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- 31/07/2022 00:00
El libre mercado sí funciona
Existe una sensación creciente, entre quienes tenemos la responsabilidad de invertir capital y administrar trabajo, que las pretensiones de grupos violentos con agendas ideológicas extranjeras, de cambiar nuestro modelo económico de libre mercado a un sistema socialista marxista, son incongruentes con nuestra historia y reflejan que no tienen el menor conocimiento en la ciencia de economía.
La asignatura de economía tiene su propósito y es una ciencia diseñada para resolver problemas que existen en la vida. Vivimos en un mundo económico cambiante, muy diferente al que teníamos antes y ciertamente al que tendremos una vez superemos la pandemia de la covid-19 y la guerra entre Ucrania y Rusia. La caída del desempleo ya no aumentará los salarios, imprimir dinero no causará inflación, pedir préstamos no afectará la capacidad de endeudamiento y, por lo tanto, el discurso político y la administración gubernamental deben cambiar.
Los economistas podrían no ser buenos para predecir colapsos financieros o idear modelos para prevenir el cambio climático, pero sin duda su papel en la historia del desarrollo de los países y en la reactivación de sus economías, no tiene paralelo. Y eso a pesar de que la economía continúa siendo enseñada no como una historia de argumentos y tampoco como cualquier otra ciencia social a través de la proyección de un cúmulo de perspectivas teóricas, sino como la física o la química que se enseñan por medio de la realización gradual de verdades matemáticas universales y símbolos impecables.
Tengo buenos amigos economistas. Algunos piensan como si fueran de otro mundo, otros son idolatrados por los medios por sus niveles académicos elevadísimos, y algunos en ocasiones mantienen línea directa con el presidente de la República y los gerentes de las empresas más grandes del país. Y los temas sobre los que más conversamos son historia del libre mercado (Smith), teoría de precios (Ricardo), competitividad (Porter), libre competencia (Bork), capital humano (Becker), teoría de juegos (Nash) y problemas sociales (Kahneman), sin duda una base de grandes pensadores que proporciona fórmulas que por años nadie ha podido refutar y que están enraizadas en el resto de las profesiones, y han tenido un profundo impacto en la comprensión del mundo y la solución de sus problemas.
Por razones que todavía no entiendo, muchos economistas han preferido pasar inadvertidos en los últimos años ajenos a defender las bases de la teoría económica del libre mercado. Tal vez les resulta más sencillo salir a explicar el flujo de una caja menuda, las tasas de préstamo de un banco o los índices de actividad económica. No hay nada malo en ejercer una profesión sin mayores repercusiones o limitarse a crear modelos simplificados para temas simples e insignificantes. Pero los tiempos actuales obligan a que todos aportemos ideas desde cualquier ciencia que trata asuntos del ser humano. No importa que sea empíricamente; al final eso es lo que se ha hecho por más de dos siglos: Descubrir modelos y luego encajonarlos en fórmulas y ecuaciones matemáticas que han permitido descubrir, afirmar y predecir eventos.
Los tiempos actuales exigen que los economistas, por ejemplo, recurran al conocimiento acumulado del comportamiento humano, de la psicología e incluso de la antropología, y defiendan lo que hasta ahora sabemos: que el modelo del libre mercado sí funciona. Por supuesto que nada es perfecto y existen situaciones que requieren leyes de libre competencia y políticas de “antitrust” para combatir las prácticas monopolísticas y desafiar los cárteles. Pero pretender cambiar un modelo económico de libre mercado al que propician los grupos ideológicos marxistas, se asemeja cada vez más a querer cambiar el sistema de tránsito de conducir por el lado derecho al izquierdo, sin cambiar los vehículos, sin cambiar las señales y, peor aún, queriéndolo hacer por etapas para que todos los autos y buses terminen estrellados unos con otros.
En la ciencia de la economía existen temas que no pueden cambiarse, como son los factores de producción, la distribución óptima de trabajo y la asignación eficiente de recursos para crear altos niveles de crecimiento económico. Intelectualmente esto no es fácil y políticamente es imposible. Romper el modelo de la economía de libre mercado es algo impensable, porque nunca ha trabajado en ninguna parte. Sería como pedirle a los físicos que olviden las leyes de Newton y a los químicos que inventen una nueva tabla periódica.
Imponer un sistema de izquierda en Panamá requerirá una hecatombe social o explosión nuclear. Nuestra opinión es que hasta que no se impriman libros que demuestren que este nuevo modelo marxista es exitoso y se enseñe en clases de universidades en los países más desarrollados del mundo como la última cosa, la teoría del libre mercado, con todos sus defectos, seguirá con vigencia por muchos siglos más.