El Gobierno interino de Nepal ha comenzado a reanudar servicios esenciales este lunes, en un intento de recuperar la normalidad

- 16/09/2025 00:00
Desde 1990 han ocurrido muchos cambios en la situación del medio ambiente panameño, de carácter económico, político y social. Sucedieron también en el escenario internacional con impactos profundos en el ámbito nacional, destacándose el cambio climático y la evolución de la economía, la demografía y la geopolítica planetarias.
Nuestra población casi se duplicó en 35 años y envejeció: pasó de 2.474.119 personas en 1990 a 4.566.559 en 2025, con 24,5 y 30,3 años de edad mediana respectivamente. También aumentó la población urbana, ya mayoritaria (70,6%), con su efecto en el medio natural (7% huella urbana nacional).
En 2021 la huella ecológica de Panamá (2,2), inferior al promedio mundial (2,7), era de 3,2 hectáreas por habitante. Todavía tenemos 6,3 hectáreas per cápita de reserva ecológica. En el Índice de Objetivos de Desarrollo Sostenible del Análisis de País 2025 de la ONU, Panamá aumentó de 66,5 en 2015 a 71,8 en 2023 y se mantiene como un país carbono negativo. El 15 % de la superficie y 12,5 % de nuestra población son vulnerables a amenazas naturales. La elevación del nivel del mar ya afecta muchas playas de ambos océanos e islas de Kuna Yala.
Panamá es de los países que más basura genera en la región: entre 1,5 y 2Kg. diarios por persona, frente a 1Kg de promedio en Latinoamérica y el Caribe. Un informe de Naciones Unidas calculó que Panamá descarga 102.229 toneladas de basura al año, incluyendo plásticos que terminan por contaminar los cursos de agua y los mares. Nuestros principales desafíos ambientales son: el cambio climático y sus impactos, la baja eficiencia en el uso de recursos hídricos, la degradación de ecosistemas, la gestión inadecuada de los residuos sólidos, la contaminación de las aguas y la limitada gestión de la calidad del aire.
En Panamá hay mayor inquietud sobre asuntos relativos al tema y en 2015 se creó un Ministerio de Ambiente que publicó en mayo de 2025 el “Informe del Estado del Ambiente 2024”, excelente diagnóstico científico, base de propuestas de acción, preparado por un gran equipo interinstitucional.
Agrupaciones ambientalistas tienen un peso creciente en las políticas de protección de humedales -especialmente manglares- y de control de la deforestación que ha afectado aproximadamente un tercio del territorio de un país demográficamente casi vacío (58 hab/km2). Los más extremistas, incluyendo sectores religiosos, se oponen a actividades que crean mucha riqueza y empleo: minería, embalse de Río Indio, vialidad urbana y rural, y desarrollo logístico-portuario.
Ambientalistas locales, dedicados a prevenir la deforestación y proteger humedales remotos así como a atacar la lejana minería a cielo abierto en zonas despobladas -temas predilectos de organizaciones extranjeras-, ¿podrían prestar mayor atención a problemas de la mayoría de la población, localizada en áreas urbanas y suburbanas: servicios de agua potable, recolección y tratamiento de desechos, contaminación sanitaria, visual y acústica crecientes? La urbanización, el envejecimiento humano, las inequidades sociales, la muy baja calidad educativa –aunque casi sin analfabetismo- y “la poca diversificación en sectores como la tecnología y el turismo sostenible representarán desafíos en términos de infraestructura y servicios sociales en las próximas décadas”, afirma la ONU.
Militantes político-ideológicos anti capitalistas, reciclados como “ambientalistas”, abogan por el cambio radical del modelo socio-económico de Panamá y rechazan el sistema neoliberal, en realidad su caricatura como se practica aquí con un mercado dominado en parte por la economía de “amiguismos”, de corrupción público-privada. Sostienen que el capitalismo es la fuente principal de problemas, que la desigualdad social genera automáticamente más pobreza y que el enriquecimiento de algunos causa el empobrecimiento de los demás. Mitologías refutadas por la realidad de la China Popular y Vietnam y por las repúblicas exsoviéticas y de Europa Oriental. Mientras, prefieren ignorar que el “socialismo del siglo XXI” -como en Cuba y Venezuela con 25% de población emigrante- arruina a sus habitantes que huyen de la tiranía y la miseria.
En las últimas décadas los ricos panameños han prosperado mucho más, incluyendo hasta los que surgen de la corrupción política, parte asimismo del crimen organizado, mientras que las clases medias se han expandido más en la ciudad que en el campo y conforman cerca del 60% de la población nacional –46% en 2008- frente al 22% de la clase pobre y 10% indigente -con picos de 85% en comarcas indígenas-
Más de un millón de personas ha ascendido hasta dos escalones en la escala social en una o dos generaciones: muchos alcanzaron el bachillerato, otros llegaron a la universidad. Entre todos se reclutan los que se convierten en profesionales y técnicos, en pequeños y medianos empresarios, añadiéndose a las clases medias. Al recorrer el interior del país igualmente advertimos el fenómeno desde hace medio siglo. La vialidad se ha mejorado sustancialmente así como las viviendas con servicio sanitario (96,3%), agua potable (92,1%) electricidad (91%), televisión (82%) e Internet (70%), aun cuando demasiados servicios sean mediocres. ¡Hay 43,5% viviendas con auto!
Aunque con 9,5% de desempleo e informalidad que roza 50%, Panamá, país ya de ingreso alto, con el per-cápita mayor de Latinoamérica, muestra “acentuadas brechas de ingresos, étnicas, territoriales, de género y edad que ponen en evidencia los retos para alcanzar un desarrollo inclusivo, duradero, con justicia y equidad social. Para restaurar la confianza de la ciudadanía y mejorar la gobernabilidad efectiva, Panamá necesita fortalecer sus instituciones y promover una cultura de transparencia y rendición de cuentas”, recomienda sabiamente la ONU. Tarea urgente de toda la sociedad.
Más información en Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024 (www.omarjaen.com.pa)