• 11/10/2009 02:00

Loor al héroe

Al terminar la dictadura militar en 1989, nuestro pueblo estaba ávido de democracia. El gobierno militar de veintiún años, había agotado...

Al terminar la dictadura militar en 1989, nuestro pueblo estaba ávido de democracia. El gobierno militar de veintiún años, había agotado hacía ya mucho tiempo las razones que para algunos justificó que hubiera accedido al poder, así fuera al margen de la Constitución de la República. Sus crecientes desmanes y comprometidos actos delincuenciales desde el asesinato hasta el narcotráfico constituían un yugo del que anhelábamos desesperadamente librarnos.

Tengo la certeza de que tal situación influyó decisivamente en que después de infructuosos esfuerzos, tanto civiles como militares, cuando una invasión extranjera, hollando una vez más nuestro territorio, se llevó encadenado al tirano, con todo y su uniforme, que fue lo único que pidió como para confesar que también el militarismo se iba con él, tantos y tantos panameños salieran a aplaudir a aquellas tropas, situación que no debe ocurrir nunca más, si actuamos con apego a nuestras instituciones, a nuestra democracia y al respeto que nos debemos a nosotros mismos. Después, cuando el nuevo gobierno se enfrentó a la monumental tarea de hacer volver a la Nación a los cauces de la institucionalidad, de la Ley y de la democracia, poco a poco, pero con una energía inaparente extraordinaria fue acercándonos unos a otros a todos los panameños y haciendo posible que Panamá fuera otra vez, una sola nación y un solo pueblo.

En esos tiempos fui distinguido con la honrosa designación de magistrado del Tribunal Electoral, entonces la más desacreditada de las instituciones del Estado, luego de las vergonzosas elecciones de 1989, y por ello soy testigo de que en más de una ocasión nos encomendó a los tres magistrados, no soslayar esfuerzos en reconducir al país a la democracia.

Cuando hubo carencias de recursos, tomó medidas para que no faltaran; cuando tomamos decisiones en ejercicio de nuestras funciones que no compartía, se empinó para hacer respetar las instituciones y la Ley sobre sus gustos e interpretaciones personales, fortaleciendo la institución electoral. Con Panamá se comprometió a fondo y francamente en que la democracia fuera un hecho. Ante el pueblo, muchas veces expresó, asociándose con la democracia al hacerlo, que el mundo nos miraba, recurriendo a nuestro amor propio para que un valor positivo privara sobre cualesquiera argumentos de otra índole para organizar bien las elecciones.

Su apoyo fue determinante para que la institución electoral se consolidara como un árbitro imparcial.

Después, cuando concluyó la primera elección presidencial en democracia, con unos resultados que contrastaban grandemente con los comicios que hasta entonces habíamos tenido en Panamá, con solo dos honrosas excepciones a lo largo de la historia, por su libertad, honradez y eficacia, principios que siempre habían estado escritos sin aplicar, su satisfacción llegó a tal punto que nos otorgó importante condecoración en expresión de su agradecimiento por haber llevado a cabo su voluntad, siempre compartida por todos los panameños, de haber logrado materializar su deseo de una organización electoral envidiable para la Región y el mundo. Él, más que nadie y en mayor grado, la merecía. Bien ha hecho el presidente Martinelli en otorgarla.

Loor al héroe. Loor a Guillermo Endara Galimany.

*Ex magistrado del Tribunal Electoral.marlex@tcarrier.net

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