seres y de la naturaleza.

La reciente muerte de mi madre, que interrumpió mi diálogo semanal con ustedes, me invita a abrir el espíritu a estas ideas que quiero compartirles ahora.

De entre todos los seres que conocemos solo el hombre posee esa capacidad reflexiva que le permite darse cuenta de su propia mortalidad y en algún modo entenderla. Es consciente de la fragilidad del mundo, de que este puede ser destruido y la vida animal, vegetal y humana puede perecer, pero de modo especial es consciente de que su propia historia en la materia de que está hecha esta vida termina. Es consciente y autoconsciente. Ahora bien, si la vida no tuviera continuidad en el más allá, este conocimiento del hombre no solo sería doloroso e insoportable, sino absolutamente sin sentido. Que el Universo evolucione hasta el punto de que emerja de él una criatura con tal grado de dominio sobre las cosas que puede captar el hilo inteligente que le permite hacer ciencia sobre el Cosmos, una criatura tan sensible que puede hacer música, poesía, escribir su historia personal o la de sus pueblos; un ser capaz de ternura, de hazañas increíbles, de gestos de sacrificio y amor por sus hijos y su prójimo.. todo eso exige una continuidad. Que ese ser pueda hacer todo eso y luego descienda al polvo de la muerte para desaparecer y ser olvidado es una absoluta aberración. Es como si el Universo fuese una horrenda inmoralidad, una crueldad. Pero ello no es posible.

La misma lógica que dice que el hombre es capaz de comprender todo aquello y participar con sus gestos de amor o de odio a construir la historia del mundo, exige también la existencia de un más allá. Porque si el estómago está diseñado para sentir hambre y necesidad de ser saciado es porque puede ser saciado. Y si el espíritu humano está diseñado para sentir lo espiritual y producir obras espirituales y para anhelar la eternidad es porque puede alcanzarla. Porque hay un más allá en el que su Creador le espera.

El autor es filósofo e historiador.jordi1427 @yahoo.com.mx

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