• 19/11/2021 00:00

Juicio de R. M., epítome y epílogo de nuestra crisis moral

“¿Qué hacer? [...]: acordar la ejecución de un plan estratégico nacional, con la finalidad de construir un nuevo país [...]”

“Es la hora de los hornos y no se ha de ver sino la luz”, José Martí.

El 9 de noviembre - 2021 (martes) debe sembrarse, en la memoria patria, como una fecha de vergüenza nacional; porque se escenificó la culminación del juicio a un expresidente llamado Ricardo Martinelli Berrocal -acusado por ordenar pinchazos telefónicos a personas desafectas a su gestión gubernamental-. Final de ese juicio, donde se expusieron manifestaciones colectivas que restaban seriedad formal y confiable de nuestro sistema jurídico con una puñalada mortal a los principios morales. Se presentó una fanfarria musical, como copia caricaturesca del pasado circo romano con adaptación panameña; que no se supo si era para presionar un fallo favorable o celebrar lo ya cocinado como crónica de un triunfo anunciado. Epílogo de ese juicio que, mediante una simple evaluación, demuestra la existencia de un proceso embriagado de corrupción multicoloreada que se sostiene en lo amoral. Total: hubo un hecho punible, originado en la Secretaría de Seguridad del Estado, sin que nadie fuera culpable ante tantas pruebas de los afectados.

Hemos ganado una imagen que no enorgullece, tanto a lo interno como externo al país; porque hemos trastocado valores esenciales para adorar y perseguir solo lo material y fácil de adquirir; con desdeño a las virtudes del intelecto y aplaudir el poseer bienes abundantes; hasta expresar “robó, pero hizo”. Hemos perdido la confianza en quienes dirigen gestiones públicas o privadas; porque solo tenemos autoridades y no líderes. Confianza difícil de recuperar, si no se propone un cambio en nuestra estructura sociopolítica. Se impone estructurar una comunidad educativa que ejecute acciones que respondan a una filosofía en la cual se defina el ser humano a construir para qué tiempo y contexto. Estamos insertos en un capitalismo salvaje que produce una clase social burguesa-oligarca que domina abierta y sutilmente toda la estructura social; donde somos considerados como objetos y no sujetos con pensamiento reflexivo, producto de una educación general que solo informa para instrumentarnos servilmente en disimulada esclavitud y no formarnos para un actuar con dignidad en el sostenimiento del derecho y la justicia. La mayoría actuamos para servirnos de los otros y no para servirles generosamente. Se cumple la sentencia de Hegel: “el hombre es lobo del hombre”; y la de José Ingenieros: “nos dominan los mediocres”.

Panamá, como otros países, ha tenido ejemplos semejantes a lo vivido con el caso de Ricardo Martinelli; tales como el juicio al Dr. Arnulfo Arias y el asesinato del presidente José Remón C.

Ambos casos, con sus heridas, fueron superados mediante inteligentes acuerdos. Igualmente sucedió en Francia y Sudáfrica, con el caso de Dreyfus y Nelson Mandela; simultáneamente. La recuperación de nuestra plena soberanía en la zona canalera nos dio una lección —aprendizaje en el uso de estrategias para doblegar— convencer a un poder imperial.

¿Qué hacer? (V. Lenin): acordar la ejecución de un plan estratégico nacional, con la finalidad de construir un nuevo país; con la aplicación de nuevas relaciones de producción que generen una conciencia con nuevos valores. Será una lucha difícil, con muchos obstáculos frenadores para sacarnos de este hundimiento moral que presagia un Estado caricaturésticamente fallido.

Es el único camino para ver la luz.

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