• 20/05/2017 02:03

Los medios de locomoción y de transporte

Tal distancia solo puede computarse por milenios.

El hombre-acémila fue la primera forma de transporte; el avión es, hasta estos momentos, la última. La marcha a pie constituyó la primera manera de locomoción; el hombre en aeroplano representa, hasta ahora la última. Entre el hombre que carga y el hombre que vuela, existe la misma distancia histórico-cultural que media entre la aparición de la primera pareja humana y el momento actual de la civilización. Tal distancia solo puede computarse por milenios.

Entre el hombre que carga y el hombre que vuela se interpone toda la historia del progreso humano. La locomoción a pie y el transporte a la espalda llenaron muchos centenares de años durante la infancia de la humanidad, cuando los hombres eran aún completamente nómadas y elementales y no habían descubierto la domesticación de los animales. El palanquín y la vara de fardos representan ya un principio de cooperación para el transporte terrestre. Las balsas de juncos, de troncos o de cortezas, son los primeros ensayos de transporte acuático y de ellos aún se conservan reminiscencias en las balsas de los bajijí centroafricanos.

Pero cuánto esfuerzo y cuántas generaciones se interponen entre estos primeros inventos y aquella etapa de la cultura en que el hombre logra domesticar la primera mula y uncir la tosca rastra de madera a la primera yunta carga. Y luego, cuántos nuevos ensayos y siglos de esfuerzos para lograr remplazar el sistema de rastra por la rueda asiria que había de revolucionar los transportes terrestres.

Y aún largos siglos, casi todo el amplio periodo que viene desde las culturas mesopotámicas hasta los albores de la pasada centuria, en que la primera vía férrea entre Manchester y Liverpool inicia la era de la aplicación del vapor a los medios de transporte.

No se detiene aquí la inventiva humana: a la era del vapor sucede la de la electricidad; la utilización de los hidrocarburos como combustible de los vehículos y, por último, el perfeccionamiento de las máquinas de volar que reducen a su mínimum las distancias, vinculan las más remotas comarcas del planeta y estrechan los diámetros del globo terráqueo.

Las dos últimas guerras mundiales ocurridas a partir de 1914, han acelerado en tal forma el perfeccionamiento de la navegación aérea, que hoy tal sistema se ha impuesto en todos los pueblos civilizados; las redes de vías regulares de transporte aéreo se tienden a través de los mares, sobre todos los continentes y van camino a desplazar los sistemas de navegación marítima y de locomoción terrestre.

Colombia fue uno de los primeros pueblos de la América que más rápidamente adoptó el servicio de los correos del aire. Tal esfuerzo se realizó con la efectiva acción y cooperación de una empresa alemana, seriamente organizada, y se ha continuado intensamente con la participación de técnicos nacionales y extranjeros. Con posteridad, varios países de la región con posibilidades de un amplio desarrollo, como Panamá, especialmente por su Canal ampliado y por el servicio aéreo internacional moderno que presta la empresa panameña de aviación Copa Airlines.

El hombre que vuela, el que utiliza el transporte aéreo para sus envíos y correspondencia, se halla en las grandes ciudades, constituye aún una minoría muy exigua dentro del conjunto de la población panameña. En cambio, el hombre que carga, el peatón de largos caminos, el arriero de la recua, el peón de las vacadas, el pastor de los trashumantes rebaños, el labriego de las apartadas veredas, el asombrado aborigen de la caravana, constituyen una inmensa mayoría de los habitantes de este país de clamorosos contrastes.

Un aproximado de 85 por ciento de la población panameña conoce el alfabeto. El conocimiento del alfabeto, sin embargo, no transforma al iletrado en hombre culto, pero es un signo de cultura, un puente por el cual la mente primitiva transita hacia las comarcas de la civilización. Viceversa, el desconocimiento del alfabeto no siempre es índice de primitivismo. Se puede llegar a altos ámbitos de perfeccionamiento ético y social aún ignorando la lectura y la escritura. Pero el hombre que la desconoce estará condenado, en nuestra época, a sufrir la servidumbre del progreso.

PEDAGOGO, ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO.

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