• 15/10/2022 00:00

Migración, fe y peruanidad: El Cristo Morado

La devoción a la imagen del Señor de los Milagros, a partir de 1680 “[…] se expandió paulatinamente en todos los distritos y provincias del Perú hasta convertirse, con el pasar de los siglos, en una de las más grandes procesiones del mundo católico latinoamericano

Al paso del Redentor

doblan triste las campanas

«Avancen, avancen hermanas,

paso a Nuestro Salvador...» (Nicomedes Santa Cruz, decimista, 1957)

La religiosidad del Perú virreinal estuvo marcada por la presencia de almas devotas -más tarde, Santos- como Rosa de Lima, Toribio de Mogrovejo, Juan Macías, Martín de Porres, así como por el culto al “Cristo de Pachacamilla” o Señor de los Milagros. Todos ellos, casi trescientos cincuenta años después, continúan presentes en la catolicidad de la mayoría de los pobladores de la ciudad de Lima, otrora “Ciudad de los Reyes”, así como en la de aquellos que migraron fuera del país.

“El hombre es persona; la persona es autopertenencia” afirma Guardini (1930) y añade “Persona significa que no es posible tomar posesión de ella, usarla como un medio, subordinarla a un fin” y eso es precisamente lo que hace un migrante, cuando se deslocaliza de un lugar y marcha a otro; lleva consigo, como parte de su ser, su bagaje cultural, sus valores, en suma, sus creencias; y, parte de ellas, es su fe.

La devoción a la imagen del Señor de los Milagros, a partir de 1680 “[…] se expandió paulatinamente en todos los distritos y provincias del Perú hasta convertirse, con el pasar de los siglos, en una de las más grandes procesiones del mundo católico latinoamericano. En la actualidad las procesiones del mes de octubre reúnen a más de dos millones de fieles en las calles de la capital peruana” (Roldán, 2017).

La documentalista Roldán (2017) recogió en uno de sus trabajos una expresión coloquial y popular que evidencia esa identidad del peruano migrante con su fe y su cultura: “Donde hay un peruano, allí está el Señor de los Milagros” y añade “[…]en efecto, las Hermandades para la veneración de la imagen del ‘Cristo Morado’ –así también llamado por el color de las vestimentas de los miembros de la Cofradía– están presentes en muchos países donde se encuentran comunidades peruanas: Argentina, Bélgica, Francia, Japón, Italia, España, Estados Unidos, México, entre otros. Y en 2005 el patrono del Perú ha sido declarado protector de los peruanos migrantes”.

El lienzo con la imagen del “Cristo de Pachacamilla” lleva un componente de integración con otras comunidades de migrantes latinoamericanos ya que, en la cara posterior, se halla la imagen de la Virgen de la Nube, de gran devoción entre el pueblo ecuatoriano. El sacerdote Pérez Godoy (2017), comentando acerca del compromiso de los migrantes con lo que consideran su anclaje emocional-cultural, señala que “[…] la Hermandad [del Señor de los Milagros] quiere provocar un movimiento de unidad entre los latinoamericanos y una actitud de gratitud hacia Roma […] También quiere ser instrumento de reevangelización y una invitación para que [los ciudadanos] redescubran el fervor cristiano a través de la Hermandad.” En torno a la imagen sagrada no sólo se testimonia la manifestación de una fe, sino que es también un elemento de identidad nacional. 

Este enfoque es el resultado de una nueva tendencia en el estudio de la movilidad humana desde sociedades menos desarrolladas hacia países económicamente más pujantes donde la religión pareciera revelarse como parte importante del proceso de afirmación del migrante y su apoyo para ajustarse mejor a la sociedad de acogida. Hasta hace poco tiempo, se asumía que el migrante experimentaba un proceso de secularización –absorción lineal por el medio social-, hoy, sin embargo, se habla de un proceso “multidimensional” que coloca al centro de la reflexión a la persona -la visión morfogenética- que en el caso de la identificación del migrante con la devoción y procesión del “Cristo Morado” cubre aspectos como la solidaridad, la cooperación, la integración, la identidad de grupo, la música, la gastronomía, los símbolos, la religiosidad popular.

Dicho de otro modo, el migrante peruano se instala en el extranjero con un bagaje cultural-religioso que le es propio, que socializados en un contexto histórico-social diverso -llámese Europa o Sudamérica- no siente la necesidad de renunciar a él sino de activarlo en la esfera pública con demostraciones concretas.

Las procesiones del Señor de los Milagros en la ciudad de Lima acontecen en el mes de octubre, la imagen recorre las principales arterias de la ciudad los días 18 y 28 entre muestras de fervor popular y recogimiento espiritual. Las comunidades de migrantes peruanos hacen lo propio en los países donde residen, por ejemplo, en Italia, el segundo y cuarto domingos del mes de octubre las Sagradas Andas salen en procesión por las calles de la Ciudad Eterna. La procesión tiene tal arraigo que se realiza también en otras ciudades italianas como Turín, Génova, Florencia, Piacenza, Perugia, Ancona, Pésaro, Rímini, Macerata, Ascoli Piceno, Bérgamo y Nápoles.

Para algunos antropólogos, estas manifestaciones religiosas públicas son expresiones de estrategias de integración del migrante para generar respuestas positivas de la sociedad local; para otros especialistas, son muestras de un llamado de los migrantes para “ser incluidos sin anular las identidades preexistentes”; pero, para el propio migrante, es la señal de su fe y su peruanidad.

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