• 01/08/2014 02:00

Los Excavadores: monumento incuestionablemente merecido

La historia suele recuperar a sus héroes; esos personajes que le dan sentido, y quienes en fin de cuentas son sus arquitectos estelares

La historia suele recuperar a sus héroes; esos personajes que le dan sentido, y quienes en fin de cuentas son sus arquitectos estelares. Al inicio del siglo pasado, decenas de miles de trabajadores antillanos (excavadores) arribaron al Istmo para construir la vía de aguas que más tarde, literalmente, uniría al mundo. Esos excavadores constituyeron la principal fuerza laboral que materializó el Canal de Panamá, y que ofreció, por décadas, mantenimiento a éste, así como a las tierras adyacentes. Los excavadores trabajaron y vivieron en condiciones infrahumanas y padecieron los rigores de un régimen salarial desigual y discriminatorio, bajo el inequitativo sistema del Gold y Silver Roll impuesto por el Gobierno de EE. UU. en la Zona del Canal de Panamá.

Múltiples han sido los estudios e investigaciones que rinden cuentas de las luchas que libraron, tanto los excavadores como sus hijos y nietos, en contra de la segregación estadounidense en el Canal. En esas batallas por la dignidad descollaron dirigentes de la talla de William Preston Stoute, Samuel White, y Edward Gaskin, entre muchos. Esos titánicos esfuerzos por la justicia laboral, la igualdad racial y la tolerancia encontraron mucho de su fortaleza en las instituciones sociales y culturales de esos hombres y mujeres procedentes del Caribe, como iglesias, escuelas, logias, organizaciones mutualistas y clubes sociales. Fueron éstos pilares de las luchas desplegadas por esas épocas.

A estas alturas no se albergan dudas en torno al hecho de que la presencia y el trabajo de los antillanos en el Istmo contribuyeron, de forma significativa, a la construcción del tejido económico, social y cultural de la joven república. Esos aportes están a prueba de cualquier mezquindad que pretendiese disminuir su impacto en el fortalecimiento de nuestro Estado Nacional. En décadas recientes, nietos y bisnietos de los excavadores tanto en Panamá, como en EE. UU., han continuado la lucha iniciada por éstos últimos, a principio de siglo, y han participado en la promoción de la igualdad económica y social, así como en la política y el respeto a la diversidad cultural y la tolerancia.

Me viene a la memoria, que en mayo de 1999, se celebró en esta capital la XXIV Conferencia de la Asociación de Estudios del Caribe, con la asistencia de más de 350 delegados, provenientes de 32 países de varios continentes, quienes debatieron sobre el problema del Gran Caribe dentro del proceso de globalización. El diseño programático de la Conferencia estuvo a cargo del Dr. George Priestley, catedrático panameño, egresado de la Universidad de Columbia (USA). Priestley hizo propicia la ocasión para someter a la consideración del Pleno de la Conferencia el texto de una Resolución exaltando la memoria y contribuciones de los constructores del Canal, y exhortando al Gobierno Nacional a erigir un monumento dedicado a los excavadores.

Es por todo lo dicho que, hoy, no puede producir menos que regocijo la existencia de una ley, propuesta e impulsada por la colonense HD Iracema Ayarza de Dale, que declara el primero de agosto Día de conmemoración a los afroantillanos caídos en los trabajos de construcción del Canal de Panamá, y ordena a la Autoridad del Canal de Panamá: ‘construir en las riberas de la vía acuática un monumento que recuerde a los trabajadores afroantillanos’, digo yo, heroicos Excavadores que abrieron esa zanja, con sudor, sangre y trabajo. Ellos viven...

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