• 11/12/2012 01:00

‘Más allá de la ira’

La revista inglesa El Economista indaga en su reciente publicación (Nov. 24-30): ‘¿Por qué (Panamá) el país de más rápido crecimiento en...

La revista inglesa El Economista indaga en su reciente publicación (Nov. 24-30): ‘¿Por qué (Panamá) el país de más rápido crecimiento en Latinoamérica está tan furioso?’. La respuesta, opino, es fácil. Para un sinnúmero de nuestros coterráneos dicho ‘crecimiento’ se centraliza principalmente en la Capital, bajo la administración personal y autocrática de un presidente que actúa como si fuera ‘el capo de todos los capos’ y quien, como presidente, estima que puede hacer y deshacer leyes a su antojo sin consultar al pueblo que lo eligió. No es muy difícil visualizarlo emitiendo aquellas palabras ignominiosas de Luis XIV —palabras que han perdurado en los anales históricos de usurpación del poder popular: ‘El Estado soy yo’.

Subrayo, lo escrito es mi opinión. Empero ofrezco la versión del Economista cuyo contenido, curiosamente, no difiere mucho de la mía.

Deseando ser objetivo, el autor empieza su narración describiendo el ‘auge’ económico del país y las razones que nos han llevado a dicho pináculo; pero, sin perder un solo paso, inmediatamente nos pinta detalladamente la desigualdad económica que azota a la nación. Nos menciona la explosión trágica de Colón; las protestas de los Ngäbe-Bugle en Chiriquí y anteriormente las del 2010 en Bocas del Toro. Nos relata que al abandonar nuestra capital la causa del descontento panameño dejó de ser un misterio, describiendo su estadía en una pequeña isla en donde 2500 indígenas ‘Kuna’ viven en condiciones paupérrimas e insalubres. Esta tragedia no solo afecta a nuestros indígenas sino también, según El Economista, a los de la tercera edad, quienes, a pesar de recibir $100 mensualmente del gobierno, el ingreso económico de este sector de pobreza que constituye un 10% de la población, es ahora 35 veces menor que los del 10% de los más ricos de la nación. Anteriormente la discrepancia era 65 veces menor.

Añade que, a pesar de que nuestra economía es superior a la de nuestros vecinos centroamericanos, nuestro gobierno es igualmente disfuncional, citando las múltiples acusaciones de corrupción presidencial.

Nuestra clase media, nos comenta, comparte la inquietud de nuestra clase pobre, en parte, creada por ‘tranques’, sectores con aceras donde corren las ‘aguas negras’ y la escasez de escuelas secundarias y, en aquellas que existen, la enseñanza es pobre. El artículo termina mencionando aquel cable ‘clandestino’ de la Embajada norteamericana, que en el 2009 ‘reveló’ que Martinelli solicitó la intervención de los teléfonos de sus opositores políticos, subrayando su tendencia por acosar y chantajear.

Lo que aparece en El Economista no es sorprendente ni novedoso para nuestra nación, pues refleja las quejas y aspiraciones de nuestro pueblo. La Dra. Ana Elena Porras, fundadora del ‘Movimiento Ciudadano por el Fortalecimiento de la Identidad Panameña’, recientemente manifestó que dicho movimiento ‘es una respuesta de la ciudadanía... sin compromisos partidistas... incluye con equidad a todas las entidades culturales, regionales, de —clase, color y género. Por encima de nuestras diferencias, nos une un sentimiento de hermandad entre panameños, de amor por Panamá y la indignación compartida frente al desdén por nuestra cultura y la rapiña a nuestro patrimonio nacional’. Añade la Dra. Porras: ‘Hoy le decimos a esos políticos que traicionan a sus electores y a nuestro pueblo que no queremos limosnas, ni su circo, sino que reclamamos nuestros derechos y exigimos justicia’.

Lo que a mi juicio indudablemente es de carácter transcendental es nuestra buena fortuna que una revista internacional de renombre haya capturado y divulgado las condiciones antidemocráticas e injustas bajo las cuales vivimos. Ahora nos corresponde, opino, como pueblo unido y disciplinado, ir más allá de la ira y continuar, a nivel nacional, la lucha por la transformación nacional tan sucintamente contenida en el manifiesto del movimiento ciudadano. Tal vez, con el mundo observándonos, la victoria será nuestra.

ESCRITOR Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones