• 21/01/2024 00:00

Luchemos por mejorar el Casco Antiguo de Panamá

La feliz aprobación de la ley propuesta por Luis Alberto Tuñón, que declara el 21 de enero día del traslado de la ciudad de Panamá al sitio junto al cerro Ancón, suceso ocurrido en 1673, dos años después del ataque del pirata Morgan, debería dar un nuevo impulso al barrio de San Felipe. Espacio que ha continuado renovándose gracias, en mayor medida, a la inversión privada que lo está valorizando más. Hay muchos más inmuebles rescatados. Sus accesos se han mejorado notablemente desde el corredor marino hay que reconocerlo.

La plaza de Francia que celebró en 2023 su centenario y la hermosa embajada gala se han renovado y mejorado. Las iglesias han sido igualmente restauradas gracias sobre todo a la inversión estatal durante la administración Varela, más confesional, no obstante que algunas, como la catedral, hayan perdido parte de su patrimonio histórico como su piso antiguo y las lápidas de personalidades de los siglos XVIII a XX que desaparecieron para colocar un simple piso de mármol, más apropiado para un comercio de lujo. Ignoramos el destino de las numerosas lápidas de antepasados de familias históricas de la capital y del país, removidas, y que deberían estar en sus paredes. Además, no se restauró la fachada original de la antigua iglesia de San Felipe Neri que continúa ocupada por un inmueble moderno. Ojalá las ruinas de la iglesia de los jesuitas, techadas, puedan convertirse en lugar de actividades culturales.

Mientras, la Presidencia de la República, periódicamente remozada, tiene verjas de hierro gigantescas, decisión infortunada que no vemos en casi ninguna capital como París, Roma o Londres, ni siquiera en Bogotá, en donde las sedes de los presidentes de la República y de los primeros ministros no tienen estructuras añadidas que desfiguren el casco antiguo donde se localizan. Se añaden aquí oficinas públicas sin ningún valor arquitectónico o paisajístico que ocultan la muralla colonial enfrente del Palacio de las Garzas. Las más altas autoridades nacionales realizan así acciones que dañan el casco antiguo de Panamá sin que nadie se inquiete, ni las autoridades municipales, ni los grupos de la sociedad civil, ni los responsables por el patrimonio histórico nacional, ni los medios más incisivos.

Existe un interesante proyecto de 2012 de construir el valioso Museo de Arte Contemporáneo en el lugar de una antigua planta eléctrica (de 1903-04) ocupado por una noria y un pequeño manglar de origen reciente. Si no se ejecuta dicho proyecto cultural ese espacio podría convertirse en un hermoso parque urbano, atractivo turístico suplementario.

Hoteles de diversas categorías, desde las más elevadas, restaurantes y comercios en edificios restaurados (sobresale el del antiguo solar de los jesuitas del siglo XVIII) le otorgan una nueva vida a la zona urbana histórica, aunque por la gentrificación vinculada a las elevadas inversiones inmuebles el casco antiguo haya perdido parte de su carácter y de su población más popular. De 6.928 personas censadas en el 2000 pasamos a 3.262 en 2010 y a 1.258 en 2023. En 2009 se creó la Asociación de Vecinos y Amigos del Casco Antiguo, presidida por Octavio del Moral, que labora activamente para mejorar ese vecindario.

Se ha intensificado la dificultad para circular en automóvil en San Felipe y, sobre todo, para usar los estacionamientos públicos ocupados por numerosos funcionarios civiles y policías militarizados que trabajan en instituciones que deberían, en su mayoría, emigrar a otros lugares. Por suerte el Ministerio de Gobierno se mudará pronto y en su lugar estará un nuevo Museo de la Nacionalidad. Iniciativas para convertir en más peatonal el casco antiguo se acompañarían de la reinstalación del antiguo tranvía que lo recorría hasta 1941.

Se respira en gran parte de San Felipe un aire de militarización muy molesto que ha ido aumentando en las últimas décadas y, sobre todo, durante la administración Cortizo, como nunca se había visto en la historia del barrio en los últimos sesenta años. Ni los ciudadanos ni los turistas pueden circular libremente alrededor del Palacio de las Garzas como sucedía durante el largo régimen militar desde 1968 hasta 1989 y como ocurre en importantes capitales de potencias con mayores riesgos de atentados y conflictos como Bogotá, México, Londres, Madrid, París, Roma, Moscú, Beijín, lugares en donde se camina con total libertad.

A pesar de los avances notables en las tres últimas décadas, quedan por rescatar todavía muchos inmuebles vetustos, en gran parte en ruinas, en manos de propietarios privados que no son obligados por ningún medio efectivo a restaurarlos. Algunos han sufrido trabajos de remodelación y modernización, añadiendo pisos suplementarios, sin respeto de las normas vigentes, acciones que no han tenido consecuencias reales para sus dueños.

Queda, además, por rescatar el área urbana de El Chorrillo que limita con el casco antiguo de San Felipe, alrededor de Barraza, parte del antiguo arrabal de Santa Ana, lugar ocupado por una población más popular y hasta marginal, sitio insalubre y peligroso, con calles destruidas, repleto de inmuebles vetustos y condenados, a pocos metros del sitio histórico principal del país que afecta de manera muy negativa.

Por fortuna, el largo viaducto marino de forma semicircular construido sobre el mar enfrente del casco antiguo para facilitar la circulación del sector este de la ciudad y su conexión con el Puente de las Américas, tan criticado en su momento, ofrece ahora un extraordinario punto de mira a esa sección histórica de la ciudad de Panamá, única en toda la región del Pacífico hispanoamericano.

Espero que al rescate del Casco Antiguo de Panamá se le imponga un ritmo mayor, por parte del próximo gobierno que elijamos en mayo de 2024, eliminando los elementos negativos y facilitando a los propietarios la restauración de sus inmuebles. Así alcanzará a Cartagena de Indias, solamente capital provincial colombiana que tiene un casco antiguo que es al menos el doble que el de la ciudad de Panamá, no obstante, capital de un Estado soberano y activo centro internacional de relaciones situado en el corazón del continente americano.

El autor es geógrafo, historiador, diplomático
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