• 09/12/2012 01:00

Madre, entre discapacidad y maternidad

Mientras redactaba estas líneas no podía olvidar que nos acercábamos al Día de la Madre, no me cansaré de dar gracias a Dios por la madr...

Mientras redactaba estas líneas no podía olvidar que nos acercábamos al Día de la Madre, no me cansaré de dar gracias a Dios por la madre que me regaló, Reina Muñoz como se llama, siempre se esforzó por dar cariño a sus tres hijos, ejemplares consejos y lo mejor de sí al desafiar la discapacidad de su hija. Cómo no querer y adorar a esa mujer, agradezco a Dios una vez más por el regalo que me dio al tener a Ena, la más increíble madre.

Pero les invito a reflexionar sobre las negativas formas sociales que de las mujeres con discapacidad se asume en cuanto a la maternidad, considerando la autonomía, la inclusión, la equidad y las potencialidades de la mujer para decidir libremente y ejercer su derecho a la fecundidad.

Es inaceptable que por el hecho de no ver, no oír, estar en una silla de ruedas, usar muletas, contar un brazo menos o no poder hablar, entre otras muchas limitaciones, y asintiendo que no es una realidad deseable, no nos coloca en una uniformidad de vida, condenándonos a no ser madres o, de serlo, delegando el cuidado en manos de terceros, en el mejor de los casos.

El común de los mortales estereotipa a la discapacidad y ya censurada en uno de mis artículos revelamos la dura realidad para el bebé con discapacidad al pasar por el proceso de la adopción, nadie lo quiere, pues la futura madre no sueña con un hijo negro, cabello cuscú y menos el lastre de una discapacidad.

Todo ello generado de conceptualizar la maternidad versus discapacidad como una experiencia terrible, semejante a la fragilidad, de obligada supeditación, de sufrimiento, de inferior calidad e infelicidad. En parte, muros que anidan una estrecha relación con el entorno familiar. Por lo que considerando que entre los factores socialmente importantes para el ejercicio de la vida sexual y el acceso a la maternidad se confinan el poseer un grado conveniente de salud física y estar dentro de los parámetros de apostura establecidos por nuestra cultura como ‘normales’, hablar de estas experiencias en las mujeres con discapacidad, puede resultar espinoso o en el mejor de los casos incómodo, puesto que en amplios sectores sociales son estigmatizadas como seres asexuados, inútiles, que deben ser muy infelices y que no pueden soñar, ni pensar en matrimonio, hijos o familia por no ser ni atractivas, ni capaces de manejar su vida de manera independiente.

Ahora bien, lo intrínseco de esta condición es la madre con discapacidad paralelo al proceso de la maternidad, las que corren el riesgo de ser objeto de compasión, crítica y obstáculos; son paradójicamente las propias congéneres feministas las que acentúan estos patrones socioculturales. Pero como la discriminación no conoce de fronteras ni límites, en no pocas oportunidades la mujer con discapacidad es objeto de injusticias como el hecho de la esterilización, histerectomía sin su consentimiento o bien provocarles el aborto, cercenando con ello sus derechos legales, una realidad muy dolorosa cuando la argumentación emana de actitudes de la familia, los amigos y el médico.

Vale este homenaje a las mujeres con discapacidad en esta ardua batalla, su responsabilidad en el rol de madre y padre, y su valentía y denuedo al criar y educar a sus hijos algunas veces solas y en otras en matrimonio, a pesar de los abusos y prejuicios de una sociedad cruel, que las ha obligado a unir esfuerzos para exigir el respeto a su derecho a la maternidad y a formar una familia. Sin duda, es la negación de oportunidades que la sociedad y su organización les promete, por lo que la mujer con discapacidad demanda del conocimiento de sus derechos, como el soporte de la pareja, de familiares o de amigos, franqueándole la posibilidad de desafiar el discurso social que marca su maternidad como inadmisible.

‘El hombre que no confía en Dios no sale del lugar. No toma decisiones, no se aventura en el camino de los sueños, no conoce la alegría de abrazar una conquista. No tenga miedo de las luchas ni de las frustraciones. Sin fe es imposible conocer el regocijo de la victoria’, magíster Elodia Muñóz.

COMUNICADORA SOCIAL.

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones