• 17/10/2022 00:00

Mirando hacia afuera

“Saquemos la basura parasitaria que quiere cobrar aún más por hundirnos. Mientras sigamos mirando hacia afuera, los malos se roban nuestra casa, Panamá”

Pensar es un proceso interior. Creamos representaciones de lo que entendemos como realidad en nuestra mente, a manera de ideas que se interconectan unas con otras. Originalmente era un proceso consecuente, en el cual tenía que haber coherencia para que pudiera ser factible.

Por ejemplo, hay dos cerros separados por una depresión en el terreno. Para poder llegar de un cerro al otro, necesitamos un puente. Una vez construido el puente podemos movernos en ambas direcciones, desde, o hacia cualquiera de los dos destinos. Sin puente, no podemos pasar, pues no podemos volar. Si existe el puente, es posible la movilización. Un proceso simple.

Cuando mirábamos hacia dentro de nosotros mismos para pensar, éramos capaces de generar aquello que necesitábamos ser, la parte productiva de la sociedad. Teníamos que exigirnos a nosotros mismos una solución para resolver el problema de unir los dos cerros separados por un abismo.

Un cerro era el inicio, la necesidad específica que requiere atención. El otro cerro es la satisfacción de esa necesidad. El puente es el proceso mediante el cual resolvemos aquello que no permite que la necesidad se satisfaga. Si lo pudiéramos ver como una oración, sería así: la necesidad, para ser cubierta, necesita de un proceso pensante capaz de proveer una satisfacción.

Desde los inicios de la historia, la humanidad ha sido confrontada por necesidades, y ha sido capaz de desarrollar un proceso mediante el cual se podía resolver el problema que la aquejaba. ¿Frío? Se generó algún tipo de cubierta que cubriera nuestra piel, manteniéndonos secos y a temperaturas cómodas. ¿Hambre? Dejamos de depender de la recolección, y el manejo de los cultivos propició el sedentarismo. ¿Inseguridad? Una vez que hubo la certeza de alguna cantidad de alimento, los grupos humanos se crecieron, brindando protección unos a otros. Una belleza de proceso pensante evolutivo.

Por cada cerro/necesidad que surgía, la humanidad se esforzaba y producía un puente/solución que nos permitía llegar al segundo cerro/satisfacción, mirando siempre hacia adentro, pues nadie más que nosotros mismos podíamos resolver nuestros problemas. Y era un asunto de vida o muerte. Si lo puedes solucionar, vives y prosperas. Si no lo puedes solucionar, te extingues. Brutal, y muy limpio el sistema. La capacidad ganaba. La incapacidad desaparecía.

Pasamos siglos rigiendo nuestras sociedades con este sistema, pero algo sucedió recientemente. Empezamos a maravillarnos de todo lo que habíamos conseguido mediante el viejo sistema de capacidades, y lo cambiamos.

En algún momento, y la meta o el segundo cerro dejó de ser la satisfacción. Lo transformamos en la comodidad. Y cuando empezamos a buscar la comodidad por encima de la satisfacción de las necesidades, inevitablemente dañamos también el proceso pensante que constituía el puente.

Nos volvimos tan exitosos en conseguir la satisfacción de nuestras necesidades de manera tan rápida que el proceso para lograrlo perdió importancia. Dejamos de mirar hacia adentro, pues ya todo estaba hecho. El engaño de la comodidad nubló nuestro propósito y empezamos a mirar hacia afuera, a un mundo creado por espejismos de abundancia sin fundamento.

Al mismo ritmo que dejábamos de entender cómo se hacen las cosas, empezamos a menospreciar el valor del grupo social, motivados por un sistema suicida que promueve la individualidad y el egoísmo como logros.

No fue difícil. Una vez que dejamos de mirar hacia adentro dejamos de pensar. Un grupo de individuos que no piensan es fácil de controlar.

Tres bellacos notaron hábilmente que la mayoría estaba cómoda sin pensar, y empezaron a pensar por el resto, no en beneficio de todos, sino en su propio beneficio.

Bastó con implantar el falso concepto de lucha social por encima del esfuerzo colectivo, como realidad palpable para enfrentarnos unos a otros. Así surgieron personas que se creen independientes y líderes, pero que no saben de dónde viene lo que comen, pues defienden como derecho el matar humanos antes de nacer, pero se oponen a la industria pecuaria por “inhumana”, habiendo comido de ella toda su vida. Creen que los animales en la naturaleza mueren de viejos en camas, rodeados de sus seres queridos. Vaya estupidez.

Pero esta es la meta que nos hemos planteado como humanos. Los ideales sociales se han tergiversado, al punto de que lo que buscamos a toda costa ahora es una implosión sistemática, ya que el camino a seguir es insostenible: no existe un rumbo. No vamos a ningún lado, y no sabemos cómo sobrevivir.

Si esto no significa involución, no sé qué sea. En la época del máximo avance tecnológico, la mayor parte de la humanidad sufre necesidades, mientras tres bellacos son los dueños del mundo. Guerra, enfermedad, hambre, sed, odio y sufrimiento. ¿Qué sigue?

Podemos hacer un poquito en favor del bien común. Y de poquito en poquito sumamos en positivo. Entienda, amigo lector, que todos los que están o han estado en puestos de decisión y Gobierno forman parte de esos tres bellacos que nos quieren solos, sin representación y enfrentados unos con otros, en vez de unidos por el bien común. ¿Cree usted realmente que ellos quieren que algo cambie? Respuesta obvia: no quieren. Viven el mejor momento de sus vacías vidas.

Como país, miremos hacia adentro, juntos.

Saquemos la basura parasitaria que quiere cobrar aún más por hundirnos. Mientras sigamos mirando hacia afuera, los malos se roban nuestra casa, Panamá.

Dios nos guíe.

Ingeniero
Lo Nuevo