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- 22/06/2025 00:00
Meduca: culpar a las huelgas no borra décadas del abandono institucional

A los educadores, gremios docentes y al Meduca: Con profundo respeto, queremos hablarles como pilares fundamentales del presente y futuro de Panamá.
Ser docente no es fácil. Pero tras décadas del progresivo deterioro institucional, del sistema educativo y el sufrimiento silencioso de tantos estudiantes, el silencio también educa.
No basta con exigir derechos. También debemos asumir responsabilidades para transformar. El país necesita gremios que no solo defiendan lo justo, sino que también propongan, acompañen y denuncien con compromiso ético.
Callar ante la ausencia de una educación con valores y ante la falta de transparencia del Meduca es renunciar al papel de guía.
Hoy más que nunca, los estudiantes necesitan nuestra voz y acción colectiva. Porque si quienes educan callan ante el abandono... ¿Quién educará a nuestros hijos?
Un gremio que calla ante la falta de valores y transparencia pierde legitimidad. Panamá necesita docentes que también asuman responsabilidades. Porque si quienes educan callan... ¿Quién educará a nuestros hijos?, y qué mensaje y ejemplo se le está dando al pueblo? ...
La situación crítica del sistema educativo panameño no puede atribuirse únicamente a las huelgas. Durante décadas, hemos visto cómo se repiten los mismos patrones: inversiones millonarias perdidas, promesas de transformación, planes estratégicos que no llegan al aula. Sin embargo, los resultados siguen siendo alarmantes: bajos niveles de comprensión lectora, altos niveles de fracaso escolar, deserción escolar creciente, escuelas sin infraestructura adecuada y docentes sin acompañamiento ni actualización real y medible.
Culpar a las huelgas es una salida fácil que desvía el verdadero problema: la mala gestión y la falta de ética en el sistema educativo. Hay escuelas sin docentes por meses debido a negligencia administrativa. Eso no lo causan las huelgas. Eso es puro desgobierno.
Meduca ha optado por centrar la atención pública en la interrupción de clases causada por paros laborales, mientras se evade el debate de fondo: la falta de transparencia y seguimiento al aprendizaje, la incapacidad de planificar con datos confiables y el uso político del presupuesto educativo.
Mientras se culpa a los docentes por protestar, las decisiones de mayor impacto negativo han venido desde los despachos. La compra de plataformas ineficientes como la llamada “ESTER” y la libreta digital que costó millones y nunca funcionó, afectando también el avance de los estudiantes; el traslado de fondos asignados a educación hacia otros ministerios sin justificación técnica ni rendición de cuentas clara; son ejemplos concretos del problema. Nada de eso tiene que ver con las huelgas. Son decisiones administrativas que reflejan una profunda falta de planificación y respeto por la educación pública.
La simulación institucional ha reemplazado el compromiso real. Se firman acuerdos que no se cumplen y se publican informes que ocultan el fracaso. Todo queda en el papel. Y mientras tanto, ¿a quién se culpa? A las huelgas.
Las huelgas no pueden seguir sirviendo como excusa para encubrir la corrupción y el fracaso institucional. Los verdaderos responsables no son quienes marchan, sino quienes desde sus escritorios gestionan con opacidad, sin liderazgo, ni voluntad de transformación.
No se trata de defender la paralización de clases como herramienta legítima. Pero sí de exigir que se reconozcan las causas estructurales del colapso educativo. La falta de transparencia, el uso inadecuado de los recursos y el abandono institucional no pueden seguir siendo ignorados.
La ciudadanía tiene derecho a exigir transparencia y resultados. No es aceptable que año tras año se repitan los mismos problemas sin consecuencias. No es justo que los estudiantes paguen el precio de la ineficiencia de sus autoridades, mientras las promesas de cambios estructurales se quedan solo en discursos. Tampoco es justo que se manipulen cifras para aparentar avances, cuando las pruebas internacionales como PISA revelan el estancamiento en lectura comprensiva, matemáticas y ciencias. La realidad no puede seguir siendo maquillada.
¿Dónde están los resultados de las inversiones como lo es la plataforma ESTER y la libreta digital?
¿Por qué no hay seguimiento en tiempo real al rendimiento estudiantil...?
¿Por qué no existe una página web y se invita a la ciudadanía a fiscalizar en tiempo real?
La transparencia no es una opción, es una obligación. Y solo con legitimidad y autoridad moral se puede liderar una transformación educativa verdadera. Y eso comienza por rendir cuentas.
Panamá no necesita más excusas. Necesita coherencia entre el discurso y la acción. Y sobre todo, necesita una comunidad educativa activa, ética, actualizada, valiente y transparente. Que hable con firmeza, pero también con propuestas.
Hoy más que nunca, Panamá necesita una alianza genuina entre educadores, autoridades y sociedad civil. Una alianza basada en la verdad, en la escucha, en la acción colectiva y en la convicción de que transformar la educación es posible. No se puede permitir que el miedo o la apatía dicten el rumbo de nuestras escuelas. Educar también es levantar voz, exigir ética y justicia, compartir conocimiento y construir esperanza. No bajemos los brazos: el país que soñamos empieza en el aula.
Esto es patriotismo educativo.