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- 11/01/2012 01:00
Decisiones que impactarán nuestros bolsillos mañana
H ay varios temas de orden económico y financiero, actualmente en manos del gobierno, que son sensitivos y cuyo manejo, bueno o malo, tendrá consecuencias igualmente beneficiosas o perversas para el futuro del país. Por el bienestar de todos nosotros, esperemos que todo se maneje con la debida prudencia. Uno de ellos es nuestra calificación de riesgo que nos ubica como país con grado de inversión. Mientras que conservar ese privilegio está en manos del gobierno, hasta ahora el manejo de las finanzas públicas nos ha evitado un desbarajuste igual al griego; y el manejo juicioso de los bancos locales ha evitado un desorden semejante al de la banca norteamericana. Pero si allá las cosas no se componen a tiempo, ¿quién nos garantiza que estamos blindados contra los malos vientos que soplan de afuera? ¿Quién, en su sano juicio y de buena fe, nos puede asegurar que estamos preparados para enfrentar peligros externos que no controlamos? Ya hemos tenido de un botoncito de muestra con apartamentos de lujo construidos en los últimos años, que permanecen vacíos porque ‘estalló la burbuja’ cuando los potenciales compradores extranjeros se quedaron sin plata. ¿Qué pasaría si perdemos o nos desmejoran nuestro grado de inversión? Ya hay advertencias dentro y fuera del país. ¿Qué relación tendrían esas admoniciones con el hecho de que cada día el balboa en nuestros bolsillos compra menos, aunque los más pudientes puedan capear el temporal mientras que la inflación y los impuestos golpeen inmisericordemente a la clase media? ¿Podría el Estado seguir brindando subsidios para aliviar, aunque sea temporalmente, la carga a los estratos más humildes? Cada día se nos hace más cara la lucha por la vida. ¿Sería peor en ese escenario? El problema es como la Hidra; tiene muchas cabezas pero un factor esencial es el nivel de gastos del gobierno y su peso en el presupuesto nacional, sobre todo si se financian mediante más préstamos. Hoy se habla, con peligrosa confianza, de cientos de millones de balboas, como si nada; pero, como el caso de una persona que goza la bonanza de las vacas gordas, el sector oficial debería mostrar prudencia, ejerciendo un estricto control del gasto público y siendo juicioso respecto a nuevos endeudamientos porque los buenos tiempos pueden acabar. ¿O no? ¿Y entonces, qué? Sólo el ahorro de hoy puede ayudarnos a enfrentar épocas de carestías mañana. Así pudo Chile hacerle frente a sus pérdidas materiales por el terremoto, sin tener que recurrir a dádivas extranjeras. El Fondo Soberano propuesto en Panamá es un comienzo en ese camino. Con el inicio de la segunda mitad del presente período de gobierno, la tradicional realidad política es que pocas serán las nuevas actividades que las autoridades deberían poner en marcha; tendrán que concentrarse en llevar a puerto seguro las obras físicas y las políticas públicas que, por más de trece mil millones de balboas, ofrecieron en su plan del quinquenio. Los políticos tienen ya puestas sus miradas en el 2014 y, llegada la próxima campaña electoral, el equipo de gobierno querrá mostrar la mayor cantidad de logros para que los electores los vean con cariño y dispensarán muchos beneficios a manos llenas. Pero el problema puede complicárseles por dos factores: el comentado ‘desgaste’ de algunos funcionarios, que traiga cómo resultado el retraso de algunos logros deseados, o la engañosa seguridad de quienes confíen en la bonanza actual para dejarnos la herencia de deudas impagables. Bien harían los gobernantes en mirar de reojo los posibles peligros y ser precavidos para no propiciar consecuencias indeseables que pagaríamos todos cuando ellos ya no estén.
DIPUTADA